7. ¿Vainilla o chocolate?

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Axel

Luego de que Bárbara quedó inconsciente en mis brazos, duré unos minutos en una lucha con mi conciencia de sí la llevaba o no a su casa, termine escogiendo la segunda opción, ya que ella no estaba consiente de si misma y tampoco a su madre le gustaría que ella llegara borracha a la casa.

La cargué y me adentré en mi casa, la lleve a mi habitación y la recosté en la cama, me senté a su lado por si se despertaba.

Le acariciaba el cabello se veía tan inocente la pequeña dormida, que solo me quedé observándola hasta quedar dormido junto a ella, nadie en su sano juicio le haría daño a una persona inconsistente, mucho menos aprovecharse de alguien tan vulnerable.

No les mentiré me hubiera encantando tenerla bajo mis brazos sería uno de los mayores placeres, pero no en este momento, eso llegará a su tiempo. Muchos pensarán que soy un estúpido, pero no, soy un hombre con valores y principios, nunca me aprovecharía de una niña ebria.

Al otro dia...

Bárbara

Lo primero en entrar por la ventana es un rayito de sol que me hace quedar casi ciega, nubló mi vista. La cabeza me iba a esplotar palpitando de dolor. Di una vuelta en mi cama y sentí a alguien que estaba de espaldas a mi.

¿Quién diablos era?

Y lo más importante, ¿Qué rayos hacia en mi cama?

Está persona se movió al percatar que me volteé hacia donde él, hice el menor ruido posible, examiné la habitación que se suponía que era la mía y conforme iba avanzando con la mirada me percaté de que no era mi habitación.

Entonces, ¿Dónde diablos estaba?

La habitación tenía las paredes oscuras algunos póster de bandas musicales e incluso un póster con una foto de mi madre autografiado, era muy raro. Justo cuando me volteé para sentarme en la cama, mi estómago me estaba dando indicios de que quería expulsar todo de mi, me senté en la cama con las piernas al aire, me levanté, no mantenía el equilibrio, dos pasos.

Dos pasos... fue lo único que avancé para que ocurriera un desastre en aquella habitación. En cuestión de pocos segundos estaba agarrandome de una pequeña mesita de noche evitando caerme, vomitando como nunca en mi vida pensé que lo haría.

Unos brazos fuertes me sostuvieron cuando termine de perder el equilibrio por completo, esos brazos me apretaban con fuerza para que no cayera al piso mientras seguía vomitando sin parar.

—Deberías medir cuanto alcohol tomas en una noche—  dijo aquella persona con una voz muy varonil. Paré de vomitar y gire sobre mi eje con esa persona aún sosteniendome.

Y ahí estaba él...

Sin camisa, con sólo unos pantalones desahogados para dormir...

Ese abdomen tan perfecto...

Esa sonrisa...

Esa cara risueña...

Ese cabello desarreglado...

—A...Axel— tartamudé, tanta perfección en una sola persona, era difícil de creer.

—Hola Bárbara.

No podía ser cierto, había despertado en la cama de mi vecino del frente, el más fastidioso, como pudo ser esto posible apenas nos saludamos y ya amanecí en su cama.

¡Mierda!

Me solté de su agarre lo más rápido que pude, no se como no me caí, pero dí unos dos pasos más para volver a sentarme en la cama, quería alejarme de él, tenía miedo de lo que pudo haber pasado entre nosotros la noche anterior.

La tragedia de Bárbara CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora