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El tiempo, cosa tan extraña, pasaba con lentitud para algunos, pero su pasó era acelerado para otros más, pero ¿quien tenía más fortuna? ¿El que deseaba que los días terminaran? O el que veía la vida pasar fugaz frente a sus ojos. Víctor era ahora parte del segundo grupo, los días pasaban a una velocidad abismal, tanto para que tres años hubiesen pasado en un abrir y cerrar de ojos. Su fama había crecido aún más, tanto como el ni siquiera podía imaginar, quienes habían hablado mal de él ahora se disculpaban y rogaban por un segundo de su atención, pero no, el solo prestaba atención a lo que pasaba frente a sus ojos, a su vida misma, vida que se acortaba a cada paso que daba, vida que un día desaparecería, así que debía disfrutar, ya se encargarían Yakov y Georgi de arreglar lo demás.

Una tranquila tarde de octubre Víctor se encontraba en su escritorio, componiendo una vez más, gracias a Zahiel las notas llegaban solas a su cabeza, tenía más de treinta obras ya escritas, pero no quería detenerse, quería impresionar aún más al mundo, quería que nadie jamás olvidará su nombre. Un ligero toque seguido de su puerta abriéndose le interrumpió haciendo que frunciera el ceño —Dije que no quería interrupciones, ¿es tan difícil entender?— la mucama simplemente bajó la cabeza y una sombra negra se adentró en la habitación —creí haberte dicho que debes respetar a tus mayores— el peliplata sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar aquella voz, alzó rápidamente su vista y ahí estaba, con aquella insípida sonrisa —Zahiel....

—Es un placer verte, vaya que has crecido, cada día eres más apuesto— después de haber cerrado su trato nunca más se le había presentado y ahora de la nada aparecía frente a sus ojos, con la misma mirada ambar que lo estudiaba —¿por que sigues aquí? ¡Sal inmediatamente! — exclamó con fuerza haciendo que la joven mucama huyera del lugar —No puedo creer que con ese tacto logres hacer que se acueste contigo.

—¿De que éstas...?

—No importa realmente, hoy solo vine a saludarte y a hacerte una agradable invitación— el pálido demonio se paseó por la oficina mientras veía con gracia todo lo que se encontraba a su alrededor —He tomado a un nuevo aprendiz a mi cargo y está noche tendrá su primer presentación, nos honraría enormemente que te presentaras— sonrió mientras se posaba a su lado colocando su mano sobre el hombro contrario —¿presentación?

—Es un talentoso pianista, no debes ponerte celoso— respondió burlonamente mientras llevaba su mano a tomar la delicada barbilla del ruso, por su parte Víctor se sentía molesto, amenazado por saber de alguien bajo el cuidado de Zahiel, era más que obvio que había hecho un trato también y podría ser igual o mejor que él, eso significaba competencia aún que no se tratase del mismo instrumento —me pregunto si... ¿Tambien te ofreció su corazón? — el contrario sonrió mientras acortaba el espacio entre ambos y susurraba a su oído —Lo siento Víctor, pero aunque lo dudes no hay magia aquí.

La mirada aguamarina se guió sorprendido a la contraria buscando una respuesta a lo que le decía pero no la hubo, en cambio el azabache se alejó de él mientras sonreía —Hay personas que buscan desarrollar su talento, no todos se van por el camino fácil como tu.

—¡Callate! Yo... Yo... ¡Yo no tuve opción! — se levantó de su asiento a su vez que golpeaba con ambas manos el elegange escritorio que yacía frente a él —Tú... Tú solo quieres hacerme enojar, quieres avergonzarme pero no lo lograrás— Zahiel sonrió una vez más antes de abrir la puerta para salir de aquel lugar —La vergüenza la causas tu mismo mi estimado Víctor, aún así espero verte ahí, tienes que conocer a este muchacho, es sumamente talentoso — comentó sonriente antes de salir.

Víctor se encontraba furioso, era más que obvio que Zahiel le estaba provocando y estaba funcionando ¿qué quería probar? O acaso ¿sólo quería usar su imagen para conseguir fama para aquel chiquillo? Fuera cual fuera el caso no lo permitiría, nadie se colgaría de su fama, bastante le había costado recuperarla como para dejar que eso pasará.

Mientras tanto en el centro de la ciudad, en una humilde pero agradable casa se encontraba un azabache que tocaba con tranquilidad su piano, las bellas notas pertenecían a Claro de luna, el chico de apariencia asiática paseaba sus dedos por las teclas del piano acertando con gentileza las mismas mientras su mirada ya se encontraba buscando las siguientes notas. Justo frente al piano, en una silla y cruzado de piernas se encontraba Zahiel, sus ojos estaban cerrados, parecía disfrutar de aquella pieza que rompía con el silencio ensordesedor —No debes estar nervioso Yuuri, está noche será un completo éxito, puedo asegurarlo.

—¿lo crees?

—¿quieres apostar?

—Claro que no, es obvio que así sucederá — el demonio sonrió mientras abría sus ojos y dirigía su fría mirada al contrario —¿porqué estas tan seguro?

—Por que tu solo apuestas cuando vas a ganar.

Hacía cinco años que Zahiel había conocido a Yuuri, más bien a su familia. Habían tenido la mala suerte de haber llegado a aquel país como esclavos, curioso final para ellos que provenían de una prominente familia atistrocata de Japón, pero el destino había jugado así con ellos. En el momento que ambos de conocieron Yuuri tenía once años, sus padres hacían hasta lo imposible por protegerle, no querían que acabara como ellos, siendo insultados y matratados por quienes se creían mejores, fue ahí que Zahiel les concedió un trato, el se encargaría de proveerle un gran futuro a su hijo y desaparecería sus problemas a cambio de ser el tutor del chico, esté le pertenecería en cuerpo y alma.

Y así fue, justo después de firmar el contrato ambos padres comenzaron a desvanecerse, eran simplemente polvo llevado por el viento.

—Entonces no debes sentirte nervioso— el joven dejó el piano, tomo unas gafas que yacían sobre el mismo y se las colocó —Lo único que deseo es ver a Víctor ahí.

La Sonata Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora