Capítulo 3: Las bullies.

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Crazy by: Shawn MendesJsjsjs

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Crazy by: Shawn Mendes
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BRIAN

Dos semanas habían avanzado demasiado rápido, las clases eran sencillas y ágiles, poco a poco me iba acoplando a las nuevas materias, maestros, temas. Pero lo mejor de todo era que Rogerina había aceptado entrar a la banda que teníamos en prospecto; era bastante talentosa con la batería, tocaba con una emoción inigualable. Puedo jurar que, cuando Freddie le hizo la "prueba de carbono" me quedé cual idiota viéndola.
Jade me había dicho durante toda la semana que me atraía, y bueno, le daba un poquito de razón. He notado lo inteligente que es, puesto que aún se sienta a lado mío, ama la misma música que yo. "Ella es la indicada", me dijo John. Ya se había hecho amiga de mi hermana, de Freddie y John, además de la novia de Fred, Mary quién, a perspectiva mía, sólo la quería para ella sola, tal vez sea el hecho de que nunca había tenido una amiga cómo tal, o al menos eso nos comentó una vez.

En estos momentos, nos encontramos saliendo de la escuela. Rogerina se había adelantado puesto que su madre la llamó pidiéndole que se tardara lo menos posible y lo entendimos, todos nos despedimos de ella y, antes que de que fuera, a mi me dió un beso en la mejilla, seguido de una sonrisa coqueta.

Nunca, en mis 17 años de vida, me había pasado algo así.

—Ufff Brian, a leguas se ve que la tienes loca. —Mary me golpeó el hombro suavemente, sonriendo coscorronamente.

—Ya huele a boda, señores. —comentó John, continuando con la broma.

Todos continuamos riendo, y yo no pude evitar pensar en las posibilidades de ser novio de aquella chica de pelo rubio. Era la única con la que podía charlar de cualquier cosa, y teniendo sólo dos semanas de conocerla ya sentía que la conocía de toda la vida. Me encantaba su estilo para vestir, ponía sumo cuidado en cosas que ni siquiera tenían sentido para otras personas; cuidaba mucho su labial, su rimel, su delineador, incluso sus anotaciones en la libreta, tardaba un tanto en hacer un título, pero siempre quedaba conforme con su trabajo. Incluso Freddie le pedía prestada su libreta de tan bella que la adornaba, aunque su orgullo se viera en el suelo.
Todos salimos de la escuela al mismo tiempo, Freddie junto a Mary, Jade platicando sobre sus clases con John, pues lo consideraba su mejor amigo, mientras que yo me limitaba a pensar, sobre todo en Rogerina.

Tan absorto estaba que jamás de di cuenta que Rogerina estaba ahí, parada, frente a la escuela, con la cabeza gacha y tocándose muchas veces las mejillas, ¿Estará llorando? Miré a los demás, tenían la misma cara que yo, estábamos confundidos.
Pronto, tres chicas se acercaron hasta donde ella, acorralandola en la pared. A vista fácil se veía que Rogerina estaba asustada, así que no dudé demasiado y crucé la calle para ver qué pasaba.

—¡Hey! ¡Rogerina! —la llamé, justo detrás de las chicas, quienes inmediatamente me miraron mal.

—¿Y tú qué quieres, mechudo? Awwww ya se, ¿Eres el novio de este inútil? —me dijo la más alta de las tres, quién tenía a Rogerina en la pared.

—B-basta, déjenlo. —pidió, con la voz cortada. Eso me causó un nudo en la garganta.

—Ah no, mi amor, él tiene que saber la verdad sobre ti, fenómeno.

—P-por favor, b-basta...

—¡Ya cállate! —Rogerina no pudo seguir hablando, la chica que antes me había insultado golpeó su mejilla, causando que cayera al suelo.

Pude escuchar a lo lejos que los chicos venían, ¿Qué más pasó? No lo sé, me quedé tan pasmado al ver como la chica segura, sonriente y cálida que siempre estaba a mi lado en las clases estaba sollozando, con el labio inferior roto, un pequeño moretón en el ojo y su camisa blanca, que tanto me gustaba, manchada de gotitas de sangre.
Jade, Mary, Freddie y John se quedaron peleando con las tres chicas, que no tenían interés en irse a menos de que les dejáramos a Rogerina en el suelo; yo me dediqué a ayudarla a levantarse y llevarla lejos de ahí, hasta su casa, tanto susto provocaba que ni siquiera podía mantenerse de pie.

—N-no Brian, está bien, puedo irme sola... —me dijo pero no tuve la intención de escucharla, la tomé por la cintura ayudando a que caminara. Cosa que a ambos nos sonrojó.

—¿Estás loca? Algún pervertido puede aprovecharse de ti en tu situación. No podría permitirlo.

Asintió, pero tan pronto que ni siquiera me di cuenta, había vuelto a llorar. Se veía tan indefensa.

—Me siento mal, Brian. Quisiera morir, morir para olvidar esto, todo.

Su llanto se hacía cada vez más desgarrador que no pude soportar más y paré en seco. La miré a los ojos, tratando de que mi mirada le transmitera era la confianza que necesitaba en estos momentos. Limpié sus lágrimas procurando no lastimarla pues los golpes aún seguían intactos.

—Lo siento... —sorbió un poco su nariz— Por mentirles, no me llamó mi madre, me llamaron ellas.

—¿Y porque accediste a salir?

—Por miedo...


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