Los siguientes quince minutos se la paso explicándole lo que suelen hacer en su familia cada 25 de diciembre.
-Eso suena muy divertido Joel- le sonríe, porque está diciéndolo de corazón.
Pareciera que está contándole un maravilloso cuento de hadas, en el que algún día quisiera vivir.
-A veces compramos fuegos artificiales- le cuenta acercándose
-No me gustan, me da miedo- niega muchas veces con la cabeza.
-A mi tampoco me gustan Erick, hacen un ruido muy feo- le hace una mueca, y él le sonríe.
Jamás había hablado con otro niño, así como lo está haciendo ahora con el rizado.
-¡Joel!- grita Patricia mirando en todas direcciones de la calle angustiada.
-¡Aquí estoy mami!- levanta la mano para que lo vea.
-Cariño me asuste, creí que te habías perdido- se acerca a lo pequeños.
-Despidete de tu amigo, tenemos que irnos- habla su padre tras ellos, con la caja en manos.
-Mami- se acerca rápido a ella.
-Si bebé- agacha su cuerpo al ver, que intenta decirle algo.
-¿Podemos quedarnoslo?- susurra a forma de súplica.
-Joel, el es un niño, no un perrito. A parte sus padres pueden llegar en cualquier momento- voltea a ver al ojiverde con tristeza.
No puede creer como alguien puede ser capaz de dejarlo solo, y con tanto frío.
-Mami, él ya no encuentra a su papi, y qué crees ¡No sabe que es la Navidad!- le cuenta como si fuera algo de otro mundo.
-¿Y si él no quiere?-
-Claro que sí, nos bañaremos para ir todos a casa de la abuela- regresa por él y le estira su manita.
-¿Qué pasa Joel?- interroga aún sin entender.
-Vendras conmigo- se detienen frente a su madre -¿Entonces mami?-
Ambos la miran durante una largos segundos, en los que, con su mirada tierna confiando en ella, le impiden negarse.
-Vendra con nosotros- afirma con un lindo gesto.
-Tu mami es buena- susurra Erick con una sonrisa.
Jamás lo habían tratado tan bien.