capítulo 9 Versos sin letras

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–No deberías ser tan egoísta.

–¿Egoísta con quién?

Havy no había dejado de mirar a través del cristal roto de las antiguas ventanas, el aguanieve se acumulaba en los bordes de los vidrios. Estaba sentado sobre el colchón sucio que Leo y él tuvieron que voltear, cuando despertaron una enorme mancha de sangre, ya seca, se extendía en la cobertura de la tela. Leo jugaba con una polvorienta pelota de tenis que alguien había dejado en el patio. Estaba sentado en una silla, frente a la pared, hacía que la pelota botara contra la pared para que luego volviera a su mano, como un boomeran.

–Con Aries.

–Yo no soy egoísta con ella– Havy observaba el cielo, de tonos naranjas y amarillos, era una tarde dorada y preciosa.

–Lo único que le has dicho hasta ahora, ha Sido lo feo que te parece su nombre.

–Es que, sí es feo.

– Havy– Leo dejó de botar la pelota. Miró a Havy, quien le daba la espalda.– Deberías preocuparte un poco, recuerda que Aries es la ele...

–No te atrevas a decir esa palabra– Havy se giró, miró a Leo con furia. No toleraba que las personas usaran esa palabra para convertir las coincidencias en cosas únicas– Aries no es ninguna elegida ¿La habrías elegido a ella? Además, piénsalo por un segundo, ella está unida a nosotros, ella nos debe algo, ¿Y si Aries es quién...

–No la conoces– se puso de pie, interrumpiendo a Havy– No puedes insinuar que ella tuvo que ver con nuestras muertes.

–Y tú tampoco la conoces– Havy lo imitó.– ahora que lo pienso, ¡si me preocupa!– alzó la voz, sólo un poco– Raúl se largó con ella, sabrá Dios en dónde están y qué han hecho.

–¿Qué quieres decir con eso?

–Nada que no puedas entender.– caminaba por el salón, dando vueltas– no podemos dejar que a esa niña le pase algo, Aries es nuestra única salida.

–¿Ahora la verás como un objeto?

Havy estaba por salir del salón mientras Leo lo seguía con la mirada. Se detuvo en la puerta, y miró de nuevo a su amigo.

–Lo único importante es salir de aquí.

Si la puerta hubiese tenido un buen estado, Havy no hubiera dudado en asotarla una y otra vez hasta romper el marco.

Leo, por más que lo intentase, no podía comprender el enojo de Havy hacia ella. Con el pasar de los años, se había dado de que Havy tenía cambios de humor tan fuertes que ni él mismo podría explicar las razones de su enojo, de su tristeza o su felicidad. La noche anterior, Leo se había molestado en hablar un poco con Aries, lo único que había descubierto era la parte más curiosa de la chica. Si querían salir de ahí, los tres tendrían que trabajar juntos, pero sabía que ella tendría que hacer el mayor esfuerzo.

De nuevo se sentó en la silla, volvió a botar la pelota que soltaba una pequeña nube de polvo con cada golpe que daba en los fríos tabiques. Algunos se alcanzaban a ver por el desgaste de las paredes, se escuchaba hueco, un eco yacía en el interior del solitario salón. Mientras pensaba en lo mucho que extrañaba tener un lápiz y un papel frente a él, escuchaba las pisadas de Havy bajar las escaleras hasta llegar al patio.

Havy bajaba tan rápido que dió un par de tropiezos en el camino. Comenzó a maquinar una serie de frases que podrían ser ciertas o falsas, tal como una araña que tejía su telaraña, intentaba unir los cables, y siempre terminaba en el mismo lugar.

Si Aries estaba atada a ellos por ser la culpable se sus muertes, quizá estaba ahí sólo por mera culpa y lástima. Por el contrario, si Raúl decía la verdad y ella genuinamente era quien los salvaría, lo haría de la forma más sincera, ella tenía la completa libertad de regresar a su cuerpo cuando quisiera, pero seguía aquí.

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