Vamos caminando en esta que es la vida, y muchas veces el camino se cruza y se mezcla, gira y retrocede, avanza y se estanca. Mientras vivimos el camino sigue adelante, y algunas veces, parece un arrastre más que el andar. Siempre se siente, se siente mucho, y cuando no se siente se está dando un paseo. Las situaciones influyen: no es lo mismo vivir por algo extremo dónde el camino se vuelve escarpado y peligroso, a tener una comodidad y tranquilidad atravesando un pasto verde y natural. Con todo ello, hay una situación excepcional y límite. Hay caminos que nos llevan a otros, y curiosamente, en pocos casos, al final encontramos un abismo.
Quedamos paralizados, es un camino alternativo que llega a detener nuestro propio caminar. La sensación es vertiginosa y no se puede mantener el pulso contra la inmensidad, ya lo señalaba Nietzsche, la mirada del abismo. Debes decidir qué hacer, si volverte o saltar. Amigos, esto es lo que sucede cuando se ama, que el alma rebosa y salta sin dudar, un salto de fe en el que uno no encuentra consuelo en ningún lugar y solo nota el frío del viento en el rostro con cada segundo de una infinita caída. En ocasiones es tan intenso que corta el respirar. Es en definitiva arriesgarse ¿A qué? A que el fondo esté cubierto, a que llegue el abrazo, el susurro o la sonrisa, a que haya luz, calor; todo fundamentado en esperanza. En ocasiones como he comentado en otro de mis escritos existen los principios que son finales, y sin saberlo, caemos a un abismo dónde se encuentra un fondo vacío, pero ¿No es acaso la propia caída, el vencer el vértigo, el atreverse a saltar, lo que hace que un posible vacío final sea menos doloroso?
Muchos piensan que es mejor no arriesgar, era uno de ellos, pero al final uno descubre que la decisión deja de ser racional, porque el abrumar del vacío afecta al alma y su corazón, a la emoción y el espíritu. La decisión del corazón es más fuerte que cualquier argumento racional, eso sentencio aquí. El salto no tiene justificación, es el riesgo encarnado en acción, porque uno nunca tiene alas para volver.
No se piense que es solo incertidumbre, porque hay algo seguro en todo ello y es lo que simboliza el propio saltar. La fuerza recogida para dar el paso y dejarse caer se mantiene viva y caliente por cada segundo de bajada. Es más, una vez realizado el salto por no tener dichas alas uno no puede redimirse, porque sigue en caída y queda preso; preso del acto más puro que uno puede sentir. Choques con la grieta, golpes, es cierto, la caída en sí no es fácil ¿Acaso no queda apretar los dientes, seguir hacia abajo y afrontar los golpes cómo si fueran caricias? No haya confusión, no mistifico el dolor ni el sufrimiento, ello es el carácter primordial de la presión del abismo, pero debe entenderse que ello forma parte de la trágica poética que supone intentar volar cuando de por sí el caminar mismo ya es un problema para el hombre.
Un terreno inexplorado, y cuándo se llega, queda oscuridad como misterio, desvelamiento constante. Incluso sé que muchos pensarán ¿No existe la duda? Sí, es evidente, pero no una duda relacionada al arrepentimiento, porque ello es fácilmente rebatible con la seguridad del hecho de saltar, sino más bien una duda a la conclusión, a la posible solidez. Una duda caracterizada por el querer saber, por la agonía de la caída, que con suerte se diluye ya que son solo efectos del aire que maltrata nuestro cuerpo en el caer.
Se ha comentado qué puede haber al final: puede ser uno de los principios que son finales, pero aclarémoslo cerrando lo que supone este grito desafiante al futuro. Finalmente, acabará la caída, no es infinita y en el final sucederán una de las dos siguientes situaciones. Chocarás, morirás y volverás a tu caminar, sabiendo que durante mucho tiempo si quiera te volverás a asomar a cualquier abismo; o bien suspenderás tu caída, en el último momento quedarás en flote y aquel o aquella por el que caíste te agarrará, elevándoos demostrando así que no te hicieron falta alas para saltar, porque tus alas eran las suyas y volviendo hacia lo más alto que puedas imaginar volverás al camino, pero esta vez acompañado.
Eso es lo que puede suceder, porque ese es el carácter trágico de todo lo que supone confiar, pero la confianza bien fundada puede iluminar las más oscuras grietas de duda, madre de luciérnagas. Todo ello tiene un gran inconveniente e irónicamente ya comentado hasta la saciedad en este ensayo, a saber: la caída misma. En este momento particular, el mundo no está dispuesto a esperar, sino que se desea inmediatez, constancia, vértigo continuo. Esto mismo es lo que en muchas ocasiones no les permite saltar, o el salto es tan violento que la caída los destruye y sólo encuentran la piedra en soledad, allí donde el fondo es frío, dónde nada hubo y nada queda.
Por último, quiero dirigirme a todos aquellos que, incluso arriesgando, esperando, y soportando los vientos más desgarradores de un vacío sin fin, se encontraron finalmente con el más potente de los golpes. Al saltar, nunca se sabe el final, por eso es un salto sin alas, por ello es un salto de fe. De alguna manera uno sabe que esa posibilidad está ahí, o incluso peor, sabe que es la más probable, pero aun así salta. Por ello os digo: Volveréis al camino, caminareis más lentos hasta que podáis conseguir vigor, pero volveréis, recordad que ese abismo era una bifurcación de vuestro camino por el que decidisteis saltar; por lo que una vez finalizado seguís caminando. No digo que sea fácil, sólo que se debe seguir caminando y de ese modo, con lenta y profunda tranquilidad, ir sanando todas las grietas, cortes, y desgarros de la última caída.
"El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar." (Alejandro Magno)
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Líquido poético
PoetryParte de mí está en estos fragmentos, fragmentos que en su conjunto pueden formar todo lo que soy, espero que sea de tu agrado y valores lo más profundo de mi ser.