Epílogo.
DESPUÉS.
Le conté lo que sentía y me había pasado recientemente respecto a su novio, obviamente intentando pasar por alto las partes que sé que no haría ningún bien saber; como que estuvimos a punto de tener relaciones, por ejemplo.
Había pensado que ella merecía saber eso, merecía saber cuánto merece al hombre que tenía a su lado, merecía saber que él la elegía a ella... Pero ahora que estaba callada con sus ojos celestes perdidos, ya no estaba tan seguro de haber hecho lo correcto.
Tomó aire y levantó la vista hasta mí.
-¿Por qué me cuentas eso ahora? -preguntó.
-¿Recuerdas la noche que me llamaste diciéndome que estaba raro?
Ella asintió con los ojos entrecerrados, como haciendo memoria, y después pareció entender.
-Es por eso -razonó en voz alta, uniendo las piezas, y guardó silencio. -¿Ustedes no son más amigos? ¿Por todo eso está tan raro?
-Estamos distanciados -recalqué, sin querer afrontar la realidad-. Él te ama, Falon. No tienes que dudarlo.
-Charlie -se acercó a mí y tomó mis manos por arriba de la mesa del café.
Su reacción me tomó por sorpresa, no obstante, era un alivio saber que no estaba molesta conmigo. Tal vez ella no era como pensaba...
-Yo amo a Phillips.
Miré a otro lado, intimidado por la tristeza y honestidad de sus ojos.
-Sólo quiero cuidarlo, quiero que tenga la vida que se merece, porque es un gran hombre y se merece lo mejor. Yo quiero su felicidad.
Sonrió mostrando su linda dentadura. Tenía que admitir que esta chica era encantadora, entendía por qué Phillips la quería tanto.
Todo lo que había pensado sobre ella anteriormente se iba desvaneciendo con cada minuto que pasaba con ella, Falon era amable, sincera, simpática y extraordinaria; todo lo que Phillips necesitaba.
-Tú eres su felicidad -susurró como si fuera un secreto de estado, dándome un apretón en las manos.
Levanté mi mirada, sus ojos eran francos. Sabía que le costaba decirlo porque lo amaba como yo, era una buena chica que amaba a Phillips más de lo que yo creía.
-Y él merece estar con vos. Confío en ti, hazlo feliz.
Mi estómago se contrajo y mis extremidades empezaron a cosquillear.
Ahí estaba mi oportunidad, lo que finalmente había esperado.
Estaba ansioso y no podía borrar la sonrisa en mis labios. De pasar a no tener nada, de repente tenía centenares de puertas frente a mí para elegir.
-Él te está necesitando justo en este momento, Charlie.
El viento fresco me pegaba en la cara mientras mis pies daban zancadas grandes por el camino de cemento del parque. La gente se me quedaba curiosa mirando, mientras los esquivaba sin perder velocidad, preguntándose la razón del correr de un loco con jeans, saco y zapatos.
Mis pies casi volaban por el piso con un frenesí de adrenalina que no podía parar -y que tampoco quería hacerlo-.
Phillips podía estar en cualquier lugar en ese momento, no obstante, yo sabía muy bien dónde estaba. Conocía a ese chico más de lo que me conocía a mí mismo.
Mi corazón latía rápido y los golpes se sentían como tambores en un silencio existencial.
Me moví respirando con dificultad, entre la gente que estaba apretada en la esfera del Ojo de Londres cuando lo divisé sentado en un banquito de espaldas a mí -tal y como lo había sabido-. Me eché un vistazo en los vidrios de la esfera. Me veía terrible. Me dio pena tener que ir a enfrentarlo con ese aspecto que, obviamente, no estaba cerca de lo cool. Estaba sudando y mis pelos, despeinados y mojados, se pegaban a mi cara roja por el frío de afuera. Intenté peinar los pelos más rebeldes y me acomodé la chaqueta; el resultado no fue mucho mejor.
Me senté a su lado, pero él no se percató de mi presencia. Fruncí el ceño, él no debía ni de percatarse de toda las personas a su alrededor. Estaba sentado un poco jorobado, mirando al horizonte, que estaba distorsionado de diferentes colores de los edificios, el agua del Río Támesis y el Puente de la Torre. A lo lejos podían verse los rascacielos y cientos de edificios más. Pero tuve la impresión de que él no notaba ni eso, más bien, parecía estar sumido en su interior.
Después de un tiempo, decidí actuar. Tímidamente, posicioné mi mano sobre la suya, que estaba a un costado del banco. Él pegó un salto, asustado, y me miró. Su rostro mostró un sinfín de emociones.
Lo contemplé bien. Su cara estaba pálida, a excepción de las media lunas debajo de sus ojos que se acercaban a un violeta oscuro lo que hacía resaltar sus ojos de un color tan apagado que parecían negros. Su pelo no estaba muy diferente tampoco, estaba tan desordenado y deslúcido como todo él.
La esfera de vidrio paró, llegando al final del recorrido y la gente se fue, el guardia nos preguntó si queríamos dar una vuelta más y nosotros asentimos, silenciosos.
Me alivié cuando no vi a nadie haciendo cola para entrar con nosotros. Últimamente los turistas desbordaban la ciudad, había gente por cada rincón del estado. Era medio agobiante, a pesar de que amaba conocer los diferentes rostros, culturas y formas de ser.
Esta vez la vuelta estuvo completamente vacía y yo no quise desaprovechar el tiempo. Me puse de pie, los nervios y la excitación me daban consuelo y a la vez me hacían sentir inseguro. Él levantó la vista hasta mí y yo tomé sus dos manos, parado frente a él.
-Estoy harto de esta novela -confesé-, muy harto y va a parar acá. Te amo Phillips y sé que tú me quieres, siento haberme enamorado de ti y haberte confundido; siento muchas cosas, pero lo que más siento es haber sido tan cobarde y no haber luchado por tu amor. Sé que cometí muchos errores y, en vez de remediarlos, me senté a esperar que tú los solucionaras sin tener en cuenta que tú no tenías la culpa de todo esto. Pero acá estoy, Phil, y te aseguro que no me voy a ir porque esto ya no trata solo de mí, somos los dos. No te prometo un mar de rosas o que todo será como un arcoiris, sólo te aseguro por mi vida que vamos a superarlo juntos, como superamos cada obstáculo antes. Juntos, como equipo. ¿Qué dices, te unes?
Lo miré a los ojos, él sólo estaba como un pasmarote y dudé si respondería.
-Te amo -afirmé, más seguro que nunca.
Sus ojos chispearon. Tomé aire, cerrando mis ojos un momento muy seguro de que era el fin y que este silencio sólo me afirmaba que mi pensamiento estaba en lo cierto.
-Lucharé -continué sin esperanzas.
-Cielos, Charlie, ¿podrías callarte de una vez? -soltó él tomándome de sorpresa.
Y se echó a reír por mi estupefacción, lo que sólo me causó más desconcierto.
-¿Prefieres que empiece por todo lo que hiciste mal y lo que te necesité en este tiempo; o que te cuente desde qué momento empecé a sentir que no podía tenerte lejos y que me encanta sentirte junto a mí?
Debí haber dado lástima ahí parado sin saber qué decir, acotar o pensar. Él se puso de pie a mi lado y yo simplemente estaba muy pasmado como para reaccionar.
Vamos tonto, tonto, tonto, me decía en mi cabeza, pero mi cuerpo, estático, se negaba a cooperar.
Suelo ser muy imbécil.
-Iré al grano -anunció, tomando aire, soltando risitas como exposición de sus nervios. -Estoy asustado por estar enamorándome de ti, Charlie. Y si eso significa que necesito tu ayuda... La acepto.
Fin.

ESTÁS LEYENDO
Amor súbito
RomansaCharlie es lo suficientemente atractivo y simpático como para enamorar a quien se proponga, e incluso él está seguro de eso y no se molesta en presumirlo. Lo único que él quiere es poder amar a alguien como todo el mundo parece hacerlo, incluso aunq...