Octubre 1992
Llegó el día de recibir mis notas finales. Salgo de casa rumbo al instituto. Las calles están empapadas por la lluvia torrencial de la madrugada, el cielo no augura un buen día, el pavimento refulge gris y mojado.
Camino con mucho tino esquivando uno que otro charco de agua, quiero permanecer positivo, quiero pensar que todo va a salir bien pero mi mente es una marisma, la verdad y la mentira se mezclan y me confunden, una sensación helada recorre mi cuerpo.
Entonces recuerdo los últimos veinte meses; parecen estar desdibujándose, desvaneciéndose como una nube de niebla. Ha quedado muy lejano el lunes que esperé la respuesta de la niña de cabello corto.
Estuve sentado durante todo el recreo; el mundo estudiantil pululaba a mi alrededor, mi vista periférica la buscó todo el tiempo. No apareció...
El timbre escolar soltó un alarido que daba por finalizado el recreo, volví decepcionado al aula.De improviso alguien se colocó a mi lado mientras avanzaba por el pasillo ya casi vacío de estudiantes.
Era ella...
La observé momentáneamente de soslayo, una tímida sonrisa afloró en sus labios.
No me detuve, tampoco supe decir nada.Caminamos algunos pasos cuando ella se detuvo y sujetó con fuerza mi mano. Dijo que deberíamos platicar en otro lugar. Me condujo hasta el muro más lejano de los módulos del instituto y me convenció de trepar uno de los árboles para salir hacia la calle.
(Fue la primera de incontables veces que nos fugamos del instituto en horario de clases).Al momento de saltar al exterior ella amortiguó perfectamente la caída como una elegante gimnasta. Mi aterrizaje fue distinto, caí como un huevo reventado en la sartén. Por unos instantes mi boca rozó la grava, noté el sabor del cemento. De la sangre. Luego, ella me ayudó a incorporarme y recorrimos a toda prisa muchos metros de la calzada... como si fuéramos perseguidos por alguien.
Llegamos exhaustos hasta un pequeño parque conocido como El Rosario, ella resopló y dejó a la vista una hermosa y amplia sonrisa. Se burló del golpazo que tuve y unos segundos después, su boca estaba sobre la mía, la suavidad de sus labios me hicieron ignorar el dolor. Luego guiñó un ojo, apartó sus brazos y nos sentamos en una de las sillas metálicas.
—Me llamo Domenica Rodas. —Dijo y sonrió.
Finalmente supe su nombre.
En seguida también me hizo saber que no quería tener novio; dijo que fuéramos amigos, que podíamos escaparnos juntos y hacer cosas locas... que quizá mas adelante...Me sentí confundido y siempre me sentí así cada vez que estábamos juntos; nos gustaba escaparnos del instituto, perdimos muchas horas de clases. Podría arrepentirme ahora, pero, no. Al final acabábamos tomándonos las manos, vagando por las calles, abrazados en algún lugar solitario, besándonos espontáneamente... sin ser nada, porque no sé cómo llamar a lo que sea que hayamos sido hasta hoy.
***
La oficina donde entregan las notas finales esta repleta de estudiantes, comprendo la preocupación que denotan muchos de ellos.
—¿Estás mentalmente preparado para valer verga? —Me preguntó ''el gatíca'', quien de pronto se situó a mi lado, apoyado contra la pared.
Sonrío y lo saludo:
—Solo necesito un buen punteo en cualquier curso de los que tengo riesgo... ¡solamente uno! —Respondí, mostrándole el dedo de en medio.
—Mmmmmm. —exclamó, —Todo el año te la pasaste de puro peluche... para mi que ya valiste ja ja ja.
Puse los ojos en blanco y resoplé fuerte.
—¡Siguiente! —Llamó la secretaria.
Entré de inmediato a la oficina:
—¿Nombre, grado y sección?
—Santiago Rojas... primero básico... sección C.
Ruido del papeleo, pasan los segundos, estoy conteniendo la respiración...
—Aquí tiene jovencito, —dijo la secretaria, con tono poco alentador.
Salgo, el gatíca me acompaña y caminamos a través del pasillo. Comienzo a ver mi tarjeta de calificaciones, cierro con rabia mis ojos...
Mis padres se decepcionarán, ¿Cómo les voy a decir que reprobé el año?
Observo nuevamente las notas de los seis cursos en rojo, quiero gritar; maldito hijoputa profesor de area ocupacional.
Recuerdo que fue él quien nos pilló a Domenica y a mi, intentando saltar uno de los muros del instituto. Ambos tuvimos reducción de puntos en todos los cursos. Ésos puntos... ésos pinches puntos me hubieran servido para salvar el año. Bueno, pienso que en realidad hubiera sido mejor no haber faltado tanto a clases.—¿Qué vas a hacer? —Me pregunta el gatíca
—Irme de aquí. —Respondo...
Irme de aquí amigo.***
«Hagas lo que hagas, o no hagas, podrán cambiar lo orgulloso que me siento por vos...»
Ésas palabras fueron como una punzada de aliento.
Papá no ha tomado tan mal la noticia.Mamá está realmente decepcionada.
Y mi abuelito Teo; me ha abrazado fuerte repitiéndome las mismas palabras cuando le comenté que había estado faltando a clases con una niña:
«El que con niños se acuesta, zurrado amanece».
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Pistilo
RomanceLa siguiente historia es un relato sin pies ni cabeza. Narraciones cotidianas con pinceladas inverosímiles que no te dejarán indiferente. © Todos los derechos reservados