La hermandad.
Un pequeño grupo conformado por siete personas, individuos capaces de mantener el orden y justicia dentro del plano astral. Donde la igualdad y respeto, sin importar edad o capacidades, estaba por sobre todas las cosas.
El único lugar en donde las personas son iguales, es en el mundo de los muertos.
–¡¿Por qué no me lo dijiste?!
Todos miraron a Raúl, estaba furioso, y su mirada apuntaba a una sóla persona.
Florián.
La reunión de los siete guardianes no era en algún lugar fantástico, en donde la tecnología era futurista, tampoco iban vestidos como superhéroes, con trajes entallados, de hecho, tenían la apariencia de personas completamente normales.
El plano astral es tan viejo como el universo, es el principio de lo que nunca acaba y el fin de lo que nunca empieza. Y tan viejo como él eran sus guardianes, para quienes los siglos habían pasado como las horas. Cuando las grandes urbes comenzaron a dominar el mundo, los guardianes había entrado en el acuerdo de que cada uno tomaría la forma humana en partes diferentes del plano terrenal, fue así como quedaron distribuidos al rededor del mundo humano. Adoptando así costumbres de gente normal, cada uno había hecho de su vida un avión de papel, tenían mascotas y propiedades, incluso habían asistido a la universidad y se habían graduado. Lo único en común entre ellos era el hecho de que ninguno había fundado una familia. Estaba establecido que los guardianes no podían mezclarse con humanos. No, no era como el caso de los Dioses griegos, que bajaban al mundo para procrear semidioses. Realmente, la incompatibilidad hacía imposible la unión entre bestia y hombre.
No, en realidad mentían. Ninguno de ellos había asistido nunca a la universidad, tampoco se habían graduado con honores. Eran tan viejos y sabios que podrían hacerse pasar por cualquier cosa (cómo en el caso de Raúl, que se había hecho pasar por maestro). Tampoco existan registros de ellos en la sociedad, no tenían acta de nacimiento. Sin embargo, sus dones les permitían crear ilusiones, o más sencillamente, documentos falsos, que podían desaparecer en cualquier momento, al igual que ellos. (Eso explicaba el por qué la policía no había podido encontrar aún a Raúl).
Esa noche se encontraban reunidos debido al llamado que Raúl había emitido. La forma para saber que alguien los necesitaba, era activando el sello que tenían impregnado en la piel, en el tobillo derecho, como un tatuaje. Mediante la conexión energético emocional del sello con su dueño, emitiría señales, los sellos en la piel de los guardianes liberaba una tenue luz, y causaba un pequeño dolor. Pero solo un poco. Para cada logia el sello era diferente, y representaba la protección de sus integrantes.
El encuentro se había llevado a cabo en el que anteriormente había Sido el departamento de Raúl. Él, a diferencia de los otros guardianes, había decidido permanecer en el plano astral, oculto, hasta que una misión terrenal se le presentara de nuevo. Y ahora, tenía en sus manos a tres muchachos, que probablemente, estaban en peligro, un colosal peligro.
–¿Decirte qué?–Florián parecía tan desconcertado como los demás.
Florián; era el líder de la logia gris. El que se encargaba de sellar a las mascotas astrales junto con su dueño para que su unión fuera de alma con alma. A simple vista, era el segundo más joven de todos, con un cuerpo terrenal de 23 años de edad. Vivía en México, el país en donde los alebrijes le daban vida a sus sueños.
–¿Decirme qué?– Raúl se acercó, intimidante.
Todos en la sala los veían sin decir nada.
–Yo no sé nada–titubeó– ni siquiera sé de qué hablas.
–Hoy en la mañana encontraron el cuerpo de un chico, le arrancaron el corazón y marcaron las lunas del círculo de plata en su abdomen.
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Ecos nocturnos
FantasyAries Balzác cae en un estado de coma, y su alma trasciende al plano astral, en donde conoce a Leo y Havy, un par almas en pena. Para que Aries pueda volver a su cuerpo, tiene que hacer que los fantasmas encuentren la paz. Los fantasmas del pasado s...