"El Aquelarre" de Francisco de Goya. España 1797/98
Subía las escaleras mecánicas del metro, cuando me dí cuenta de que me había vuelto a equivocar de salida. Antes de dejar el último escalón, dí media vuelta dejándome llevar de nuevo hacia abajo. Llegaba tarde a una importante cita, pise de nuevo aquel suelo pegajoso y sucio y en pasillo lo único que resonaban eran mis sandalias. Un cartel me salvó la vida, indicaba claramente la salida, subí por el ascensor viejo y mugriento porque estaba más que cansada de subir y bajar las escaleras mecánicas, con filas interminables gente, esperé unos segundos hasta oír la campana, nadie subió conmigo. Antes de comenzar a subir, la puerta del lado opuesto se abrió, ni siquiera me había percatado de aquella puerta. Un hombre corpulento y lleno de tinta entró y se posicionó un paso tras de mí. Cuando llegamos a la primera y única planta del metro, salí lo más rápido que pude de aquel ascensor, veía la salida en frente de mí, al fin.
De un momento a otro algo tiró de mí. Mi cabeza terminó estrellándose contra la mugrosa pared de mosaicos, más parecida a la de un hospital que a la de un metro urbano, un viscoso líquido bajo por mi frente y cayó por mis pestañas del mi ojo derecho, algo mareada me eché hacía atrás para intentar tener una mínima idea del porqué había llegado a esa posición y de tal forma, aunque por otro lado mi mente ya divagaba por diez mil teorías al mismo tiempo. Vi la misma tinta de antes rodeando mi cuello, apretándole pero podía notar que no toda su fuerza se depositaba en aquel musculoso brazo, por la parte baja de mi cadera se clavaba una rodilla y justo al lado podía sentir como una largas y fuertes uñas se clavaban en mi cadera levantándome el vestido. Mordí aquel brazo como si fuese un perro con la rabia, como si quisiera arrancarle hasta el hueso enterrado en grasa y músculo. Ni los dientes rechinó tras la mordida, lo más rápido que pude intente golpearlo de nuevo, en la entre pierna, la espinilla, algún punto débil debía de tener este mastodonte. Tras golpes y patadas, conseguí salir de su prisión y corrí, como alma que lleva al diablo. Con la respiración entrecortada y el pecho subiendo de forma desbocada me encerré en los aseos, eran mi única escapatoria, no vi a nadie ahí dentro ni siquiera por los pasillos, era imposible que nadie escuchase el golpe, mis gritos. El corazón se me salía del pecho, aquel animal empujando la puerta de un lado y yo del opuesto.
Ni una ventana ni una salida, excepto las cabinas de servicio. Atranque la puerta con todo los carros y materiales de limpieza que estaban tras la puerta. Lo más rápido que pude y sin hacer ningún tipo de sonido me metí tras aquella puerta. Inconscientemente llevé una mano a mi boca y otra al pecho, mi propia respiración me costaría la vida.
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Mistakes
ActionAres bajará desde el mismísimo Olimpo de los Dioses para enfrentarse con la cruda realidad de los humanos, estos disfrazados de corderos le enseñarán la más valiosas de las lecciones y no siempre de la mejor manera. Solo querrá volver a casa, pero...