8. Silencio

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Después que salí de la casa del Sr.Barlow miré al cielo, el sol me cegó  por completo, no tenia idea de que hora era, luego de unos segundos frotando mis ojos con mis manos, mire la hora y eran las 4:30 pm, al ver la hora me apresuré  más en cruzar la calle y entrar a mi casa, mamá me matará bueno aunque pensándolo bien "Estaba en la casa de Laura", reí  para mis adentros.

Crucé la calle, en frente de la puerta pensé una y mil veces en entrar pero no podía esconderme siempre, ¿o si?
Giré el manubio de la puerta y entré, silencio, era todo lo que había, ningún ruido por ningún lado, me pareció extraño, era domingo mamá debería estar en casa, a no ser que esté dormida pero ella no acostumbra a dormir hasta tarde, así que caminé de puntillas y me dirigí a la cocina tomé un cuchillo afilado que había encima del desayunador, era mejor prevenir que lamentar.

Inspeccioné cada rincón de la casa excepto el sótano, no había nada hasta el momento, abrí la puerta que daba al sótano y silenciosamente empecé a bajar las escaleras, se oían susurros de alguien y otra voz gritándole ha cierta persona. Me detuve en el tercer escalón al escuchar lo que le decían.

—¡Sabes que todo desde un principio  fue fingido, ahora me darás lo que quiero o lo haré a tu preciada hija lo mismo que te haré a ti justo ahora!— decía una voz fuerte y muy varonil, bajé un escalón más, los susurros eran de mi madre, estaba atada a una silla con varios golpes en la cara, no podía  distinguir de quien era esa figura, el muy bastardo empezó a desnudarla aún atada a la silla estaba tan vulnerable, que todos mis adentros enfurecieron de tal manera que mi conciencia sólo me decía:

¡Vamos Bárbara, entierra ese cuchillo en su corazón!

¡Vamos, hazlo!

¡Cobarde!

¡Dejarás que esa escoria lastime a tu madre en frente de tus ojos!

¡Hazlo!

Las voces en mi cabeza no me dejaban pensar con claridad, no quería asesinar a alguien esa no era yo, pero los gritos de mi madre cada vez eran más fuertes, bajé las escaleras aún más, había una luz encima de la cabeza de mi madre alumbrandola, esta estaba desnuda y aquel hombre encima de ella penetrando con mucha fuerza, no lo pude evitar y los gritos de mi madre me enfurecieron aún más.

—Dé...ja...meee— decía entre lágrimas— animal, bastardo.

Este sólo la penetraba cada vez más fuerte haciendo que la sangre en todo mi cuerpo empezara a hervir, no podía seguir viendo a mi madre sufriendo así y yo teniendo los medios para acabar con ese hombre.

Terminé de bajar las escaleras y con todo el valor del mundo, me coloque detrás de él sin que se diera cuenta y comencé ha apuñalar a aquel hombre haciendo que cayera a los costados de mis piernas, cuando estuve segura de que ya no respiraba lo deje a un lado de mi, solté el cuchillo y me dispuse a tranquilizar y desatar a mi madre.

—Ya pasó tranquila, estoy aquí— le decía mientras la abrazaba y le acariciaba el cabello.

Hice que mi madre se levantara y subiera conmigo para que se diera un baño, ella no hablaba cuando quería decir alguna palabra sólo salía llanto sin ella poder controlarlo, era terrible yo había presenciado aquel acto tan brutal que aquel hombre había hecho con ella, no sabía su identidad y no me importaba, solo me importaba mi madre y lo que él le había hecho.

Dejé a mi madre en su habitación para que se diera una ducha y saliera un poco de la fustracion y de lo que acababa de pasar, iba de nuevo al sótano, pasé por el espejo del pasillo y vi mi ropa y todo mi cuerpo hecho un desastre con toda la sangre que derrame del hombre, duré unos minutos mirándome y mi conciencia no me dejaba tranquila.

La tragedia de Bárbara CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora