Revolvió su cuerpo una vez más, sintiendo la cálida y reconfortante colcha bajo su espalda. Sus piernas dolían, era algo leve, pero aun tenia moretones. Las cobijas de terciopelo acariciaban con suavidad todas sus heridas recién curadas. Su cabeza ya no la atormentaba con aquella jaqueca incesante y por lo menos, ya se podía mover con facilidad. Ella abrió los ojos lentamente y se encontró con una espaciosa habitación iluminada por un radiante sol asomándose desde afuera. Despertar de una espantosa serie de pesadillas que la habían hecho temblar, era lo mejor que le había pasado en la vida.
Se reincorporó con un suspiro y frotó su frente. Miró su propio torso y se enteró de que estaba cubierta por un fino camisón de seda blanca que la vestía con delicadeza, sin molestar sus cicatrices.
Vio por la ventana, aun si levantarse de la cama, esperando tener indicio de donde se encontraba, pero nada le parecía familiar. Era extraño. No sabía cómo había llegado allí ni lo que había pasado la noche anterior. Eso comenzó a espantarle. No quería estar sola, quería a alguien que le explicara... prácticamente, toda su vida, porque el pasado lucia oscuro y vago en ese entonces. Estaba aturdida y lo único que persistía en su memoria eran las horribles secuelas y el dolor. El miedo. De pronto estaba presa de pánico, otra vez. Ya no estaba en la habitación, estaba dentro de un auto volcado, sin salida. Sus brazos le proporcionaron un abrazo desesperado antes de que las lágrimas empezaran a brotar de sus ojos. La inquietud le presionaba el pecho de una manera exagerada.
Ahogó un chillido e intentó pensar en que esa escena no era real. Justo en ese instante, como caído del cielo, un hombre se abrió paso a prisa y la rodeó con sus brazos, trayéndola de vuelta al presente. El la sentía temblar y tambien sentía como las gotitas de agua salada mojaban su camisa. La muchacha apenas podía respirar, pero al saber que había alguien a su lado, trató de relajarse un poco.
-Tranquila, tranquila, estoy acá, mírame, mírame- su voz era áspera y profunda. Tenía un exquisito acento europeo. La chica, apenas al oír esas palabras aliviadoras, fue sacada de ese pozo de sombras y temor.-¿Estás bien ahora?- preguntó. Su respuesta se quedó atascada en la garganta. Estaba tan noqueada por la visión de hacia segundos que le costaba asimilar lo que en verdad estaba ocurriendo.
-¿Quién...quien eres?- titubeó apenas. Miró su rostro y pretendió reconocerlo, solo que era realmente difícil. Detalló cada facción de ese hombre, pero no recordaba haberlo visto antes. Sus pómulos marcados, su barba dorada e incipiente que resaltaba sobre su piel pálida. Sus labios tenuemente colorados y prominentes. Sus ojos claros y penetrantes, con un dejo de misterio. Algo en el lucía feroz; haciéndola sentir como un venadito a punto de ser cazado. Era increíble cuan atractivo y peligroso podía llegar a verse.
Quizás en otros tiempos, ella probablemente hubiera quedado embelesada ante los encantos del hombre, pero ahora, solo sentía miedo de estar allí, prácticamente sola y débil, disfrutando de la compañía de un completo extraño.
En el fondo de su corazón, sabía que había algo en el que no le terminaba de agradar. Tuvo un mal presentimiento en cuanto lo vio a los ojos. Trataba de ignorarlo, pero era imposible. No sabía el motivo, tan solo así pasaba. Quería correr lejos de esa casa. Se sentía secuestrada, retenida contra su voluntad en ese cuarto y ese abrazo protector se estaba convirtiendo en una cárcel que solo buscaba dejarla privada de oxigeno. Su cabeza era un desastre, tenía visiones y alucinaciones sin control, alucinaciones aterradoras. En ese punto creía que se volvería loca- ¿Quién eres tú? ¡Dime!- comenzó a forcejear para soltarse, sorprendiéndolo por completo- ¡Suéltame! ¡QUE ME SUELTES, HE DICHO!- gritó como si estuvieran a punto de matarla
-¡Está bien, está bien, pero cálmate!- obedeció sus ordenes y en ese mismo instante, ella salió disparada hasta la puerta, quiso abrirla y supo que estaba cerrada con seguro
-¡¡Abre la puerta, abre la puerta!!- giraba el pomo de un lado a otro- ¡ABRE LA MALDITA PUERTA, AHORA! ¡AUXILIO!- pegaba patadas y puños a diestra y siniestra, resonando con fuerza la puerta de madera- ¡Déjame salir! ¡POR FAVOR, DEJAME IRME!- suplicaba entre gritos mezclados de tristeza y rabia-¡AYUDA! ¡ALGUIEN QUE ME AYUDE A SALIR!
-Ya fue suficiente, amor- su escasa paciencia se había colmado. Con ayuda de una fuerza y velocidad superior a la de cualquier ser humano común, apareció frente a la chica en menos de un segundo. Eso solo consiguió espantarla aun más. Soltó un alarido e intentó huir, pero él se lo impidió; agarró con firmeza sus fragiles muñecas y la obligó a mirarle a los ojos- Vas a olvidar lo que acabas de ver y ahora te quedaras tranquila. Serás obediente- ordenó pasivo, casi del mismo modo en que le habló cuando trató de detener su ataque de esquizofrenia. Ella lo miró, totalmente perdida y desubicada. Ahora había un poder mayor ejerciéndose sobre su cuerpo, controlando todo en su cuerpo y su mente. Repitió todas las palabras que el pronunció cuando esa sensación de serenidad le inundaba.-Bien- afirmó, satisfecho de haber logrado acallarla antes de que alguno de los que se encontraban en esa casa se alarmaran.
-¿Quién...quien eres tú?- volvió a preguntar, como si apenas acababa de notar su presencia
-Yo soy Niklaus Mikaelson
-¿Nikla...us? ¿Te conozco de algún sitio? ¿Deberías resultarme familiar?- le miró preocupada. Su memoria parecía haber fallado.
-No, no, yo... yo te rescaté anoche
- ¿Rescatarme? ¿De qué?- sus ojos se abrieron como platos. Niklaus estaba anonadado ante la pregunta. Se dio cuenta de que ella no recordaba nada de la noche anterior. Frunció el ceño, confuso y molesto por algo que solo el conseguía entender. Esa bruja tendría su merecido. Le había mentido y lo pagaría caro.
-¿No recuerdas lo que te ocurrió?
-¿Qué me ocurrió?- le interrogó con insistencia. Él le dio la espalda, tratando de darse un tiempo para escoger sus palabras con sutileza.-Niklaus, por favor, dime. Yo...yo tengo borroso mucho de mi pasado, no sé qué ocurre... estoy perdida- posó su mano en el hombro del muchacho y trató de que la mirara a la cara-Por favor...
-De acuerdo... yo contestaré todas tus preguntas
-Tienes que ser honesto conmigo ¿puedo confiar en ti?
-No tienes más opción- sonrió amargamente.
-Es cierto...- asintió con la cabeza- Es cierto, no tengo más opciones que creerte. Tu eres lo único que tengo ahora.- le dijo. Eso removió algo infrecuente en lo más recóndito de Niklaus; sus palabras de pronto se sintieron como la carga más pesada sobre sus hombros. Pensó que podía restarle importancia, pero no era sencillo- No habrá más realidades que lo que tu digas. Y créeme que se siente realmente tenebroso y me asusta, pero lo haré. Serás un desconocido, pero... aquí estás conmigo, me salvaste... yo, yo debo confiar en ti
-¿Entonces confiarás en un completo incógnito?
-Si- respondió con seguridad.
-Tú misma corres el riesgo, ______...
-¿______? oh, yo... ¿mi nombre es ______?-le interrumpió, confusa.
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Beauty and the beast (klaus Mikaelson y tu)
Fiksi PenggemarUna historia tan vieja como el tiempo Una canción tan vieja como la rima Tan reales como pueden llegar a ser Se dice que solo aquella Bella de corazón y pura de alma podrá volver sensible hasta a la bestia más inhumana. Ella es humilde y bondadosa...