Capítulo 9: Eres mi maravilla.

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Eres mi maravilla.

Abrí mis ojos.

- ¿Que-que te bese?

-Sí, tonto. Bésame.

Me agarró de la nuca y embistió mis labios.

Ese definitivamente, fue el mejor beso de mi vida. Tener aquel placer maravilloso y prohibido estaba siendo un sueño para mí.

Sus labios se movían lentos, victoriosos, sobre los míos. No voy a mentir que yo estaba un poco helado. A ver, ¡él me estaba besando! ¡Él!

Me costó creerlo, pero cuando me convencí que en serio estaba pasando, poco a poco fui tirándome sobre él, aferrando mis manos en su cintura, hasta que nos recostamos en el colchón.

Me entregué completamente a mis emociones.

Hice un camino de besos desde su boca hasta su mandíbula y su frente, su nariz y mejillas, volví a su boca y bajé a su cuello. Mi corazón latía rápido cuando me topé con borde de su remera. Lo miré a los ojos intentando deducir si el sacarle la ropa o cualquier otra cosa estaba dentro del «bésame». Podía sentir mi deseo, que latía con fuerza.

Él se adelantó con un suave giro en el que nuestros cuerpos rozaron y me encontré debajo de él.

Dios. Esto. No. Estaba. Pasando.

¿Estaba muerto? ¿Este era el paraíso?

Sus manos tocaron mis abdominales por debajo de la remera que tenía y me tensé. Continuos suspiros salían de mis labios con sus dedos moviéndose en círculos sobre mi piel haciéndola parecer una frágil superficie, sus caricias mandaban descargas eléctricas a todo mi cuerpo.

Este chico podía hacerme suspirar con sólo un simple toque.

Sus manos agarraron el borde de mi remera y me dejaron en cuero frente a sus ojos.

Sentí adrenalina mientras él me miraba absorbiendo cada detalle de la situación con una sonrisa y ojos encendidos. Mi estómago era un remolino de emociones; sentía miedo y seguridad, afligimiento y placer, alegría, cautela e impulsividad, de todo JUSTO EN EL MISMO MOMENTO. ¿Se imaginan eso?

Sus labios besaron mi abdomen, besó mi cuello y clavícula, y besó mis labios. Todo mi interior ardía en respuesta. Solté una sonrisa acompañada de un gemido cuando sus manos guiaron a las mías hasta su abdomen. Él se arqueó al sentir el contacto de nuestros cuerpos, soltando un gemido.

¿Yo tenía el mismo efecto en él como él lo tenía en mí?

-Phil -gemí-, paremos acá.

Él pareció sorprendido.

-No quiero forzarte a hacer esto, la otra vez me odié por hacerlo.

Phil sonrió.

-No esperes que diga que quiero o no hacer esto, porque no sé qué me sucede, mucho menos lo que quiero -confesó mirándome a los ojos con su voz gruesa ahora ronca-. Sólo hagámoslo.

Miré sus labios hinchados y rojos, excitándome más y preguntándome si así los tenía yo.

Y me volvió a besar.

Se sacó su pantalón y tiró del mío a un rincón. Ambos completamente desnudos, a excepción de nuestros boxers. Nuestros cuerpos rozaban y estaba extasiado por saber que tan sólo nos detenían unos pedazos de tela fina.

Ambos nos pusimos más tímidos a partir de entonces. Ninguno se atrevía a dar el siguiente paso así que nos entreteníamos besando cada parte de nuestro cuerpo, fingiendo no estar intimidados.

Amor súbitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora