Capítulo 8. Rubia asesina.

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— Maldita sea.

Estaba corriendo a lo largo de la carretera, como diario lo he hecho después de terminar la universidad. El sol apenas y se hacía visible y aún así yo ya llevaba más de la mitad del recorrido, ¿sorprendente? No, para nada. El cielo, las estrellas y las palabras de ella en mi mente, su voz, su risa, su sonrisa, sus lágrimas.

— Demonios, — repito una y otra vez mientras mis pasos van hundiendo de a poco la carretera hasta que en uno mi pie derecho queda totalmente atorado. — Mierda, que también va a llover o a CAERME UN RAYO! — grite hacia el cielo apenas transitado por un avión y unas cuantas aves.

"Si claro, sigue gritando al aire Luy, ella podrá escucharte" pensé con gran ironía, saqué mi pie con cuidado del bache que había formado y con un poco de dificultad llegué hasta mi casa apenas cojeando. El día de hoy no iría a trabajar y tenía la excusa perfecta gracias a mi mal humor, después de marcar al trabajo y dar mi honorable renuncia de esta semana, por que no había nadie más competente en la empresa como yo, me recosté sobre el sillón con la pierna sobre la pequeña mesa de centro con un vendaje ligero y hielo. Para mi gran desgracia o fortuna, mi mejor amigo ha tocado a mi puerta vuelto loco, como si fuera el fin del mundo, ja, ojalá lo fuera.

A duras penas voy y abro la puerta dejando que el caiga frente a mi en cuanto me hago a un lado.

— Hola Luy! ¿Cuánto tiempo? —dijo de una forma tan, iluminada.

— ¿Cómo que cuanto tiempo? Si ayer fuimos a beber después de trabajar. Si bien tu memoria se ha ido como el agua por el drenaje.

— Tan gracioso que como siempre ¿no? Como sea, adivina que paso hoy!

— No lo se, no me interesa. —fui cojeando hasta el sillón tomando mi anterior posición a su llegada.

— ¡Claro que si te interesa! Fue, espera... ¿Que le paso a tu pie?

— Ja, ja, despistado, ¿apenas te diste cuenta? Pudiste caer sobre ella, yo gritado y tu seguir hablando de estupideces.

— Ah, pero. Si, tienes razón pero esta estupidez lo vale.

— Si se trata de Elena — amenace con la voz pero el tomo mi pie lesionado y sonrió aterradora mente. — Ni se te ocurra intento de murciélago.

Ni una palabra soltó en cambio una maldita sonrisa diabólica se posó en la cara de ese maldito ángel, acomodando así mi pie y en el proceso desgarraba los músculos del mismo, salía sangre y el mal nacido ponía las gotas al aire como si fuera gravedad cero.

— Iré por la carne, y deja de llorar bestia.

— Te mataré Ray! —le grite con unas pocas lágrimas saliendo de mis ojos.

No importa cuanto tiempo pasara, esos malditos "remedios milagrosos" que el me hacía siempre iban a doler, el que sea una bestia y me cure de una manera "fácil" no quiere decir que no duela. Al menos me hizo olvidar lo que sea que estuviera pensando.

— Si, ya, como sea. ¿Que tienes en la cabeza? Demonios Luy, llevamos un par de años lejos de casa, de lo que podemos llamar un hogar, si bueno tu vida es rara y descubriste, o más bien recordaste, que eres adoptado y tu hermana adoptiva confeso sus gustos y sentimientos hacia a ti y un millón de cosas más así que, no eres el único con problemas ¡el mundo tiene problemas¡ así que ve al grano. Ahora ¿que es lo que ocurre? — regreso con un pedazo de carne enorme sacada de el congelador, se me olvidaba que el podía conseguir ese tipo de cortes a buen precio para que yo no saliera de caza por las noches. ¿El mejor amigo de todos? Quizás, mientras no matará en las noches por "comida" todo estaría bien.

NendryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora