Capítulo V: La Gema De La Discordia

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PARTE I

Me levanté repentinamente de la cama al escuchar una llamada.
Cogí el teléfono.

-¿Hola?

-Hola Álvaro, soy Clara ¿Te acuerdas que habíamos quedado hoy a las 12:30 en la cafetería enfrente a mi casa?

-¿Hoy?... ¿Que día es?

-Si, hoy miércoles 7 de septiembre...

-¿Y qué hora es?

-Las 15:17

-Dios mío, lo siento muchísimo, me quedé dormido. Bajo ahora mismo.

-No te preocupes, ya quedaremos otro día.

-Vale, y lo siento.

-Que no pasa nada. Chao.

-Chao.

Colgué el teléfono. Clara, por cierto, es una excompañera del trabajo a la cual le tengo mucho cariño. Ella es algo bajita, aunque no tanto como Eli y además es algo más gruesa que Marta.
Era rubia de ojos marrones con ciertas tonalidades verdáceas y siempre estaba pegada al móvil.
No la veía muy a menudo, así que realmente me dio rabia haberme quedado dormido.
Aún recordaba la primera vez que nos habíamos visto en Dartmouth College.

Ella se acercó y me dijo que era nueva, y yo le enseñé toda la universidad de arriba a abajo.
Me enamoré de ella, pero una vez que acabamos la universidad, nos separamos y cada uno fue por su lado.
Nos encontramos dos años después cuando, para mi sorpresa, formaba parte de la misma empresa a la que acababa de entrar, pero para entonces ya no sentía nada.

Siempre he sido así, muy enamoradizo pero, aquella vez, había sido... diferente.
No en el buen sentido, sino en el malo.
Clara era buena compañera pero no era una persona a la que amar ya que, a veces podía ser cruel y herir los sentimientos de los demás fácilmente sin realmente tener intención de ello.
Pero de eso no me daría cuenta hasta conocerla a ella...

_______________________________________

Era mi primer día como miembro oficial en aquel grupo y, quería demostrarles a Eli y a Marta lo trabajador que podía llegar a ser.

Me vestí con mis mejores prendas y me dirigí a la sede.
Nada más llegar, Eli me estaba esperando para indicarme dónde se encontraba mi despacho.

Esta vez tomamos las escaleras de la derecha y me llevó por un pasillo un poco más estrecho que en el que se encontraba su despacho.

Me indicó con su brazo que mi despacho era el tercero a la derecha y su mirada parecía estar llena de ilusión.

-Espero que te guste -dijo ella-. Lo hemos decorado nosotras para ti.

-Seguro que si. Muchas gracias por hacer todo esto por mí.

-De nada -dijo sonriendo-.

-Te quiero mucho Eli.

-Si.

A Eli le costaba mostrar sus sentimientos y por más que le decía que la quería, ella rara vez respondía afirmativamente -comportamiento totalmente opuesto al de Marta que siempre me respondía con un "yo a ti también"-.
Normalmente, Eli esquivaba este tipo de conversaciones, pero aún así yo la quería igual y, era consciente de que aunque no me lo dijera, ella también me quería.

Al entrar en mi nuevo despacho, estaba maravillado, era perfecto.
Las paredes eran de un tono de color más bien tirando a topo y de ellas colgaban dos cuadros y un enorme mapamundi que tenía algunas localizaciones marcadas con una cruz en rojo y parecía algo antiguo.
En el centro de la habitación reposaba una enorme y maciza mesa probablemente compuesta por madera de roble pero de un tono más oscuro de lo normal.
Encima de esa mesa, mis amigas habían dejado una foto de los tres que nos habíamos sacado una noche mientras esperábamos para entrar en un restaurante.
La foto no estaba muy bien hecha y no tenía mucha calidad pero, para mí, era una de las mejores que tenía y ellas me la habían regalado enmarcada.

Les di las gracias emocionado y nos dimos un abrazo conjunto. Después, les pedí que me dejasen un tiempo para colocar todo el material necesario en mi nuevo despacho.

En ese momento me di cuenta de que en unos pocos días, mi vida había​ cambiado completamente, pero no era la primera vez que mi vida daba un giro inesperado.
La primera vez fue hace doce años, cuando les comuniqué a Eli, Marta y al resto que debía irme a Estados Unidos para completar mis estudios y porque mis padres fueron trasladados allí por trabajo.

Después de eso, durante algún tiempo seguí en contacto con ellas pero, finalmente, dejamos de hablar hasta ahora (aunque parece que nunca hemos dejado de hablar porque nuestra amistad se mantuvo como estaba antes de que me fuese).

Una vez hube acabado de colocar y ordenar todos los elementos les dije a mis amigas que pasasen.
Ellas entraron y se sorprendieron de lo bien que estaba colocado todo.
Yo les dije que probablemente no duraría ni una semana ordenado, ya que por muy organizado que comience siendo, siempre acabo teniendo un desorden de esos que son organizados para ti y un caos para el resto del mundo.
Les dije que ahora que ya estaba instalado quería saber más sobre nuestro labor en la organización.

Marta abrió la boca para comenzar a articular la explicación pero Eli la detuvo diciendo:

-Sientensen (ella sabía que no se decía así pero le hacía mucha gracia).

Ambos nos sentamos y me percaté de que Eli había cambiado su cara de una expresión feliz a una muy seria.

- Verás -dijo ella- el artefacto que se encuentra justo debajo de la isla del Atlántico, se conoce como la Gema de la Discordia.

-¿Gema de la Discordia?

-Si, y es un objeto que, según los antiguos, trajeron los dioses para facilitar la convivencia entre las distintas tribus humanas pero en lugar de lograr eso, lo que hacía era poner al servicio de la tribu poseedora de la gema al resto de tribus, o sea esclavizarlas.

-Por eso se llama Gema de la Discordia -dijo Marta-.

-Entiendo.

En realidad no lo hacía. No entendía como una gema podía tener tanto poder.
A pesar de que seguía teniendo grandes dudas a cerca de la veracidad de ese asunto, no dije ni expresé nada.
Simplemente les seguí el juego.

-¿Y cómo vamos a hacer para llegar a esa gema antes que el resto de las organizaciones? -Dije con expresión dubitativa-

-Ahí es donde entras tú -dijo Marta con cara burlona-

-¿Yo?

-Si, tú Álvaro.

-¿Y cómo voy a yo a ayudaros a llegar tan rápido?

-Construyendo una máquina.

-Pero, yo soy programador informático, no creo que...

-Álvaro -me interrumpió Marta- eres ingeniero informático e ingeniero mecánico. Eres el único que nos puede ayudar.

-Bueno, podría intentar hacer algo. ¿Qué os parece un taladro gigante para llegar a la gema sin tener que explotar la Isla?

-Una idea muy rudimentaria, pero una idea al fin y al cabo -expresó Eli-.

-Pues si tengo que construir eso, voy a necesitar vuestra ayuda.

-Por supuesto -dijo Marta emocionada-

-Pero, antes de nada, ¿cómo es la gema? -dije-.

-Es una malaquita, un mineral del grupo V según la clasificación de Strunz, de color verde y que se suele utilizar como piedra ornamental y en joyería -informó Marta-.

-Por lo que veo sigues igual de interesada en minerales que hace unos años -dije-.

-Así es.

-Bueno, tengo que irme que he quedado, nos vemos mañana para empezar a organizarnos -dijo Eli con voz cansada-.

-Vale, hasta luego.

La taberna 49Donde viven las historias. Descúbrelo ahora