Hojas secas

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1 de Mayo 2017

Al colarse los rayos de luz de la mañana, a través de la ventana del dormitorio. Me despojo con pereza del cobertor. Sin un ápice de motivación para enfrentar el día, decido permanecer tumbado sobre la cama y continuar con la ropa de dormir. Hoy es día feriado, pienso quedarme en mis dominios, sumido entre las paredes que parecen cerrarse sobre mi.

Enciendo el televisor, nada destacable. Estoy por revisar una segunda vez los ciento y tantos canales del cable cuando suena el timbre de la puerta. Me dirijo sigiloso a la ventana mientras pienso: -¿A quién rayos se le ocurriría venir hoy?

Lo único que logro divisar husmeando a través de las cortinas, es la imagen de una mujer. Trae un sombrero el cual oculta su rostro, chaqueta beige y un folleto entre las manos. Tiene planta de ser testigo de Jehová.

Camino unos pasos y vacilante decido girar el pomo de la puerta, dejándola entreabierta:

-Buenos días. -Digo, en tono amable y a la vez interrogante.

-Hola, buen día... -Se interrumpió tras levantar su mirada escondida bajo el sombrero. Nos reconocimos y ella se sonrojó suavemente. Un breve silencio. Repuesta enseguida, me dedicó una hermosa sonrisa. -Ésa dulce sonrisa que causaba estragos en mi sistema nervioso. Sus labios dibujaron una curva cautivadora, luego apareció un hoyuelo en su mejilla.

-¿Santiago?... ¡Que sorpresa verte! -Dice, mientras se acerca como para saludarme con osculo.

-¡Hola Glendy! -Quiero decir que a mi también me sorprende verla, pero mis palabras derrapan antes de salir de mi boca. Hago un movimiento, que se transforma en un atropellado abrazo-beso.

-No sabía que vivieras aquí —apunta, tras un leve suspiro

-Así es... hace apenas unos meses... ¿Tu... qué haces por éstos rumbos? Atino a decir titubeante, cuando me recompongo.

Frunciendo los labios y luego de un guiño infantil, me muestra el folleto: «El Atalaya» -Hoy que es día de asueto, decidimos visitar éste sector... como puedes ver; tengo convicciones firmes.

-Ah, muy bien -Asiento con la mirada clavada en la revista y añado de improviso-: ¿Quieres entrar y debatir al respecto?

-Preferiría una plática sin discusiones teológicas -Sonrió.

-¿Quieres pasar? -le pregunto.

-¿Estás seguro?

-¡Claro! Adelante -le indico-. Pasa.

-Ok, compermiso.

Nos acomodamos en los pequeños sofás de la sala, quedando frente a frente. La plática comenzó tímida con muros y defensas. Hablamos de nuestros empleos, el clima, la apariencia física y otros temas que usamos torpemente para ir bajando la tensión. Quiero dar el paso a una reconciliación necesaria, pero no encuentro valor.

-¿Te casaste..? Pregunta.

-¿Sigues soltera..? -Se me escapa, a mi pesar.

Ambos preguntamos al unísono. Permanecemos sentados en silencio.

-Bien soltera... -Dijo, luego sonrió.

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