Abrió los ojos abruptamente, estaba tirada en el suelo, y en ese momento lo más difícil era intentar vislumbrar la luz del sol que entraba tenuemente por la ventana, estaba en su lugar favorito de la casa. Su madre le decía que un día más de vida no era un derecho, sino un regalo. La cabeza le daba mil vueltas, no sabía por qué se cuestionaba algo tan insignificante como levantarse del frío suelo.Aries estaba perdida, confundida, no recordaba absolutamente nada de lo que ocurrió la noche anterior con Raúl, ni por qué estaba tirada en el suelo sin que su madre haya gritado a todo pulmón que se levantara, que estaba loca. No podía darse cuenta de lo que realmente sentía en esos momentos. Con gran pesadez en su cuerpo, levantó su mano izquierda y la puso frente a su rostro, contó sus dedos. Eran cinco, estaba completa.
Lentamente se incorporó, miró a su alrededor, ni su madre ni Tesla daban señales de estar en casa. Un fugaz recuerdo acudió a su mente, eran los ojos de Raúl. La noche anterior, antes de que su vista se volviese nula, se encontró con los ojos de su amigo. Estaban llenos de serenidad, de tristeza, frustración. La miró y sonrió, pero en sus ojos aquella expresión no parecía ser sincera. Algo en él intentaba decirle que no tuviera miedo.
>>Búscame<<
Giró sobre sí misma. Había escuchado su voz. ¿Él estaba aquí?
–¿Raúl?– caminó hacia las habitaciones. La casa era de una sola planta, si había alguien escondido no sería difícil encontrarle.
>>Búscame<<
Ésta vez juraría que lo había oído. Miró a su alrededor, pero todo estaba totalmente quieto.
>>Búscame<<
>>Búscame<<
La voz tomó un tono molesto, resonaba dentro de la cabeza de Aries. Tapó sus oídos, pero los ecos seguían rebotando dentro de las paredes, diciendo lo mismo una y otra vez.
Dejó de escucharlos.
Algo extraño estaba pasando, y no pensaba quedarse en casa a que alguien le dijera qué sucedía. Caminó por el comedor en busca de alguna nota. Su madre acostumbraba a dejar recados cuando Aries no despertaba y debía salir de casa más temprano de lo normal, efectivamente ahí había una.
La tomó, y cuando terminó de leerla la expresión en su rostro no era de sorpresa, sino de terror.
Estoy en el hospital, Aries se encuentra grave, llámame en cuanto puedas.
No esperó a soltar la nota y salió corriendo hacia el hospital, sabía en dónde se encontraba, tardaría en llegar. No podía comprender a qué se refería su madre con aquello, ella estaba bien, estaba en casa. O quizá los signos de puntuación estaban mal puestos y quien se encontraba grave en el hospital era su madre.
Seguía corriendo, atravesando las calles, esquivando a las personas. Sus pulmones comenzaban a doler como si algo la consumiera por dentro.
–¡Joder!–
Sintió un fuerte tirón en su mano izquierda que le impidió seguir avanzando. Intentó retomar su camino, cuando se dio cuenta de que una de sus pulseras se había enredado con el cabello de aquel extraño.
–¡Deja de tirar de mi cabello, maldita sea!– lo miró de frente, era un chico, tal vez mayor que ella. Su cabello era tan largo que cubría toda su espalda, Aries podría alejarse un metro y el cabello del sujeto no se desprendería.
–¿Y tú quién eres?–Además de ser una persona bastante grosera, nunca lo había visto por ahí.
–¿Se supone que deba decírtelo?
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Ecos nocturnos
FantasíaAries Balzác cae en un estado de coma, y su alma trasciende al plano astral, en donde conoce a Leo y Havy, un par almas en pena. Para que Aries pueda volver a su cuerpo, tiene que hacer que los fantasmas encuentren la paz. Los fantasmas del pasado s...