10 de Mayo 2017
Han pasado algunas semanas de la última vez que mamá y yo platicamos. Recuerdo que cuando le hablé por teléfono acerca de la posibilidad de divorciarme, se había mostrado histérica, dándome gritos a través del hilo telefónico.
Necesito hablar personalmente del tema, por más que sea un asunto mío; estoy seguro que habrá un interrogatorio por parte de mis padres.
Ya sé qué dirán: «El matrimonio es para toda la vida».***
Mientras avanzo por la carretera en mi viejo sedán verde, el sol neblinoso de la tarde parpadea sobre las ventanillas. Me siento aletargado en cuerpo y alma.
Quisiera poner alguna excusa para no asistir a la cena del día de la madre, pero sé que le causaría mucho dolor a mi mamá. Además soy el encargado del pastel y las bebidas.Una sonrisa aflora en mis labios cuando entro a la antigua casa del abuelo Teo, el lugar me ofrece un aspecto acogedor; las plantas de mamá parecen perennes, insisten en sobresalir de sus jardineras.
Lester y su esposa Griselda me saludaron efusivamente; llevábamos mucho tiempo sin vernos. Ambos me preguntan por «mi esposa».
-¿Y tu mujer? -pregunta mi papá, mientras me da un fuerte apretón de manos. Él se queda mirándome, las arrugas en su frente se le marcan mucho y las grandes ojeras lo hacen ver demasiado cansado.
-No pudo venir. -respondí evasivo, agaché el rostro y caminé hacia mamá, intentando aparentar calma. El trato con papá siempre ha sido distante.
Mamá me abrazó con fuerza y luego me observó con un brillo melancólico:
-Tenemos que hablar seriamente mijo...
-Mamá, sé que están preocupados, -Interrumpí. -Pero no quiero arruinar la cena.
-¡Hola familia! -Analy y su esposo entraron a casa, en el momento preciso en que las sombras de la incomodidad empezaban a asomarse.
-La cena estará lista en unos minutos; -Habló con alegría Griselda. -Nada del otro mundo, pero con mucho cariño para doña Martita.
Nos sentamos alrededor de la mesa, mientras en la cocina suenan el entrechocar de los trastos y cubiertos. Entre sorbos de café, platicamos largo y tendido.
Aunque había cierta insistencia en que yo externara mi situación, evité sacar a colación el tema.-Ayer encontré a Nancy, -comenta Aby, observándome de reojo. -Platicamos un buen rato... Les mandó saludos.
-¿Cómo está? Hace mucho que no la veo -Pregunta mamá.
-La vi bien. Un tanto cansada... trabaja en la cafetería de un colegio... ¿Tu la has visto últimamente Santi? Estuvo preguntando mucho por ti.
El comentario me tomó con la guardia baja.
-Únicamente en fotos. -respondo, intentando tragar saliva con tranquilidad.
-Debiste haberte casado con ella -Dice Lester.
Levanto los ojos hacia el. Me mira fijamente, entonces sonríe.
-Es broma Santi. -Y continúa devorando su cordón bleu.
-¿Hace cuanto que no la ve? -me pregunta mamá, recelosa.
Me aclaro la garganta.
-No recuerdo... Quizá sean años. -respondo, con voz inexpresiva.
-¿Habla con ella por el Internet? -Vuelve a interrogarme mamá.
-A veces -Respondo.
-¿De qué hablan?
No digo nada.
Me mira con cierto enojo.
-Le hice una pregunta -dice, mientras sigue mirándome molesta.
-Solamente nos saludamos, éso es todo. -Le digo, con tono irritado.
-No querría que mi hijo casado, pasase tiempo chateando con una mujer casada...
Durante un instante no se dijo nada, comimos en silencio y el repiqueteo de la lluvia comenzó a escucharse. Un sudor helado se desliza por mi espalda.
Mi madre no tiene ni idea, no sabe nada de lo que estoy pasando. Sin embargo pareciera sospechar algo.
El móvil vibró en mi bolsillo. Envuelvo el teléfono en mi mano y observo disimuladamente la pantalla.
Mensaje de Nancy:Taty: Lo siento Santi, mañana no podremos vernos :(
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Pistilo
RomanceLa siguiente historia es un relato sin pies ni cabeza. Narraciones cotidianas con pinceladas inverosímiles que no te dejarán indiferente. © Todos los derechos reservados