«¿Quién eres?». Es la única pregunta que le haría. No le preguntaría su nombre, su edad, ni su domicilio. Tampoco sus intereses o sus hobbies, porque ya casi me los sé. Sólo me gustaría saber quién es.
Estaba en mi jardín, escribiendo sobre las elecciones que se celebrarían en las próximas dos semanas. Llevaba un mes trabajando en el periódico Esencial, donde escriben los mejores redactores de la región. Con 24 años sobre mí y después de haber trabajado en varias oficinas como secretaria, aun buscando un puesto como redactora, decidí tomármelo en serio. Aunque ahora trabajaba por mi cuenta corrigiendo textos en latín y dando algunas clases particulares a chicos de secundaria, no me sentía realizada. Busqué en la contraportada del periódico Esencial (que leía cada mañana) el número de sus oficinas, e inmediatamente llamé.
- Buenos días, le atiende Manuel, del periódico Esencial, ¿en qué puedo ayudarle?
- Hola, buenos días. Me gustaría darles a conocer mi currículum como periodista, escritora y redactora.
- Está bien. Pásese por la oficina cuando pueda y déjenos sus datos.
- De acuerdo, muchas gracias. Que tenga un buen día.
- Lo mismo digo señorita. Buenos días. - Y colgó el teléfono.
Esperé a que llegasen las cinco de la tarde para comenzar a prepararme. Debía estar impecable si quería causar una buena impresión en las Oficinas Van Haugher, cuyo dueño era el director del Esencial, Christopher Van Haugher.
Pasé por la oficina esa misma tarde y dejé allí mi currículum. Eran unas oficinas bastante grandes y luminosas, además de estresantes: teléfonos que no paraban de sonar, secretarias que caminaban de un lado a otro sin levantar la vista de sus carpetas, como si conociesen esos pasillos de toda la vida, sabiendo que no se tropezarían en ningún momento, y redactores refugiados en oficinas de cristal. En ese momento me sentí unida a todo aquello, queriendo formar parte de uno de esos despachos llenos de papeles, carpetas y ordenadores. Lo único que me separaba de hacerlo era mi currículum, alguien que lo leyese y pensara: "¡Wow! Deberíamos contratar a esta chica, tiene un gran potencial. Y ¡mira! Es bastante mona".
Porque era evidente que, para entrar en una oficina donde la mayoría de personas que trabajan han estudiado una carrera, también debía haber gente guapa, o, como el director del periódico suele escribir en sus cartas para reunir candidatos: "gente con clase".
Entré en una oficina que parecía estar demasiado ordenada. Hablé con el chico, que parecía ser el mismo con el que hablé por teléfono, y le di mis datos. Me dio las gracias mientras lo dejaba sobre un gran montón de papeles, que parecían ser currículums. Sentí que tardarían en llamarme, habría unos cincuenta bajo el mío. El chico me comunicó que, si era admitida, me llamarían en un período de quince días. Le di las gracias y me marché.
Durante una semana y media, no recibí respuesta. Miraba a cada hora mi correo electrónico, mis llamadas perdidas y mis mensajes, para ver si había sido elegida para formar parte de la "Familia Esencial".
Eran las siete y, tras haber ido a tomar un café con Julia, mi mejor amiga desde que ingresé en la Universidad, y Alberto, su novio, decidí regresar a casa. Me desmaquillé y recogí mi pelo castaño claro, que me caía por los hombros, en moño desenfadado, me puse unos pantalones largos de chándal negros (era septiembre) y una sudadera Adidas. Me dirigí al salón.
Estaba sentada en el sofá, leyendo una revista de moda, cuando sonó mi ordenador: era un correo electrónico.
"Señorita Nora Málvez,
Ha sido usted admitid@ en las Oficinas Van Haugher del periódico Esencial. Le rogamos se reúna antes del 10 de octubre con nosotros para concertar su horario de trabajo.
Le escribe
Manuel Tegui
en nombre de
Christopher Van Haugher, director del periódico Esencial y las Oficinas Van Haugher."
Grité de emoción. ¡Había sido escogida entre todos aquellos currículums! Me parecía estar viviendo un sueño. El trabajo de mi vida, mi mayor sueño. Me sentía verdaderamente feliz. Aunque estaba sentada en el sofá, creí perder el control de mi cuerpo. Me levanté y me dirigí a la cocina para beber un poco de agua. Tras esto, busqué mi móvil y llamé a mi madre para comunicarle la noticia. Después llamé a Julia, y después a nuestras otras dos amigas: Marta y Joanne. Julia trabajaba como veterinaria en el hospital de la ciudad en el horario de mañanas, Marta estaba terminando la carrera de Diseño Gráfico y Joanne era Preparadora Física en el gimnasio de mi vecindario. Todas tenían sus puestos de trabajo, mientras que yo ayudaba aquí y allí, sin un trabajo fijo o un sueldo regular. Por eso necesitaba el puesto de redactora en Esencial, porque por fin iba a ser yo misma.

ESTÁS LEYENDO
Las cartas de Nora [LCDN#1]
RomansaTodo comienza con una carta. "Querida señorita", dice. Parece ser que está enviada por alguien que hace llamarse "J". Lo cierto es que Nora jamás ha oído hablar de él... ¿o quizá sí? Todo se complica cuando Nora se reencuentra con su ex novio Borja...