El corazón de Gaia

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Hace mucho tiempo, cuando el hombre aún era hombre y no un monstruo, el mundo estaba vivo.  Las semillas sonreían, las hojas relucían, los arboles cantaban, los bosques susurraban... Hoy todo está acabando, los inviernos son más largos y no menos que los veranos, la primavera una sombra de lo que fue y el otoño el espíritu que se inhala en cada momento del vivir.

Nuestro mundo se muere, el verde no será siquiera sangre, no tendrá más color. Algunos piensan que Gaia es una mistificación de la naturaleza, que esta misma no es más que un estrago de alguna cultura animista, que todo es fantasía, Gaia sería falsedad. Se equivocan, aquellos que creían en ella sabían de la importancia de la madre, de la madre naturaleza, de la que otorga vida, la que permite, sobre todo permite. Muchos al parecer se han olvidado de esto, creen que ella no se va apagando, que no va muriendo, dicen que no existe, que el cambio no está ocurriendo. Ellos, los que viven en las grandes ciudades, los que sienten el humo más propio de sí frente a lo que podría ser el agua o el aire, son los que la están matando.

La mecánica interna o externa de Gaia, puede ser de tipo física, química, biológica o cualquiera
de las ciencias que puedan explicar el cambio del planeta en que vivimos. Estas ciencias para
muchos no tienen el más mínimo ápice de valor, es más, piensan que hay falsedad y mentira, lo
que les permite centrarse en sí mismos, en el hombre y nada más que el hombre; pobres, olvidan de dónde vienen y no saben dónde están, pero aún más triste es que no imaginan a dónde vamos.

Algún día la bondad de la madre no podrá soportar más daño, sus manos dejarán de tener fuerza para sostenernos y lo que quedará será caos, el cataclismo, la muerte de la madre, el fin de lo que conocemos. La imaginación da campo para poder ver en la mente lo triste y oscuro que sería el devenir de la tierra, sin la madre sosteniendo su vitalidad. El problema, es que muchos confunden a Gaia con el propio planeta y erran al no ver que es mucho más: la que da sin recibir, la que ordena por amor, y nosotros solo le clavamos el más grande de los puñales en su pecho.

Acusan en ocasiones a favor de la inexistencia de Gaia el comienzo de nuestro planeta, el origen
más primigenio, puro horror, confusión extrema, y no entienden que en ese punto es cuando la
madre dio luz a sí misma. Gaia en la actualidad no castiga como muchos piensan con tornados, la cólera del mar o la sangre del volcán, sino que son sus gritos que se manifiestan de este modo, un grito de auxilio por ver si sus hijos voltean el rostro y descubren el crimen que están cometiendo, a ella y a sí mismos.

Poco puede hacerse si la totalidad de la humanidad no genera la conciencia necesaria del problema que existe hoy respecto a la madre, no aguantará mucho más, y cuando su corazón deje de latir y todo se vuelva gris y el mundo deje de ser el mundo, nadie podrá recordar cómo de fuerte bombeaba el corazón de Gaia, nuestra tierra, nuestro mundo, el espíritu inherente al hombre. Si Gaia cae, el hombre con ella quedará en olvido y por ello os digo, a todos, a los que creéis que el mundo es perfecto y la madre no llora, vosotros, nosotros, TODOS, hemos atravesado su corazón sentenciándola a muerte, aun así, ella sigue sosteniéndonos y no quiere marcharse, pero aún no vemos que tenemos las manos manchadas de sangre, una sangre que no puede lavarse y oscurece la conciencia.

"Qui totum vult totum perdit"

Líquido poéticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora