- ¿Y si está confundida?
- ¿En serio, Natalia?
- No quiero llevarme una decepción otra vez, Marta.
- ¿Estamos hablando de la misma Alba? ¿La que lleva un cartel de "estoy encoñadísima" en la frente, casi igual de grande que el tuyo?
- Tú lo has dicho: encoñadísima. Ella puede estar fascinada por la química y el sexo maravilloso que tenemos. Pero ¿yo? Estoy enamorada hasta las trancas. Dime, ¿quién tiene las de perder?
- Claramente tú, pero porque no tienes ovarios de arriesgarte. ¿Por qué te cuesta tanto creerte que ella está tan pillada como tú?
- No creo que Alba esté pensando con claridad, sinceramente.
- ¿Quién eres tú para decidir eso, a ver? - me reprochó-.
- ¿Y si no le encajo como pareja? Marta, que se presentó con un "Hola, soy hetero".
- ¿Y cuánto le duró? ¿Dos semanas? Lleváis meses liadas. Digo yo que si te propone ir más allá es porque toda esta lucha interna por la que te preocupas tanto ya la ha tenido ¿no?
- Ay, no sé. Yo quiero, de verdad, solo tengo ganas de estar pegada a ella, pero es que me voy a crear ilusiones para nada.
- Para mí te estás equivocando. Uno no elige cuando se da cuenta de las cosas ni cuando se acepta ni cuando está listo para hacer algo al respecto. No puedes pretender que todo el mundo lo tenga tan claro como tú desde el minuto cero.
- Ya...
- Además Alba es un amor. ¿Tú crees jugaría contigo?
- Claro que no, no a propósito.
- Es que me parece increíble que ella esté dispuesta a arriesgarse y tú aquí poniendo pegas cuando podrías ser la persona más feliz de la tierra si le dices que sí, que estás puto deseando ser su novia.
"Nat, ¿te puedo llamar? Me dejó preocupada como te fuiste ayer."
Suspiré.
Ayer, después de hacer el amor con Alba, porque para mí no tenía otro nombre, huí.
Huí porque me confesó que nunca se había sentido cómo se sentía cuando estaba conmigo. Huí porque quería lo mismo que yo. Más.
- Eres perfecta ¿sabes? No hay nada que te cambiaría - me susurró y yo escondí mi cara en la almohada-. Me encanta pasar tiempo contigo, siento que conectamos a todos los niveles. Nunca me había pasado con nadie. Quiero más. Mucho más que esto sin etiquetas que tenemos.
Y me cagué. Y me fui.
Sentía la mirada de Marta por encima de mis hombros, espiando el mensaje que la rubia me acababa de enviar. Contesté.
"¿Dónde estás?"
"En casa."
"¿Sola?"
"Sí"
- Hola - me recibió Alba, sin la sonrisa que normalmente lucía en su rostro cuando nos veíamos-.
- Hola - contesté más seca de lo normal, estaba nerviosa-.
- Perdón por lo de ayer. Mi intención no era sobrepasar ninguna línea... Tampoco es que hubiéramos establecido ningún límite pero ya vi que sí. Los hay. Te incomodó que te diga lo que es obvio que me pasa.
- No es eso.
- Huiste.
- Me das miedo, Alba - la miré fijamente-.
- Crees que estoy experimentando. Que eres mi conejillo de indias - sentenció-.
- No.
- Sí. Y me parece injusto que lo pienses. Yo tengo lo nuestro tan claro como lo tienes tú, aunque hagamos como que no pasa nada. Y siento que me estás prejuzgando.
- Me estoy protegiendo.
- No soy Alicia.
- Alba - le reprendí-.
- ¿Qué? No te voy a destrozar. Si acaso lo vas a hacer tú conmigo, porque me tienes en tus manos. Y aquí estoy. Plantándole cara a lo que siento. Que, sí, es nuevo para mí, pero menos mal. Porque no se compara con ninguna otra cosa.
- Me preocupa que no funcione.
- A mí me preocupa que seas tan cobarde.
Alba se acercó y se lanzó a mi boca, conquistándola lentamente. Me dejó prácticamente temblando, teníamos los sentimientos a flor de piel.
- No digas que no se para el mundo cuando nos besamos - me susurró apenas a unos centímetros de mi cara-.
- Joder, lo siento. Me pongo trabas yo sola, soy ridícula - miré al suelo, antes de volver a fijar los ojos en ella-. Está bien.
- ¿Está bien qué?
- Está bien quererte y que me quieras - dije y Alba sonrió ampliamente-.
- ¿Con etiquetas? Quiero etiquetas - me apremió-.
- No tienes remedio. ¿Hashtag novias? - propuse mientras rodeaba su cintura con mis brazos-.
- Por favor. Soy Alba Reche, bisexual y tu novia - anunció, yo me reí y la acerqué más a mí para besarla-.
- ¡Eres tontísima! Pero tengo que admitir que eso suena mucho mejor que lo que me dijiste hace seis meses.
- Créeme que lo es. Muchísimo mejor.
Nos besamos con delicadeza, disfrutándonos de una manera nueva, más libre. Alba llevó su boca hasta mi cuello y lo que empezaron siendo pequeños besos inocentes dieron paso a mordidas que anunciaban guerra.
Y yo no tenía intención de darle tregua. Aunque sí de dejarme ganar. Porque si algo había aprendido era que Alba no soltaba las riendas de la situación nunca. Y a mí no me costaba nada rendirme ante ella.
Después de recuperarme de un par de orgasmos que Alba causó con tremenda facilidad en mí, le devolví el favor, dejándola exhausta. Y ya como parte de nuestro ritual me quedé observándola después de correrse. Probablemente mi Alba favorita.
- Nat, qué maravilla. Me haces sentir... - a Alba no le venían las palabras y las sustituyó con el latido de su corazón el cual hizo que escuchara a través de mi mano en su pecho. Desbocado-.
Sonreí orgullosa e hice lo mismo con su mano. Mis latidos también estaban revolucionados.
- ¿Me explicas lo cursis que estamos siendo? - pregunté divertida con la situación-.
- Demasiado, ¿no?
- Puede que un poquito, sí. Pero es que... no me canso de descubrirte, de besarte, de tocarte, de follarte y después ser una moñas. Me tienes loca, Albi.
- ¿Es ésta tu estrategia para convertirme en nataliasexual ahora? ¿No has tenido suficiente? - me preguntó mientras acariciaba mi mejilla con una sonrisa entre tierna y pícara-.
- ¿Contigo? Nunca es suficiente.
- FIN (ahora sí) -
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Neon Lights | Albalia
FanfictionAlba Reche, hetero, se ve arrastrada por su amiga María a una discoteca de ambiente. Allí conoce a Natalia Lacunza, bisexual, quien la protege de las chicas que le tiran fichas. Todo puede pasar.