Capitulo 9. La Sirena

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- Algún día seremos libres, confío en ello Hamu - susurro una mujer de largos y lacios cabellos negros que ya hacía sentada en un acantilado, los pies al aire meciéndose con delicadeza y nostalgia, aquella mujer de tez palida se limitaba a tener los ojos cerrados mientras la brisa del mar acariciaba su piel.

La noche era estrellada y la luna mostraba una tímida sonrisa, tras largo tiempo de estar ahí la mujer se levantó y al mismo tiempo abría los ojos negros que tan especial la hacían.

- Trina - se escuchaba a lo lejos alguien gritar - Catrina - se escuchaba de nuevo, y a lo lejos se veía una pequeña de tez obscura correr con todas sus fuerzas.

Catrina, se alejo del acantilado y acercó hasta que estuvo a unos pasos de la pequeña.

- ¡Trina! - la niña choco bruscamente con las piernas de la mujer para después abrazarla y tomar con sus pequeñas manos el vestido de la mayor.

- Akina... - Mencionaba con tanta tranquilidad sin embargo la pequeña le sujetaba el vestido en puños y comenzó a llorar.

- Crei que me dejarias, no te vayas trina, no me dejes, no me dejes nunca, por favor -decía entre lágrimas y gemidos.

La pequeña no paraba de llorar por lo que Catrina la separo con delicadeza e inco en el pastizal para estar a la altura de Akina.

- Pequeña rizzoto, no te puedo prometer quedarme por siempre contigo, todo tiene un tiempo y el de nosotros es distinto, tendras que vivir millones de cosas en el futuro y tal vez yo ya no este contigo en ese momento pero, - detuvo sus palabras y acaricio con sus manos el delicado rostro de la niña pasando lentamente sus dedos por sobre las heridas de una de sus mejillas, alzando asi la mirada de Akina - antes de todo ello, estare contigo, protegiendote contra todo, no importa que sea.

Lágrimas cayeron, sus manos se mojaron pero agua a su alrededor no había, poco a poco el cuerpo de la joven de cabellos negros se deslizó a uno de los costados dejando a la pobre Akina sin respiración. Miraba a la chica que hace unos pocos meses la había recojido de un basurero, sus ojos sin luz y su piel sin brillo.

- Maldita perra desgraciada - se escucho la voz de alguien a espaldas de Akina quien después escupió - descansa y nunca vuelvas, estas tierras no son para ustedes, monstruos.

Akina tardo en reaccionar pero no quería ni moverse, el miedo la consumía y su respiración disminuyó drástica mente, volteo lentamente a ver a la persona que mato a su amiga y se encontró con el conserje de la escuela donde Catalina trabajaba; el hombre, cinco veces más grande que Akina, la volteo a ver.

- Oye mariposa, ve a casa, puedes volver a lado de tu madre.

El hombre empezó a alejarse del lugar a pasos lentos cuando sintió su cuerpo tenso, de un momento a otro fue arrastrado por todo el terreno como si un bebé gigante lo sujetará, paso un tiempo, el hombre pedía ayuda a la niña y está le miraba sin saber que pasaba cuando a un lado de ella el cuerpo de su amiga se levantaba de a poco y lo señalaba.

- Perdona Catalina, llegue más tarde de lo esperado -dijo entrando en escena acercándose al cuerpo ya fallecido de la chica que era poco a poco invadido por una esencia verdosa proveniente del joven.

- El hombre, e el hombre, -

- Calla ya, sacó de basura, no deberías si quiera decir algo. - fue lo último que dijo Catalina antes de hacer que el hombre explotase y de desplomarse en los brazos de su amor joven.

Akina, sin saber que hacer, quería huir de aquella situación pero no sabía si era lo correcto pues la única mujer que le había dado afecto estaba frente a ella, muerta, en los brazos de un desconocido.

NendryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora