Que no paren de bajar estas raíces que hincan mi pecho, que se nutran de mi sangre y den el fruto más oscuro y maduro que un árbol sin flores pueda dar. Arañando el alma hasta dejarla desconsolada y pálida para asestarle con la espada de ares una estocada mortal. Perdiendo los ojos claridad, perdiendo norte, pero también sur, oeste, este, y el rumbo. Gritos tronantes que suenan como el eco del mundo revoloteando el rostro de un hombre que no encuentra su mirada. La tierra tiembla con el vibrar de mi cuerpo y veo como ante mí se abre una grieta tan profunda que no deja ver más que el reflejo del todo: nada. La grieta no está fuera, sino dentro. Abrazar mientras se sonríe con cada golpe que se recibe dónde una vez estuvieron las alas, deberíamos saber de qué colores eran nuestras plumas.
¿Quién ha decidido arrebatarme el aire? ¿Quién se atreve a prohibirme el calor, el frío, el olor de las rosas, la suavidad del algodón? ¿Dónde están mis sentidos? Quizás han sido los dioses, quizás ha sido Dios cansado de ver a una criatura agonizante trotando hacia arenas de las que no puede escapar ¡Lo divino me da la espalda y lo infame se ríe de mi desgracia! ¿Puede haber un centro con tanta tensión cómo para arrancarte los huesos, morderte los músculos y beberse tu sangre? Sí, lo humano.
15/07/20
ESTÁS LEYENDO
Líquido poético
PoetryParte de mí está en estos fragmentos, fragmentos que en su conjunto pueden formar todo lo que soy, espero que sea de tu agrado y valores lo más profundo de mi ser.