Es algo irónico.
Él que las personas mueran tan jovenes. Sobredosis, suicidio e incluso a mano armada.
Es algo bueno hasta cierto punto.
De esta forma su memoria es joven. Se vuelven inmortales.
Yo siempre creí que sería ridículo ver a un anciano con tatuajes en la cara, orificios en los labios y otras cosas.
Pero parece que nunca veré algo así.
Los artistas, famosos cantantes mayormente. Son aclamados por el mundo y finalmente, al momento crítico, mueren. Fallecen de formas muy curiosas; como si el mundo no quisiera verlos arrugados y con bastones. Hablando lentamente y gritando al no escuchar.
Ser aborrecidos por los futuros jovenes.
Pero ellos se mantienen en nuestra memoria. En el mejor momento de sus vidas. Con caras lisas, suaves. Cabellos coloridos y puros... Todos son tan. Perfectos.
Como si una persona los hubiera creado con el único propósito de existir y ser pintados en un lienzo para nunca más ser vistos de otra forma. Jamás. Mueren siendo puros. Entre llantos callados y cigarros sucios. Cada uno más solitario que el otro.
Finalmente se vuelven infinitos. Recordados como un joven, joven, rostro que jamás sonrió. Uno que de alguna forma, se rindió.
Ellos deben ser recordados de esta forma.
Simples. Niños.
Niños con crayon en la cara. Pintura acrílica en el cabello. Siempre sus sonrisas nerviosas. Bebiendo soda hasta que se rompe su garganta y aspirando el humo de las chimeneas hogareñas.
Simples. Infantiles.
Los otros murieron dormidos. Con corazones que simplemente se detuvieron. A algunos les faltaban dientes. A otros el cuero cabelludo. Siempre con rostros gastados. Tristes. Igual de solos.
Ellos son recordados como un simple cascaron que se vació solo. Con el tiempo tan secos como una pasa.
Tan creativos. Tan importantes para muchos, y tan insignificantes para otros; todo al mismo tiempo.
Pero bueno. A todos nos llegará tarde o temprano. Solo se espera.
Y se reza, a quien nos escuche, se reza.
Para que el mundo nos recuerde de buena manera. O que nadie jamás mencione nuestra masacrada existencia.