Caminas tan insegura entre la gente. Pero sigues agitando con rudeza tus lazos brillantes y cordones fluorescentes.
Tu mirada lanza fuego; uno que también te quema.
Hasta que nuestras miradas se cruzan.Y nos quemamos. Tu me quemaste. Yo te hice arder. Y nos fundimos juntos.
Volviendonos palidas candelas.
Corrimos sin descanso hasta caer bajo ese viejo árbol. Él fue testigo que nuestro atraco.Espaldas desnudas.
"No existe algo más impuro que entregarnos de esta forma a un par de ojos". Dijiste entre jadeos.Yo no dije nada; pues mi boca ocupaba tu lubricada cavidad.
Aunque pudiera haber dicho algo; no existían palabras para llenar ese silencioso momento.
Jamás te volví a ver. Pero tu rostro cada vez más afectado por la lejanía del momento se apoderó de mis sueños durante meses.
Tenías un rostro cansado.
Asustado e inseguro pues sabías que el pecado no se borra. No como tus labios color vino: esos que se derretian con cada beso que te fue otorgado por los míos.Luego de esa experiencia tus ojos se volvieron más oscuros, grises y sin vida. Te había arrebatado otra oportunidad de cambiar.
Oh extraña de cabello crespo.
Te arrebate otra costura.
Otro corte en esas palidas muñecas.
Las besé con toda la delicadeza que mis labios pudieron otorgar.
Pero pareció no ser suficiente pues lloraste en el acto.Sequé la lluvia en tus mejillas para recostar tu cabeza en mi hombro desnudo.
Me mojaron a mi también; pero no permití que iniciara otra tormenta bajo mis marcadas ojeras.
Jamás mencionaste tu nombre; si no lo sabía era mejor para ambos.
Así que escribo esto para hablarle a quien me escuche. Rezo para que sonrias alguna vez. Extraña habenaria radiata. Usa tus alas para huir de las vías.
Garza blanca. Deja de persuadirme con tus plumas crespas o te romperé como solo el mismísimo Lucifer sabe hacerlo.Como un ángel; expulsado del cielo.