La casita Azul

leyenda 1

Hace muchos años, más de los que tiene el pueblo, en una gran zona desierta donde la noche prometía ser limpia y despejada y el pasto dormía quieto sin una gota de viento, un ejército de hombres arrasaba con un grupo de aborígenes. La primavera refrescaba el aire por las noches como si fuera otoño, la gramilla seducía al rocío hasta la mañana y cuando el sol llegaba, lo bebía entero.

Ailín vivía feliz en su toldería. Sus padres no podían sentirse como ella porque soñaban con una vida al aire libre sin huincas cerca que los persiguieran, y deseaban una tranquilidad que temían no conseguir. No podían permanecer mucho tiempo en un mismo lugar, porque los blancos los corrían. Aloe, el padre de Ailín, y Alma, su madre, proyectaron en su niña todos sus sueños. Esperaban que un aborigen de la misma aldea, cuando llegara la hora, la buscara para formar una familia; esperaban además una buena dote que Ailín como prometida valía.

La joven, por su parte, no deseaba ninguna dote ni casarse, y soñaba tan sólo con vivir libremente. Pero a todas las muchachitas como ella, les enseñaban a aceptar su destino, sin protestar. Una sola vez una nativa había sido raptada por un blanco y nunca más la vieron.

Ella no quería pertenecer a un hombre, deseaba ser como las liebres, las palomas, y de algo estaba segura: escaparía al fin del mundo cuando le cantaran al oído un enamorado, ya que esa era la manera que tenían lis hombres de su aldea para declarar su amor.

Una noche de luna llena, en el medio de ka toldería unos huincas armados hasta los dientes quemaron chozas, raparon mujeres y mataron a los que se les cruzaron en el camino.Aloe y su familia y otros pocos salieron despavoridos rumbo a otros lugares desconocidos.

Eso era ser aborigen en las tierras usurpadas por blancos.

Ailín junto a su papá y su mamá escaparon en busca de un lugar donde se sintieran dueños del suelo, del aire, se su choza; aun que ese lugar no existía.

Y caminaron y caminaron hasta que creyeron encontrarlo.