I Un Omega adorable

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La primera vez que Holmes miró a John lo hizo de la peor de las formas. De una manera sucia, depravada y totalmente desmoralizada. Su primer sentimiento como ser humano, como hombre y como Alfa, fue dirigido hacia ese pequeño ser inocente y de rostro sucio por el carbón que no tendría más de cinco años. El primer pensamiento que tuvo por el delgado niño deshollinador fue;

—"Quiero follarte" —Así; crudo, seco y sin censura, la primera vez que finalmente miraba a alguien de una manera que no involucrara su trabajo había sido en realidad también la primera vez en que se odió con todo y más de lo que pudo haber deseado. No durmió en toda aquella noche, en realidad no lo hizo por casi cuatro días. Para el quinto, finalmente, pudo hacerlo.

Soñó con hacerle el amor a ese pequeño ángel. Al amanecer, habiendo cedido a sus deseos y sabiendo ya que no podría seguir viviendo de esa manera; buscó y contactó al "maestro" del niño, dio una dirección y nombre falsos e indicaciones reales de en dónde debía presentar los servicios de sus empleados. Entonces, en un ágil y certero movimiento, engañando totalmente al estúpido hombre, tomó al lindo Omega. Después de todo no lo extrañaría, Holmes estaba seguro de ello.

El pequeño temblaba, llorando silenciosamente entre sus brazos mientras que él tenía la sensación irrefutable y firme de estar haciendo lo correcto, aunque su razón le dijera todo lo contrario. Durante el viaje el pequeño se rindió, en el hollín de sus mejillas se dibujaban canales de lágrimas, mismos que descendían hasta su redondeado mentón y dejaba de esa forma al descubierto su piel pálida. Bien envuelto entre sus brazos, Holmes logró llegar al edificio en donde habitaba. Por fortuna, su casero era lo suficientemente viejo como para estar dormido cual tronco a esa hora todavía temprana de la noche.

Con sumo cuidado y aun con el pequeño entre uno de sus brazos, preparó un baño caliente. Sin decir palabra o hacer algún movimiento, el pequeño se dejó hacer con tranquilidad. Cuando finalmente logró sacarle todo el hollín y el aromático dulce perfume de Omega inundó el cuarto de baño, Holmes hizo hasta lo imposible por no caer de nuevo a sus infames deseos. Lo había tomado para que estuviera junto a él, para darle una vida mejor a ese ángel tan hermoso, para que le acompañara siempre con su adictivo olor. Por fin había hecho algo bueno por alguien más en toda su vida, no lo iba a arruinar cediendo a sus instintos primarios.

Una vez estuvo seguro de que el pequeño estaba limpió lo cargó hasta su habitación, era ya cerca de la media noche. Tomó una toalla y comenzó a secarle. Podía notar con tétrica claridad cada hueso debajo de la piel blanca como la leche, el pequeño estaba mortalmente desnutrido, eso explicaba cómo es que al cargarlo antes parecía no pesar más que los harapos que llevaba puesto. Al pasar la tolla sobre su estómago, lo que había de él, lo escuchó rugir, cosa que había estado esperado. Le secó el vientre y las piernitas, al llegar a su pequeño miembro la boca se le hizo agua, más al acercar la tela advirtió que el menor se retiraba. Cosa rara, no lo había hecho durante el baño cuando le tocó directamente.

—Lo siento —se sorprendió, disculparse jamás había sido tan fácil—¿Quieres encargarte tú? —El niño asintió, y aunque lo hizo mal Holmes lo dejó tranquilo. Una vez terminó, extendió la toalla en la silla postrada a los pies de la cama. ¿Ahora, que haría con la ropa? Fue al closet, sacó una camisa, seguro que con su tamaño al doblar las magas valdría por dos o tres de lo mismo. Aun así resultaría demasiado larga. Tomó uno de los listones azules sueltos del único vestido que había utilizado para uno de sus casos. En esa ocasión le habían pagado de maravilla, pero estuvo a punto de morir a manos del victimario luego que descubriera que había sido atrapado por un hombre vestido de mujer.

—¿Por qué está haciendo esto? —Su voz dulce y suave llegó directamente a la entrepierna de Holmes. Sería duro vivir con una erección perpetua, pero lo haría si con eso lograba pasar más tiempo con aquel adorable Omega—¿Va a venderme como lo hizo padre? —Holmes contuvo el aire, ¿qué clase de bastardo vendía a su propio cachorro?

Paraíso infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora