capítulo dieciocho.

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capitulo dieciocho.

Ojala pudiera vivir este para siempre...

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- Lucky... ¿tu sabes lo que le ocurre a Sarah? - me pregunto Nash mirando por el cristal de la habitación.

- No... pero hablare con ella... lleva unos dias asi. - Sarah estaba de pie en la habitacion mirando a la ventana. La conocia de un par de meses, suficiente para saber que habia llorado.

- ¿no habra recaido, verdad? - estos meses Sarah estaba consiguiendo vencer toda la mierda que llevaba dentro. Estaba venciendo al cancer.

- no lo se... - suspire. - creo que no...

- Muy bien amor, entonces os dejo solas. - Nash se incorporo con dificultad y me dio un suave beso. Saliamos desde hace un mes y una semana, tres dias antes que le quitaran la pierna. - te quiero.

- y yo a ti... - susurre mientras veia desaparecer su silla de ruedas entre los medicos y enfermeras.

Abri la puerta sin hacer mucho ruido, abance hasta Sarah y me puse a su lado mirando por la ventana. Estabamos a finales de febrero y el frio aun reinaba en el exterior. Los arboles estaban blancos por la nieve y todo el jardin que reodeaba el hospital, los imitaba con su manto blanco. Un leve cantar de los pajaros se escuchaba de fondo y las risas de tres niños, que serian visitas, jugando felices con la nieve, llegaba hasta nuestra ventana.

- Me gustaria congelar este momento, en esta misma imagen y vivirla siempre... - susurro sin quitar la vista del exterior. - ¿cómo es posible que un fino cristal, separe la felicidad del exterior, de la tristeza que se encuentra aquí?

- a veces las cosas no tienen sentido. - las dos manteníamos la conversación sin mirarnos, sabía que así sería más fácil para Sarah.

- con ocho años soñaba con ser mayor, con casarme con un príncipe y convertirme en una princesa, con llevar vestidos diferentes todos los días y que mi palacio fuera el más grade del mundo. - gracias al reflejo del cristal, vi una triste sonrisa cruzar su rostro acompañada de una lágrima, la primera que veía de su propiedad. - Y ahora todo ha cambiado... Ya no sueño con un futuro, tan sólo sueńo con vivir un día más, y aprovecharlo para soñar con el día siguiente.

- mi vida nunca me había gustado, me parecía simple, aburrida... - fije la mirada en un copo de nieve en concreto, que caía del cielo en ese momento. - al contrario, esta vida no la odio. Admito que hay momentos que borraría de ella, pero no la odio. Tal vez sea por las personas que he conocido viviéndola, o por todos los mementos que he pasado, tanto los tristes como los felices, todos son únicos. Y lo mejor... Es que tan sólo los vivo yo... Por qué, Sarah, nuestras vidas son únicas... A su manera, pero únicas.

- lo se... - oí otro suspiro por su parte. - ¡pero es que estoy harta de esta vida después de tantos años! ¡Estoy harta de tener esta mierda dentro! ¡Estoy harta de no ser nadie para el mundo, de no tener significado alguno para nadie! ¡Joder, ni mis propios padres me quieren!

me gire para mirarla y me sorprendió ver sus enormes y hermosos ojos miel, hechos cristal, llorosos y llenos de pequeñas lágrimas buscando una salida. Posé una mano sobre su hombro y la abrace.

- Eso no es cierto... ¿Vale? - susurre en su oído, y ella negó con su cabeza. - nosotros estamos contigo y tus padres te quieren más que a nada en el mundo, estoy segura.

- no, Lucille, no los conoces... ellos viven por y para su dinero. Cuando todo esto comenzó, me escondieron para que las personas con las que se codeaban, no descubrieran que su hija cancerosa les hacia perder dinero, su preciado y puto dinero. - un gemido de frustración salió de su garganta seguido de más lágrimas. - Yo era su hija, su princesita, lo era todo... Pero unos papeles lo cambiaron todo. ¿Sabes cuanto hace que no veo a mi padre? ¿Lo sabes?

Quiéreme si te atreves. (reeditando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora