Capítulo 6

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Juega conmigo

Llegó el profesor de literatura al aula y yo aún no había parado de pensar en todo lo que había descubierto ayer.

Después de la conmoción inicial había revisado el teléfono a profundidad y había encontrado una carpeta sospechosa, pero estaba protegida con contraseña y en esa ocasión me fue imposible descifrarla. Había planeado llevar el celular con algunos de los nerds de la escuela, ellos deberían poder pasar por la contraseña sin complicaciones.

Amaba literatura, el señor Jones, el profesor, un tipo de unos 60 años era una gran persona y que decir profesor. La forma en que abordaba los clásicos era maravillosa, hacía casi irresistible el leer sus lecturas complementarias. Nunca he sido del tipo de chicas que solo lee novelas de amor adolescente y se la pasa esperando que uno de los hermanos Cash aparezca ante sus ojos para vivir una apasionante y tóxica relación de amor. Soy más del tipo de persona que espera poder encontrar un buen chico, que se adapte a mis necesidades, pero si no pasa, mi mundo no se va a derrumbar. No me mal interpreten, también suspiro por los hermanos Cash, también me mojan las bragas los hermanos Hidalgo, también anhelo un Evan en mi vida o esa aura de misterio y peligro única de Heist o Damián, pero mi mundo no gira a su alrededor. Ese tipo de fantasías eran el día a día de Abby. Pensar en ella hace que aún escuezan las lágrimas en mis ojos.

- ¿Puedo sentarme? - Exclama una voz baja y sexy que hace que un escalofrío descienda por mi cuerpo. Giro la cabeza como si fuera la niña del Exorsista y me encuentro con la imponente figura de Valentino Albori a mi lado.

-J-O-D-E-R- con mayúsculas, pues sip, esto no me lo esperaba.

Mi cuerpo entero se puso en tensión, pero quien podría culparme no todos los días un miembro de la selecta élite del SA* te pide que le dejes sentar junto a ti. Asentí levemente y me hice a un lado para dejarle espacio en la mesa.

Estaba en una contradicción, una parte de mí estaba eufórica porque el tío más buenorro del colegio estaba por sentarse al lado mío y otra solo quería hacerle un tercer grado hasta que me dijera todo lo que sabía en relación a Abigail.

Valentino se sentó y sonriendo sin mirarme si dispuso a escuchar al señor Jones. Quería iniciar una conversación, pero no tenía idea de como. La situación se me antojaba un tanto forzada e incómoda.

De pronto Valentino giró su cabeza y sus ojos se clavaron en mí estudiandome con curiosidad. Parecía un depredador analizado con precisión los movimientos de su presa. Me estremecí y él lo notó. Me sentí un tanto intimidada pero intenté aparentar indiferencia y miré hacia el profesor .

El turno avanzaba despacio y podía sentir el peso de la mirada de Valentino de tanto en tanto. Cuando se terminó la clase casi salté del aciento y recogí tan rápido como pude mis libros. Valentino me miró y sonrió, su sonrisa era letal y los dos lo sabíamos. El peso de sus ojos en mí me acompañó hasta llegar a mi casillero.

A las 2 salí disparada como una flecha hacia el laboratorio de Ciencias. Abrí la puerta y me encontré con Daniel, un chico de pelo rojo y ojos café enmarcados por unos espejuelos delgados, estaba sumergido detrás de varias computadoras. A su lado estaba Trisha, su hermanastra que temblaba como una hoja.

Suspire, si algo tenía nuestro mundo era que estaba jodido, muy jodido. Había tanta gente enferma que me asqueaba vivir en el.

Trisha y Daniel Delacourt eran hermanastros, hijos de los Delacourt, dueños de un antiguo marquesado francés y la burla del SA*. El año pasado Brian Johnson, el hijo de un reconocido abogado había abusado sexualmente de Trisha delante de su hermanastro, mientras le obligaba a mirar y grabandolo todo. Fue un total escándalo, la pobre chica había aparecido al otro día en toda la
Internet. La joven estaba totalmente traumatizada, incluso intentó suicidarse. Los Delacourt estaban indignados, pero nadie se puso de parte de Trisha, al contrario. La jóven había tenido la desdicha de alcanzar un orgasmo que la cámara grabó, como si ese simple hecho lo cambiara todo, o de alguna manera excusara lo que había echo Brian. Toda la escuela le llamó desde guarra, ofrecida y puta hasta adjetivos más dolorosos, todos completamente humillantes. Desde entonces le habían catalogado como chica fácil, y era la puta más salida del SA* para casi todos. Solo bastaba con mirar su rostro para saber que no era así, esa chica estaba destrozada, en sus ojos ya no había vida, y eso no se podía fingir. Después de eso Daniel se había derrumbado, ya no quedaba nada del chico dulce que siempre le traía dulces a su hermanastra y que se ruborizaba cuando lo elegían el mejor de la clase. Era como ver solo un envase vacío, las ruinas de lo que había sido algo grandioso, y ahora solo quedaba polvo, cenizas y dolor.

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