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El jueves nadie más se atreve a mirarlos por demasiado rato o a murmurar nada cuando Harry y Louis entran en el aula, visiblemente pegados y con el chupón en el cuello del sumiso todavía colorido y notorio.

Harry intenta ser disimulado cuando lanza miradas de odio a los fisgones y Louis realmente ama lo guapo que se ve enfadado e intentando protegerlo; desde el miércoles, cuando lo mira, ve al hombre cuidadoso y bueno que lo salvaguarda de cualquier cosa y ve su estupidez al olvidar que Harry era ese hombre solo por un castigo.

Cuando lo mira ve a un dios, uno que quizá no tiene el poder de crear vida o dar muerte, pero sí de hacerle sonreír y a Louis le basta con eso.

Sin embargo, cuando Harry mira a Louis ve el azul escapando de sus ojos en esa noche fatídica, la sangre en sus manos, el agente de policía mirándolo como si fuese culpable y a él sintiéndose como tal.

—¿Puedo tocarte? —pregunta Louis cuando ve los ojos de Harry perdidos en los suyos, llenándose de lágrimas, recordando una mirada que nunca se irá de su cabeza.

Harry asiente, extrañado, y cuando Louis lo toma de la mano para entrelazar sus dedos las ganas de llorar se curan al instante. No puede sentirse triste si esa piel está junto a la suya, amándola. Le gustaría sostener su mano por siempre.

—Señor —le llama la atención Louis, haciendo que el hombre suba la vista para volverlo a ver a los ojos; cuando el verde se ilumina como un campo lamido por el sol, Louis sabe que ahora sí le está viendo a él. —, gracias por ser tú.

Harry queda pasmado por las palabras, pero no puede decir nada, el profesor entra al aula con prisas y el brazo sosteniendo lo que parecen ser unos inoportunos exámenes sorpresa. Louis y Harry deben soltarse de la mano, pero tan pronto como terminen saben que volverán a unir los dedos y, si salen al pasillo, las bocas. Harry realmente quiere besarle, arrancarle con la lengua la explicación a lo que ha dicho antes.

Cuando el Louis termina el examen, sale del aula casi tropezándose con sus pies; quedan diez minutos para la siguiente clase y Harry lleva ya cinco fuera, esperándolo posiblemente. El chico cruza la puerta y vuelve la cabeza hacia un lado para buscar a Harry. Nada. No llega a volverla hacia el otro: el dominante lo toma por la cintura y lo presiona contra la pared del pasillo antes de hundirse en su boca. Los labios chocando con sonidos chiclosos, separándose, humedeciéndose, mordiéndose.

Harry quiere despojar a Louis de su rompa y bajar con sus besos a una zona que ya presiona contra su pierna y Louis desea que el otro le rasgue las vestiduras y deje más marcas en su cuerpo; pero ambos saben que no pueden y, además, Harry primero quiere comprenderle.

Separa a Louis de sí con cuidado, escucha la respiración del chico rogar por aire, pero sus labios buscan más besos; de todos modos, Harry sigue apartándolo y simplemente lo mira a los ojos, buscando en ellos respuestas.

—¿Por qué me has agradecido? —pregunta sin aliento, Harry es invadido por una oleada de calor cuando Louis solo suelta una pequeña risita.

—Porque no me había dado cuenta hasta ahora, pero no quieres que sea tuyo para poder hacerme daño, sino para que nadie pueda hacerlo.

Louis se alza sobre las puntas de sus pies e ignora que posiblemente vaya a recibir un castigo, porque sabe que Harry comprende su necesidad de besarlo y la siente del mismo modo. Un casto beso es dejado en sus belfos y después el chico entra de nuevo en clase, antes de que se le haga tarde.

Harry acaricia sus labios con la punta de los dedos y cierra los ojos; solo puede ver los de Louis brillando en la oscuridad y sabe, en lo profundo de su corazón, que es él quien le pertenece a Louis.

7 días de sumisión [EN AMAZON] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora