Capítulo 29

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Una semana. Siete días eran los que habían pasado desde que acepté la propuesta de Niall. Pero con ello las inseguridades y los temores. El miedo a estar en la sombra. O mejor dicho, ya estaba en ella. Al parecer el mundo entero ya se había olvidado de mí. La nueva expectación era la relación de Sarah y Niall. Las fotografías salían cada dos por tres, y con ello los rumores también. ¿Quién era Sarah Lark? ¿Tenía dinero? ¡Oh, bienvenida al club de las ricachonas que salen con cantantes de moda!

Lo peor de todo fue cuando vi la primera fotografía. La noticia inundó todas las revistas del corazón del país y cuando la vi en aquel supermercado no dudé en cogerla, aunque doliese. Aparecían agarrados de la mano, con Hyde Park de fondo. Sí no supiera que era una relación falsa hubiera supuesto que las sonrisas eran auténticas. Aunque quién sabe, tal vez en ese momento sí lo fuesen.

Desde el día de la propuesta no había vuelto a ver a Niall, y en parte era mejor así. Me dolía verle, saber que la chica que había besado no era yo; que había otra persona a la que había agarrado de la mano.

Solté un suspiro y me centré en el cielo encapotado de Londres. Unas nubes espesas grises tapaban el sol que daba alegría a aquella época del año. Un pitido procedente de mi móvil sonó, indicándome que acaba de recibir un mensaje.

«Y hablando del rey de Roma...»

Quedamos en el cobertizo de Ana Frank a las siete. Ven por favor, te lo suplico. Necesito verte.

El cobertizo de Ana Frank. Así llamábamos a la azotea. ¿Quién no se había leído esa historia alguna vez? Una niña judía que es reclutada por alemanes. Que sólo quiere vivir su vida y cumplir sus sueños. Llegar a una meta en la vida. Digamos que el conbertizo en el que se refugian los Frank y compañía era parecido al nuestro. Sólo querían salvarse. Ser felices. Caso similar. Sólo queremos tener un poco de felicidad. Huir de los problemas. ¿Nos mereciamos en verdad esto? Si lo pensamos somos marionetas del destino. Nos dejamos controlar fácilmente por las personas, por los hechos, por el tiempo. Los seres humanos somos controlados por otros seres humanos. Y así sucesivamente. Nadie controla a nadie, sí lo pensamos bien. Es algo siemplemente sucesor. Si alguien tiene el poder es por que tiene dinero. El dinero también nos controla. Nos cataloga. Te da una etiqueta. Y tiene que ocurrirte algo grande, muy muy grande para que eso cambie.

Pensé en la respuesta al mensaje, aunque no hiciera falta. Tecleé un basto "sí." y dejé el móvil en la acera correspondiente a mi calle, enfrente de mi casa, donde me hallaba sentada viendo a la poca gente pasar. Mimí se situó a mi lado, ronroneado cada vez que la acariciaba. El pequeño, viejo y sucio coche de papá estacionó en la puerta de casa.

—No deberías conducir, papá. No estas en condiciones de hacerlo —expliqué una vez que se bajó del coche.

—En realidad, no estoy en condiciones de hacer algo. Me voy a morir cariño, tengo que hacer cosas, por simples que sean. No quiero pasarme los días que me quedan en la cama —respondió con la voz rasposa y fatigada.

Me sorprendía el humor con el que se tomaba este tema. También lo agradecía, por supuesto.

—¿Sabes algo de tu novio? —preguntó sentándose doloridamente en el suelo, a mi lado.

—Niall no es mi novio, papá.

—Sabes a lo que me refiero. Amantes-que-se-ven-en-la-sombra —di una leve carcajada, respondiendo:

—Pero es mejor a sí.

—Os están obligando.

—Sí, nos están obligando pero no podemos hacer nada. Ese es el caso.

—¿Habéis quedado? —asentí ligeramente con la cabeza—. Te va a hacer daño, y no quiero.

—Permíteme decirte que el daño ya está hecho. Tengo coraje y confío que con el tiempo se recupere todo.

Escondidos → Niall Horan || (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora