Donec mors nos partem

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Él llega con su veneno hacía algo más allá de las heridas físicas. Saturando cualquier factor externo, logra detener el tiempo y opacar cualquier ruido. Todo lo enfocaba en su causa.
Es el compañero de la muerte. Oprimiendo tu pecho, dificultándote la respiración.
Impide que puedas moverte, pero al pasar los primeros segundos te permite sentir ¿Y que sientes? Gotas cristalinas descendiendo por tus mejillas llevándose restos no correspondientes a tu piel, ese carmesí caliente goteando de varias zonas de tu cuerpo, sin embargo eso no te importa.
Los huesos rotos, o los hematomas.

Concluyendo el primer minuto vuelves a escuchar, regresa a ti todo uso de razón.
Y te levantas, primero de rodillas tratando de asimilar el dolor que llega repentinamente a tus nervios. Primer pie –derecho- al suelo, después el segundo –izquierdo-¡Ni siquiera te permites recuperarte! Ni siquiera esperar a poder tener equilibrio o ser capaz de avanzar de forma adecuada, solo te importa poder llegar a "El" la sangre que brotaba de su cuerpo solo está llamándolos como un animal herido a los coyotes.

Entonces llegas, finalmente. Caes de rodillas a su lado, y lo abrazas de forma protectora, cubriéndolo con todo tu cuerpo; apoyando la mejilla en tu pecho, usando tus brazos para rodear su torso y tu regazo como almohada para su cabeza. Le retiras los restos de la máscara rota. Todo su rostro esta raspado, sucio, con cortes así como el resto de su cuerpo.
Tú no estás en mejores condiciones, pero ahí sigues. Retándome con la mirada. La muerte se acerca furtivamente hasta cubrirte con su sombra. Sientes el abrazo del otro, temblando, decidiste por fin ponerle nombre al desconocido "Miedo", no te permite hablar solo emitir sonidos irreconocibles, no sabes si es por su culpa o las heridas cobraron tus cuerdas vocales, rezas por la primera. Atinas a llorar todavía más, frunces el ceño. Y esos orbes carmesí brillan con determinación.

Eres interesante. Miedo se vuelve mayor, juntos están acabando contigo pero te niegas a irte así como te niegas a dejarlo ir. En una escena tan catastrófica como en la que te encuentras, escombros por doquier. Compañeros heridos. Civiles muertos. Eso no ayuda, entonces llega un tercero al que nombraste "Desesperación" junto con su hermano "Frustración" Y llega "Odio" pero a él lo aceptas, lo aceptas para que le haga compañía a "Culpa". Cierra tus ojos, los cabellos cenizos cubren la mitad de tu rostro, por primera vez en años, bajaste la cabeza. Pero no lo soltaste.

Repentinamente una calidez broto del cuerpo que abrazabas, ese chico de sonrisa radiante ahora inconsciente producía un cómodo calor que te dice "No te rindas" "Estoy contigo". Lo protegerás, vuelves a alzar la mirada sonriendo de forma determinada, te burlabas de todos ellos y de ella también. Vuelves a ser tú. Ni el dolor en cada musculo de tu cuerpo, ni el ardor en cada centímetro de tu piel.
"Amor" apareció cubriéndolos en su manto. Siendo guardias a tus espaldas "Confianza", "Aprecio", "Coraje" y delante "Valentía". Pero nada te daba más que el chico en tus brazos, nada te daba más seguridad.
-Puedes irte y sufrir por el tiempo que has perdido. Él se queda conmigo-
Ella acepta su derrota por el momento, se dio la vuelta. Avanzo hasta desvanecerse en el aire.
Aun así te niegas a cerrar los ojos. Juras nuevamente tu amor, más puro y fuerte que el diamante más grande. Acaricias su cabello, la mano que usaste la bajas hasta la mano ajena. Entrelazan sus dedos, entre toda la suciedad y cenizas hay un par de chispas, el brillo de dos añillos, de una promesa ya revocada. "Hasta que la muerte nos separe".
No, ni siquiera a mí me permitirás separarlos.

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(¡Bueno! Tenía ganas de escribir y esto salió. ¿Les gusto? Solo surgió, es corto pero ¡Recuerden dejar sus comentarios! Seimei, fuera) 
Por cierto, por si no se entendió. La muerte hablaba en tercera persona hasta la última frase.

Entre explosiones masculinas [One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora