Capítulo Ocho

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"Cristian Dirce" de Henryk Siemiradzki. Rusia 1897.

Creo que había pasado alrededor de una semana, no me sentía demasiado bien, hace mucho que no comía como debía. Desde que me independicé, e inclusive antes, había llevado una dieta vegetariana pero en estos días o me comía lo poco que me traían o no comía y aunque en un comienzo rehusé, ahora ya no me podía mantener en aquella posición.

Hoy, sería el día en el que vería mi nuevo "puesto de trabajo". Ser prostituta era un trabajo, no como uno cualquiera, pero era un trabajo y nadie lo debería desacreditarlo y menos si lo que está entre medias es una persona humana, más específicamente su cuerpo. Todo aquel que quisiera usar su cuerpo de tal forma, a mi entender, aunque poco importase, debería sentirse totalmente libre de hacerlo, pero ese trabajo debería estar respaldado por el mayor de los entes de nuestra sociedad, el estado. Si consideraba que la prostitución es un trabajo, detrás siempre debería estar el estado, ya que al fin y al cabo, de lo que se sigue tratando es de personas. Por otra parte, la prostitución no sería necesaria si no hubiese demanda.

Me consideraba una persona sexual, como todo ser humano, con mi líbido y mis pasiones, a pesar de no haber tenido relaciones con otra persona. Había desarrollado esa parte de mí, a temprana edad, que me veía como a una depravada, como un ser sucio e impuro. Poco a poco, pude salir de mi propio estigma. Si bien, no había desaparecido completamente, ahora como el moho o una bacteria, volvía a mí, aquella sensación de desaprobación, de invalidez emocional. Me habían quitado aquello que por derecho era mío, que se suponía que nadie debía arrebatar ¿Qué ser podía ser capaz de tanto? Si cuerpo hay solo uno ¿Cómo se atrevían a tomar el de otros?¿Cómo se sentían con potestad para acto tan atroz?

La idea de la virginidad no es más que un ideal interpuesto, como muchos otros, pero a mí me gustaba verlo como algo un período de tiempo, en mi caso, más largo que el de otras personas, donde el antes y el después, marcaban una gran diferencia en la vida de cada uno. La pérdida de la virginidad, ya fuese por vía de la masturbación o de una relación sexual, o incluso llevándolo a otro nivel, como era la imaginación de cada cual o el intelecto mismo. Al final dejas de ser virgen, no eres menos de esa forma, no te transformas en un ser mundano, sino que te reinventas, es una nueva parte que aflora en tí. Y para mí, la virginidad no te la quitaban o se te arrebataba al no ser que fuese sin consentimiento, como hicieron conmigo, como se que hicieron con mi madre y a muchas otras. No me imaginé que esto me pasaría, mi madre por sus raíces musulmanas, por los valores interpuestos, me había hablado libremente del cuerpo y la virginidad. Siempre pensé que el estar tan sumamente informada me serviría de ayuda para no crear de ello un hecho traumático pero no fue así. Porque ahora me encontraba con mi cuerpo usado y vendido, mientras que yo seguía maniatada.

Siempre había tenido fuertes dolores de estómago, sobre todo en momentos cruciales o de estrés, y desde el metro, no han cedido en ningún momento, pero hoy más que nunca están presentes. Nos habían traído a este cuchitril, cerca de las doce del mediodía, no habían horarios establecidos, entrabas, te follaban, y cuando no podías hacer más dinero te marchabas, así fue como me lo describieron el resto de las chicas. No tenía miedo de lo que pudiera pasar hoy, sino más bien rabia, una parte de mí quería permanecer mansa y dar mi brazo a torcer, porque vendría gente y me pusiese como me pusiese, yo siempre terminaría mal, y tal vez, había una mínim posibilidad de que si me resistía no lo pasase tan mal. Pero por otra parte quería quitarme del medio a todo aquel que me mirase. Por mi mente pasaban los más sangrientos y despiadados pensamientos,nunca me había visto en una situación tan violenta, ni había reaccionado así, pero a todos nos florece ese sanguinario monstruo. La situación había cambiado y yo con ella.

Nos tuvieron limpiando, hasta que empezaron a llegar, al principio pensé que serían los clientes pero mi sorpresa fue mayor cuando otro grupo de mujeres entró, estaban demacradas, se las veía mucho más mayor que nosotras, pero no podía afirmar con seguridad que se encontrase en la misma posición que nosotras, por lo menos ya no. Tenían una extraña relación con los que eran nuestros carceleros, los sobaban, los acariciaban y ellos como gatitos desatendido se acurrucaban junto a ellas, todos en una mesa, dándose calor humano. En un momento de paranoia me vi en la mirada de una de ellas.

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2019 ⏰

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