Capítulo 2

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El verdadero comienzo

Después de regresar del cementerio, como ya era demasiado tarde para intentar conciliar el sueño, me duché y me coloqué el uniforme que consistía en una blusa de cuello alta, de color blanca y que se abotonaba en el frente, la cual tenía un pequeño bolsillo en el lado izquierdo con el logo de la escuela y una falda de cuadros azul y negra que se ceñía en las caderas. La guinda la ponían unos tacones altos negros y unas medias de color blanco hasta las rodillas. Desde la muerte de Abby no había asistido al instituto y de alguna forma eso me dejó una sabor agridulce.

Estudiaba en el prestigioso y exclusivo colegio San Alejandro, la mejor y más renombrada institución del país. Me acomodé el cabello rubio y liso sin ganas, terminé haciéndome una coleta alta y trate en vano de disimular las ojeras. Bajé de prisa las escaleras, no quería coincidir con nadie del personal de la mansión y menos con mi madre. Con sumo cuidado entré en la cocina y tomé una manzana de la encimera y me deslicé con sutileza por la puerta trasera. Una vez en el exterior me encaminé hacia mi auto, un Audi R8 color negro y conduje hasta el colegio.

Mientras estacionaba mi mente seguía repasando mi plan de forma meticulosa. Necesitaba un punto de partida y para ello tenía que ir a la morgue, lo primero era ver si la autopsia había revelado algo que pudiera servirme de ayuda para encontrar al asesino. Bajé del auto y entré en el colegio antes de que empezaran las clases.

El colegio San Alejandro había sido en el pasado un castillo de la época renacentista, tenía esa aura oscura y misteriosa con torres altas y túneles subterráneos, era como Howgarts, solo que las escaleras no cambiaban de lugar y el sombrero seleccionador era una secretaria de 60 años que te decía a que clase debías de asistir. Fui hasta mi casillero y no pude evitar notar como todos me veían y susurraban entre sí en los pasillos, parecía que tenía tatuado en la frente "si soy yo, la mejor amiga de la chica que apareció muerta, en la entrada del estacionamiento", me daban asco. Si algo caracterizaba al prestigioso San Alejandro era lo mal intencionados que podían ser sus alumnos, todos hijos de las personas más influyentes del país. Si querías entrar en SA * tenías que estar forrado en varios cientos de millones o tener mayor coeficiente intelectual que Albert Einstein, o sea, ser de ese afortunado y selecto 0.2 % de la población mundial, así que básicamente el instituto estaba lleno de estúpidos niñatos creídos. En San Alejandro no bastaba que fueras rico, tenías que estar entre los más ricos, no bastaba que fueras inteligente, tenías que ser brillante, no bastaba con que lo tuvieras todo, tenías que tener más. Abby era la hija de Miranda Di Rossi, una ex modelo y empresaria italiana, heredera de la fortuna de los Di Rossi con Lucian Morganster, jefe del clan Morganster, conocido por sus negocios ilícitos y tratos con la mafia.

Por extraño que parezca el hecho de que el padre de Abigail sea un poderoso mafioso no es sorpresa para nadie, de hecho, es bastante normal, ya que todas las familias de esta escuela están ligadas indisolublemente a la mafia, algunas más que otras, eso es seguro, pero todas lo están, sin excepciones.

Lancé los libros al casillero con cierto deje de frustración y fui hacia el salón de Matemáticas, que era la primera clase. Sentir tantas miradas sobre mí me hacia sentir incómoda a niveles extraordinarios, pero seguí andando por el corredor, con la vista en el suelo y caminando a paso rápido hasta que llegué al salón y ocupé uno de los asientos al final de la clase. Poco a poco el aula se fue llenando y varias miradas curiosas se posaron en mí, genial, parecía que esto solo iba a empeorar. Resignada y con ganas de que el día acabara para llevar a cabo mis planes, saqué los libros y los coloqué sobre la mesa.

El aula de matemáticas era amplia y espaciosa, las paredes pintadas de un tono azul claro hacían contraste con el azul más oscuro presente en nuestros uniformes. Las mesas estaban situadas en perfectas hileras y tenían la capacidad de albergar hasta 4 alumnos porque el colegio fomentaba la interacción entre los estudiantes, -que bien-, cierto, yo estaba deseosa de interactuar. Nótese mi sarcasmo. Abby y yo siempre nos sentábamos juntas en la primera fila, »como te extraño amiga«, reprimí las lágrimas, debía ser fuerte por las dos.

De pronto se hizo un silencio absoluto en el aula, levanté la vista y busqué aquello que lo había ocasionado y lo encontré, les encontré para ser exacta. Parados en la puerta del aula como amos absolutos del universo se encontraban ellos...

»Así es como empezó todo, ilusa de mí que creí que podría vengar la muerte de mi amiga sin salir jodidamente dañada, que no entendí lo que era la mafia de verdad hasta que la viví cruda y destructiva. Jugué con la mafia, desafíe las normas, rompí las reglas y destrocé mi vida. Pero no todo fue malo, así como me rompí en mil pedazos, me reparé y me reinventé, me hice fuertes, indestructible, conocí ese amor incontenible, lleno de una pasión arrolladora, que te consume el alma y te funde la piel, conocí personas por las que daría hasta el alma, esa amistad real, sin restricciones, sin dudas, como bálsamo para las heridas que guardas en lo más profundo de tu ser, y descubrí mentiras y mis mentiras fueron descubiertas. Fueron tantos secretos guardados, que al final se desvelaron, porque como dice una frase muy famosa " tres pueden guardar un secreto si dos están muertos " pero a quien le importa, al fin y al cabo son Just Secrets ... ¿O, quizás no?«

Hola a todos, está nota es cortita, solo una aclaración, siempre que encuentren SA* hace referencia al colegio de los chicos, "San Alejandro". Los amo y espero que les guste mi trabajo, lean, voten y comenten. Perdón si hay errores estoy desde el celular, besos infinitos y un abrazo sin precedentes, Argelia.

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