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Disclaimer: Pido disculpas de antemano por si los pensamientos/actos de Alba hetero resultan algo incoherentes. Como comprenderéis, me cuesta meterme en el papel 🙈 Pero todo sea por el salseo y los jajas.

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- ¿Hoy también viene Marta? Vaya par de lapas- le recriminé a la Mari una mañana de sábado, mientras desayunábamos-.

- Uy, qué mala es la envidia... Si actuaras en vez de estarte dos semanas mirando una foto quizás la lapa serías tú - me soltó-.

- No sé de que me hablas - negué automáticamente mientras sentía como mis mejillas enrojecían-.

- De la foto de la amiga de Marta, que la vas a gastar de tanto mirarla. Estaba esperando que sacaras el tema pero como veo que no, ya lo hago yo.

- Ay, Mari - suspiré-.

Tenía razón. Llevaba dos semanas exactas con Natalia en mi cabeza. No podía pensar en otra cosa.

- No sé que me pasa. Es rarísimo.

- ¿Rarísimo? Alba, esa chica te pone cachondisíma. Tuviste química con ella y estás entre encoñada y cagada porque nunca te había pasado.

- Yo creo que es como... un crush artístico. Una musa. Todo el mundo tiene musas.

- ¿Te estás escuchando? ¿A caso ves que Marta sea mi musa artística?

- No es lo mismo. No compares.

- Por lo que me contaste, podría haber sido lo mismo. Podríais haber subido y hubiéramos hecho un concurso de gemidos. Felices las cuatro.

- Yo solo te dije que hubo tensión.

- No resuelta- me cortó-. Y así estás, que te subes por las paredes, si es que no dejarse llevar es malísimo.

- María, de verdad, a mi no me gusta Natalia de esa manera.

- Es increíble la cabecita cuadrada que tienes. Si es que estoy segura que hasta has tenido sueños guarros con ella - acusó con el dedo índice y yo me volví un tomate, apartando la mirada-.

Era completamente cierto. Fue la cuarta noche después de conocerla. Soñé que estaba en una habitación de hotel, con Natalia. Ella llevaba una camiseta larga que apenas le tapaba lo justo y yo estaba envuelta en sábanas. Completamente desnuda. Natalia se abalanzaba sobre mí cual pantera salvaje y me besaba como si el mundo fuera a acabarse.

El sueño no duró mucho más, pero fue suficiente para despertar todas mis alarmas, así como una humedad entre mis piernas que tuve que ocuparme de resolver con mis propias manos.

- Alba Reche, si te vas a correr solo con el pensamiento que no sea mientras desayunamos - me sobresaltó María-.

- ¡Mari! - le regañé, golpeando suavemente su brazo-. En realidad, puede que estés en lo cierto. Hay algo en ella que... me atrae.

- Menos mal, amiga. ¿Y qué piensas hacer al respecto?

- No lo sé. Es que, sabes, no solo es físicamente... Es toda ella. Es un puto misterio a resolver.

- Y tú no eres precisamente de las que se quedan con la duda, cariño. Sácate los prejuicios de la cabeza, fluye, verás que siempre es para bien.

- A la mierda todo, Mari - resolví-. ¿Le puedes preguntar a Marta si Natalia saldrá hoy?

- Eso está hecho.




Vestido rojo. Labios rojos. Ni un ápice de cordura en mi mente. Todo en mí gritaba "incendio". Acababa de entrar al local dispuesta a provocarlo.

La busqué con la mirada mientras la camarera preparaba el gin-tonic que me acababa de pedir. Ni rastro de Natalia. Me preguntaba si yo había llegado demasiado pronto.

Me limité a quedarme sentada en la barra, desde donde tenía buena visión del bar entero. La espera me estaba poniendo histérica. No tenía planeado nada de lo que iba a hacer, mi idea era improvisar cuando la viera.

Total, esto era una locura y quería seguir mi instinto en todo momento. A ver a qué me llevaba.

De repente, la vi entrar. Mi pulso se aceleró al instante y los nervios hicieron presión en mi estómago.

Llevaba una camisa estampada, algo vintage, que le daba un rollazo espectacular. Sus labios estaban pintados de granate oscuro. Imposible no mirarla.

Imposible no mirar también a la chica que la acompañaba. Una morena despampanante. No iban agarradas, ni siquiera se tocaban, pero estaban lo suficientemente cerca como para no ser amigas.

La cara con la que la miraba Natalia, de ligona total, me confirmaba la teoría. Pasaron de largo de donde yo estaba, sin verme, y se dirigieron al fondo del local.

Que estúpida. Obviamente Natalia no iba a estar sola. Me empecé a replantear mi impulso. Conozco a alguien una noche, tardo una eternidad en decidir que me gusta y me planto en su discoteca de referencia para hacer ¿qué?

Me sentía ridícula, ahí parada viendo como Natalia tonteaba con esa chica. Me levanté y salí fuera dispuesta a marcharme. ¿En qué momento había sido esto una buena idea?

En la entrada del local había gente haciendo cola y fumando. Me acerqué a pedir un cigarro a un grupo de chicas y me lo dieron.

Yo no solía fumar, pero en ese momento sentía que lo necesitaba. Encendí el pitillo con el mechero que me prestaron y me apoyé en la pared para fumármelo.

La primera calada me alivió. El humo colándose en mis pulmones me causó una sensación placentera, que se desvaneció al soltarlo y recordar la manera tan sexy en que lo había hecho Natalia dos semanas antes.

Dios, solo recordar ese gesto suyo me ponía la piel de gallina. En estos días me había permitido recrearme en todos los recuerdos de esa noche y los sentimientos de deseo y atracción se habían hecho evidentes, aunque no me hubiera sido nada fácil aceptarlo.

Ojalá ese día me hubiera echado el humo a centímetros de mi cara. Y ojalá yo hubiera reaccionado besándola.

Me vino a la cabeza cuando me dijo que si nos besábamos, tendría que hacerlo yo. Y que ella me correspondería. Recuerdo como me sentí, sus labios en primer plano, su mirada de deseo. Me preguntaba si a día de hoy seguiría cumpliendo con eso.

¡Qué coño! Nada de volver a casa. Iba a comprobarlo.

Tiré la colilla del cigarro al suelo y entré de nuevo al local. Esta vez la encontré al instante. Estaba en el mismo sitio pero sola, revisando el móvil. No sabía donde se había metido su acompañante pero definitivamente no me importaba.

- Hola - solté cuando la tuve delante y ella levantó la vista para encontrarse conmigo-.

Natalia abrió muchísimo los ojos, sorprendida, y me dedicó una sonrisa amplia. Antes de hablar noté como sus ojos se recreaban en mi cuerpo y adquirían ese brillo oscuro que se había quedado clavado en mi memoria. Se mordió el labio. Le gustaba lo que veía. Y a mí esa reacción.

- ¡Alba! ¿Qué haces aquí? - habló finalmente y yo sonreí-.

- He venido a buscarte - solté segura de mí misma-.

Neon Lights | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora