Capítulo 10

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Borja me llevó al centro de la ciudad. Tomamos un par de refrescos y después fuimos al cine a ver "Todos los días de mi vida". Lloré al verla, ya que ese tipo de películas causaban un gran impacto en mí.

- No seas tan sensible, Nora... ¡Es sólo una película! - me dijo Borja, abrazándome.

Poco después me llevó a un restaurante mexicano, en el que probamos una gran cantidad de comida que nunca antes había degustado. Todo estaba riquísimo. Estaba hablando con Borja sobre nuestros recuerdos de cuando estábamos juntos.

- Me acuerdo de aquella tarta que te preparé para tu cumpleaños... En vez de ponerle azúcar, ¡le puse sal!

- Sííííí, ¡me acuerdo perfectamente! Mi madre dijo que estaba rica para quedar bien... - Ambos comenzamos a reír.

- Lo pasábamos bien por aquel entonces...

- Sí, es cierto.

- Nora - me dijo mirándome a los ojos. Vi cómo su rostro se volvía serio.

- Dime...

Give me your, give me your, give me your attention baby...

Mi móvil. Seguro que era alguna de mis amigas, para ver qué tal me había ido en la cena con Borja... Siempre tan "atentas"... O tan "cotillas" más bien... Pero al fin y al cabo eran mis amigas, y las quería.

Saqué el móvil. "Número desconocido". Intenté mantener la calma.

- Enseguida vuelvo - le dije a Borja mirándole de soslayo y saliendo rápidamente del local. Descolgué el teléfono - ¿Sí?

- ¡Prima! ¡¡Soy Carlos!! Me ha dicho mi madre que me has llamado, me ha hecho muchísima ilusión.

Suspiré aliviada.

- Oh, ¡Carlitos! Tengo que hablar contigo, pero no por teléfono. Es algo serio.

- ¿Y eso? ¿Qué ha pasado?

- Tengo un problemilla y necesito tu ayuda.

- No te preocupes primita, ya sabes que me tienes para lo que necesites. Mañana a las seis en tu casa. ¡Adiós, tengo trabajo!

- ¡Pero si no sabes mi dirección!

- ¿Me estás vacilando? Soy detective...

- Ni que me vigilaras...

- Puede que sí...

- ¡Déjate de malos rollos, Carlos! - oí cómo reía detrás del teléfono. - A las seis en mi casa.

- Vale prima, cuídate. ¡Chao! - colgué.

Entré de nuevo en el restaurante y me dirigí a la mesa, donde Borja estaba jugueteando con el móvil. Cuando me senté levantó la vista tímido y guardó el teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón. Le sonreí y me sonrió de vuelta, preguntándome:

- ¿Puedo saber quién era? - me quedé pensativa pero evité que lo notase.

- Oh, pues claro. Era del trabajo, necesitan cierta información para mañana por la mañana. - mentí. Quería volver a casa lo antes posible para descansar y poder releer las tres cartas que J, mi chico misterioso, me había enviado.

- Vaya... ¡pues con lo tarde que es no te va a dar tiempo! Mejor te llevo a casa.

- De acuerdo, muchas gracias por la cena y por el cine. ¡Eres un encanto! - le dije sonriendo de oreja a oreja mientras nos levantábamos de nuestros asientos, y le di un beso en la mejilla. Borja me agarró de la cintura y continuamos de la misma manera hasta llegar al coche. Él abrió la puerta del copiloto y yo me senté. Rodeó el coche, se montó en su asiento y arrancó el coche. Después me miró y sonrió.

- ¿Sabes? - dijo. - Eres realmente preciosa - y me dio un beso un tanto largo en los labios.

Quitó el freno de mano y en menos de diez minutos ya estaba en casa. Le dije adiós con la mano desde la puerta y entré.

Me coloqué el pijama, desmaquillé mis ojos y mi rostro. Así parecía que tenía los ojos más claros, aunque la verdad es que eran azul marino, por muchas comparaciones que hiciese con otros colores.

Me tumbé en la cama y esperé a que sonara la alarma del día siguiente.

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Cuando me di cuenta ya estaba sonando la alarma, ya me había cambiado y me encontraba desayunando en mi jardín. Me encantaba el frío de octubre.

Como de costumbre, me dirigí a las Oficinas Esencial. Me dirigí a mi despacho, donde había dejado mi portátil el día anterior, y continué trabajando en mi proyecto. Cinco minutos después llegó Kay. Saludó a Manuel, como todos hacíamos, y entró en su nuevo despacho. Una vez allí se sentó. Esta vez estaba trabajando con el ordenador de la oficina.

Pude ver cómo desde aquella distancia podían percibirse sus ojos azul claro. De vez en cuando hacía el gesto de rascarse la cabeza, supongo que era una manía. Cuando lo hacía, podían intuirse sus fornidos músculos.

Y entonces, mientras tenía una mano sobre su nuca y la otra sobre el ratón el ordenador, bajó la mirada hacia el teclado y luego la subió para dirigirla a mí. Llevaba unos minutos obervándole, pero no pensé que pudiese darse cuenta... ¿Cómo no iba a darse cuenta, Nora? ¡Estabas mirándole como una niña pequeña mira al hombre que vende globos en la feria!

Me sonrió y bajó su brazo. Sonreí e hice como que nada estaba sucediendo. Disimulé y dirigí mis manos hacia los cajones del escritorio. No sabía si seguiría mirándome. Entonces abrí el primero, donde guardaba los folios, y encontré un sobre rojo.

¿Pero qué?

Hasta ahora no había recibido más cartas de J, pero él siempre me enviaba sobres color sepia, como desgastados... Nunca de color rojo. ¿Era de J la carta?

Saqué el sobre del cajón y comencé a leer:

Querida señorita.

Las cartas de Nora [LCDN#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora