Capítulo 36

1.4K 101 12
                                    

-PENÚLTIMO CAPÍTULO-

Estaba muerta de pánico en cuanto me miré al espejo. El vestido negro se ajustaba perfectamente a mis desalineadas curvas. Tenía que enfrentarme a verle allí, tendido en un ataúd, vestido elegantemente, mientras un poco de maquillaje adornaba su rostro.

Me preguntaba cuanta gente iría. Dudaba que fuese mucha, pues la lista de familiares se resumían prácticamente en mí. Sin embargo, papá tenía muchos contactos. No se sí era bueno o malo si posiblemente, estuviera yo sola en aquel lugar —en compañía de Sarah y Marina— , porque en ese caso, reflejaría estar en un estado total de amargura y soledad. Mas a su vez, lo deseaba. Estar sola, en compañía del silencio. Anhelando cada recuerdo perdido.

Desde que se fue, lo único que sentía era un vacío pleno en mi estómago. La rutina era extrañarle, sentir un sentimiento de desolación total, que un nudo se formase en mi garganta y después romper en llanto.

Me maquillé un poco, sin muchas ganas. Apliqué un poco de base, para que no se notara mi mala —horrible— cara y rímel. Necesitaba salir cuanto antes de aquella casa, a si que cogí lo necesario y cerré la puerta con llave, para después sentarme en el bordillo de la acera. Un flashback invadió mi memoria cómo sí de un rayo se tratara. Días atrás, en el que papá me compró helado y nos sentamos en ese mismo bordillo, mientras nos contábamos nuestras penas.

El sonido de un claxon me sacó de mis pensamientos. Un lujoso coche se mostraba ante mí. Sarah y Marina salieron de aquel coche y me miraron con un punto de lástima que me hizo estremecer.

Cabe decir, que pese a estar en un funeral, ambas iban muy guapas. Sarah se presentaba con una falda de color negro, y una camiseta blanca; y mi compañera de cafetería un mono negro conjuntado con unos tacones del mismo color. Me levanté de la acera y me dieron un cálido abrazo, que me hizo recordar al lugar al que estábamos a punto de ir. Sin pronunciar palabra me metí en el coche, y a continuación lo hicieron ellas. Estaba muda, no me apetecía hablar. Simplemente sumergirme en pensamientos ajenos a esta realidad.

El trayecto fue largo, pero ameno a su vez. La hora de viaje transcurrió en imaginarme a Niall y a mí juntos de nuevo. Algo no bueno para mí, pues sólo hacía más que torturarme con que todo eso era un error. Pero cuando vi el alto edificio del tanatorio, el sudor frío se apoderó de mis manos y el corazón empezó a bombearme muy rápido. Miré el pequeño trozo de tela negro atado en mi muñeca, dándome unas pocas fuerzas para enfrentarme a lo que venía a continuación. Observé el edificio de nuevo. Por su altura, llegué a la conclusión de que podría considerarse hasta como un rascacielos.

Me adentré en él con miedo, y con mis amigas dándome un apoyo infinito. La entrada me recordaba a la de recepción de un lujoso hotel, pues era muy grande y estaba decorado con cristaleras azules opacas. Había unas escaleras grandes recubiertas con un cristal totalmente invisible, a si que sí tenías miedo a las alturas era mejor no subir por ahí. Busqué con la mirada el tablón enunciativo que me indicara donde estaba la sala número 36. Finalmente, teníamos que subir a la planta 4. Cuando llegamos a la que nos correspondía, las tripas se me revolvieron por dentro y los nervios se me acumularon en la boca del estómago. Giré la cabeza a la izquierda, encontrando una vista estupefactamente preciosa: una de las paredes estaba recubierta por un cristal, dejando ver toda la ciudad de Londres, algo ocultada por una fina capa de niebla. Volví la vista a la sala 36. Me sorprendió muchísimo ver la gente que había. No porque no hubiese nadie, sí no porque había un montón de personas. Avancé con pasos torpes hacía la habitación. A medida que avanzaba las tristes miradas se fueron situando en mí, por lo que llegué a sentirme un poco intimidada. Diferencié varios tipos de miradas: de pésame, de tristeza, de hipocresía, de superficialidad... lo que hizo sentirme un poco mal por aquellas personas. Sin embargo, desconocía a la mayoría de presentes expuestos allí. Posiblemente alguno hubiera sido un socio de mi padre o tal vez amigos, o amigos lejanos, o personas que querían quedar bien. Finalmente, todo el mundo se giró hacia mí, lo que provocó que me sintiera pequeña.

Escondidos → Niall Horan || (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora