Capítulo III: El Reencuentro

35 5 1
                                    

-¡¡TU ERES... ERES... ELISABETH!!
Dios mío Elisabeth, cuanto tiempo, ¿qué haces aquí?, ¿qué es todo esto?
Pero por favor, que digo ¡¡ven a mis brazos!!

Me acerqué a ella y le di un abrazo lo más fuerte posible.
Elisabeth era mi mejor amiga aunque, hacía doce años que no nos veíamos.
Ella era... Bajita, muy baja, casi como una pulga.
Tan baja que muchas veces tenía que decirle que hablase más alto porque no la escuchaba de lo bajita que era.
También me encantaba y me encanta meterme con ella -de hecho lo estoy haciendo ahora mismo, tampoco era tan baja-.
Tenía el cabello castaño y largo, y llevaba unas gafas de color azul clarito.
Sus ojos eran castaños y su mirada penetrante -a veces daba mucho miedo su mirada- pero calmada.
Ella era además bastante guapa. Sus labios carnosos y su cuerpo con buenas curvas, le daban un aspecto impresionante.

Después de que hubiese acabado el abrazo, me miró y su cara de alegría cambió a una más seria y algo enfadada y me pegó levemente en el hombro diciendo,
-¿Por qué tardaste tanto en venir? Estúpido, te estábamos esperando.

-¿Cómo demonios esperabas que supiese que eras tú la de las cartas? No esperaba que fueses tú la que estaba detrás de todo esto.

-Teníamos que escribir así las cartas por si las incautaban otras organizaciones.

-Bien, vale tengo muchas dudas pero antes de nada, ¿puedes explicarme de que va todo esto?

Cuando ella abrió la boca para comenzar a articular su explicación, alguien llamó a la puerta. Eli -así era como la llamaba yo- gritó con un tono de voz altivo:
- Pasa, está abierto.

En ese momento entró una chica medianamente alta, de pelo castaño, largo y rizado y ojos preciosos color verde esmeralda.

-Bueno, hola Álvaro, Elisabeth tía no sabes lo que me ha pasado... Espera...
¡¡Álvarooooo!!
Dios mío te ha costado decidir venirte con nosotros. Te he echado muchísimo de menos.

En ese momento, se acercó a mi corriendo y casi me tira del impacto que supuso la colisión.
Ella, por cierto, era Marta, mi otra mejor amiga y hasta podría decirse mi otra mitad.

Éramos completamente diferentes y, por lo tanto nos complementábamos.
Ella era muy alegre y extrovertida y tenía un gusto, en mi opinión desquiciante, por gritar de una manera ensordecedora cada vez que se encontraba con alguien que hacía tiempo que no veía -daba igual si ese tiempo eran apenas cuatro horas-. Yo sin embargo era más serio e introvertido aunque siempre me gustaba contar chistes que, o eran buenos pero de mal gusto, o eran tan malos que hasta Marta, experta en contar horriblemente mal los chistes, me preguntaba si se suponía que eso era un chiste.

-Bueno Marta -dijo Eli- ¿que me ibas a decir?

-Da igual, ¿no te das cuenta? Después de tantos años volvemos a estar todos unidos, hay que avisar a los demás.

-Ahora no, por el momento tendremos una charla entre tacitas -así era como nos llamaba debido a que nuestro grupo recibió el nombre de "Tazas de chocolate" -este increíble nombre fue aportación de Marta-

-Espera -dije- ¿Los demás?
No me digáis que ella también está metida en todo esto.

-¿Enserio Al? -dijo Eli- No me digas que sigues ...

-Si.

Hubo un silencio que hubiese sido más largo si Marta, que no soporta esta clase de silencios, no lo hubiese cortado con una de sus risas nerviosas.

Entonces comenzamos a hablar sobre nosotros y sobre todo lo que había sucedido.
Ellas me explicaron que cuando tuve que irme al extranjero debido al trabajo de mis padres y perdimos comunicación se dieron cuenta de que algo raro pasaba en nuestra ciudad y en nuestro país. Se percataron entonces de que existía una burocracia interna que contrastaba con el gobierno, el cual era utilizado como fachada para llevar a cabo el verdadero propósito de nuestro país, instaurar un comunismo que permitiese un mayor acercamiento a Rusia con el fin de obtener un arma nuclear determinada conocida como C-21 para poder crear una explosión en una isla situada en medio del océano Atlántico, porque debajo de ella, se sabe que se encuentra un artefacto antiguo que... Bla, bla, bla.
Solo pude mantener la concentración hasta ese instante.

-Entonces, ¿queréis que me una a vosotras para ayudaros con todo ese lío?

-Si -dijeron las dos de inmediato-.

-Estáis locas, yo no os puedo ayudar en absolutamente nada y, además la historia que me habéis contado no es nada realista.
Chicas... Ya no tenemos diez años, dejad de hacer tonterías e inventaros historias y poneos a trabajar, que por lo menos vosotras tenéis trabajo.

-Ya no -dijo Eli-

-¿No? -Pregunté sorprendido-
Pero, ¿que fue del hotel? Era el sueño de tu vida Eli.

-Vendí el hotel a un pescador que pasaba mucho tiempo en el mar y necesitaba un almacén cerca de este en el que pudiese guardar su mercancía.

-¿Y tú Marta?

-La verdad, a mi mi trabajo ya no me gustaba y esta idea me atraía mucho más.

-Pero si tú eras de las mejores diseñadoras de moda del mundo y estabas realmente contenta.

-Sí, pero llegó un momento en el que ya no tenías más ideas y cuando Eli me contó todo esto no pude resistirme y me uní a ella.

-Chicas -dije- la verdad esto me queda un poco grande y creo que necesito pensarlo mejor.
Ya sabéis que a mi todas estas movidas no me van, así que voy a irme a casa, lo pienso y mañana me acercaré a deciros mi elección.

-Vale -dijo Eli- pero más vale que mañana nos comuniques tú elección porque como me hagas esperar solo un día más...

-Por supuesto, no te preocupes.

Salí de aquel lugar algo confuso sin saber realmente lo que había pasado.
¿Me estarán tomando el pelo?
No sé, pero si es así, la broma se les ha ido de las manos.
Lo mejor ahora es descansar para poder pensar mejor acerca de este tema.

La taberna 49Donde viven las historias. Descúbrelo ahora