Capítulo IV: Decisión Tomada

40 4 0
                                    

Una vez acabé de tomar la tan ansiada siesta, era hora de tomar una decisión que podía cambiar el curso de mi vida.
La verdad, no tardé ni dos minutos en tomar la decisión. Por supuesto que no. No iba a involucrarme en las tonterías y los jueguecitos absurdos de esas dos.

Había pasado mucho tiempo desde que nos habíamos visto por última vez, unos doce años y, la verdad fue gratificante verlas tan bien y me sentí muy bien hablando con ellas pero, aún así, yo era un tío tranquilo y serio, comprometido con mi trabajo, aunque no tenía pero bueno, no tardaría mucho en encontrar uno nuevo.

Decidí entonces que les comunicaría mi decisión al día siguiente, a las 11:30 de la mañana.

Así fue que, al día siguiente me presenté en aquel extravagante edificio y me quedé plantado delante de la puerta del despacho de Eli pues nadie contestaba.

Cogí mi móvil para entretenerme un poco hasta que alguien viniese y comencé a leer las noticias. Resultaba muchas veces realmente entretenido el hecho de leerlas pero, aquel día no fue así, ya que un reconocido criminal se había fugado de la cárcel con la ayuda de dos compañeros de celda, que también huyeron, y además también contó con ayuda externa a la cárcel.
La noticia fue realmente impactante, ya que ese criminal  llevó a cabo delitos bastante serios.
Era conocido como el señor del sombrero, pues siempre llevaba uno puesto.

Se podría haber fugado cualquier otro preso, que no hubiese sido tan aterrador como ese hombre y sus secuaces, pero no, tuvo que ser él.

Las noticias decían que habían visto a una mujer ayudándoles a salir y que estaban los cuatro en búsqueda y captura.

En ese momento llegó Marta por detrás y me intentó dar un susto y, aunque realmente lo consiguió, me mantuve firme y le hice creer que no me había asustado, como siempre hacía.

-Has tomado ya una decisión -dijo ella sonriente-.

-Sí, la he tomado, pero prefiero esperar a que venga Eli para decírselo.

-Creo que va a tardar un poco ya que tiene cosas muy importantes que hacer. Así que... ¿Que te parece si damos una vuelta y hablamos un poco como solíamos hacer?

-Me parece una buena idea.

Salimos a pasear a una zona un poco alejada de la ciudad, una pequeña montaña que se encontraba justo a diez kilómetros de la sede de la organización, y a la que solíamos ir mucho antes de separarnos.

-Sabes -dijo Marta-, parece que fue ayer cuando estábamos aquí hablando sobre temas amorosos, la amistad, los secretos, nuestros problemas...

He visto tu mirada y sé que pasa algo, así que... Aquí estoy yo para que te desahogues.

-Es solo que hacía mucho tiempo que no os veía y, me alegro de que podamos volver a salir a dar una vuelta.

-Álvaro, sabes que te conozco bastante bien, no mientas. Es por ella, ¿verdad?

Me puse rojo como un tomate y no sabía en donde meterme. Odiaba siempre que tanto Eli como Marta me hacían esa clase de preguntas aunque siempre hacía lo posible por mantener la compostura y que no viesen mis flaquezas a pesar de que ya las sabían.

-No, no es por ella... Estoy bien, es sólo que os echaba de menos.

-No me lo creo, pero de todas maneras vamos a dejar este tema por ahora.
Dime... ¿Que es de tu vida?
No nos has contado nada y supongo que habrán pasado cosas en estos años.

-No creas. Ya sabes que mi vida no es tan interesante, o al menos no tanto como la vuestra.

-No has cambiado en absoluto...

-Ya. Me mantengo en mi línea como siempre.

-La verdad -dijo Marta- te echábamos muchísimo de menos e intentamos contactar contigo varias veces pero nunca te encontrábamos, hasta ahora. Al final nos hemos reencontrado, que es lo que importa.

En ese momento sonó el móvil de Marta.
Era Eli que le preguntaba donde narices estaba.
Ella le respondió que estaba conmigo a las afueras de la ciudad.
Entonces Eli le insistió en que volviésemos lo antes posible.
Marta colgó el teléfono y mirándome con cara de circunstancia dijo:

-Debemos volver, Eli quiere vernos.

-Vale, vamos.

Nos dirigimos entonces a la calle Serrano y, cuando llegamos al portal número 27, me di cuenta de que ya no había ningún letrero encima de la entrada, cosa que me pareció extraña.

Subimos por la escalera de la izquierda y llegamos al pasillo donde Eli se encontraba hablando con otra chica de mediana altura y cabello rubio, casi tanto que parecía oro.
Se giró y, en ese instante pude reconocerla. Se trataba de Sara, la más sonriente de todos mis amigos aunque, también la más tímida.

Al verme se acercó a mi y me dio dos besos a la vez que decía:

-!!Ha pasado mucho tiempo desde la última vez¡¡ Te he echado mucho de menos.

-Y yo a ti.
¿También estás metida en todo este lío?

-Pues ya ves.

-Álvaro -interrumpió Eli-.
¿No me habías dicho que hoy me ibas a dar una respuesta sobre algo?

-Si, por supuesto que lo dije, de hecho ahora mismo iba a comunicarte mi decisión.

Eli me cogió del brazo y me llevó hasta su despacho y, una vez allí dijo:

-¿Y bien?

-Pues lo he estado pensando y creo que no voy a formar parte de esto, lo siento pero es mucho para mi.

-Perfecto -dijo ella-, empiezas mañana, así que coge todo lo que necesites y tráelo para aquí. Nosotros te asignaremos un despacho.

-Pero... He dicho que no.

-Lo sé, pero me da igual, ahora mismo esto es lo mejor para ti y para nosotros.
Nosotros necesitamos gente y tú necesitas trabajo. Todos salimos ganando.
Hazme caso, además podrás estar cerca de ella.

-Bueno... Está bien, me uno pero a la mínima que esto se descontrole me piro para mi casa. ¿Está claro?

-Por supuesto, no te arrepentirás.
_______________________________________

Así comenzó pues la aventura más grande e importante de toda mi vida, con aquellas personas a las que en aquel momento casi había olvidado pero que en cuestión de día y medio, volvieron a ocupar todo el espacio que tenía vacío en mi frío corazón. 

La taberna 49Donde viven las historias. Descúbrelo ahora