Capítulo 1: Barcelona

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Septiembre 2018.

Al abrir la puerta le embriagó un olor a limpio, a nuevo. No era un piso amplio, pero las numerosas cajas que habían dejado aleatoriamente por el salón lo hacían aun más pequeño. Lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y desplomarse en el sofá. No podía creérselo, estaba allí, en su nueva casa y como no, no sabía por donde empezar a desembalar cajas.

Llamó a Javiera para asegurarse de que a su madre no le diese un ataque al corazón y tras asegurarle que no tenia de que preocuparse puso algo de música y llamó a Alfred contenta para contarle que ya había llegado.

Un tono, dos tonos.....

- ¿Sí?.- Un somnoliento Alfred le contestó el teléfono.

-Titiii, ¿estabas dormido?-. Dijo una sonriente Amaia soltando una carcajada.

-Un poco.- Dijo Alfred con su voz de bebé.

-Ohhh que mono.- Sonrió imaginándose a un Alfred despertándose y emitiendo sus característicos sonidos mañaneros.

-¿Ha pasado algo Amaix? Preguntó Alfred.

-Acabo de llegar a casa y tengo muchas cajas
que desembalar.... .- Dijo una Amaia sugerente esperando que su chico pillase la indirecta.

- A a casa, a tu casa en Barna? Ya?.- Dijo Alfred titubeando.

- Si cucu, he llegado hace un rato.- Dijo una Amaia nerviosa.

-Pero eso es genial titi pensé que estarías aun en Pamplona.- Dijo un Alfred claramente emocionado.

-Quería llegar ya a casa, tengo ganas de verte.- Dijo una Amaia sincera.

- Hoy no creo que pueda acercarme ruru, tengo que ir al estudio y seguramente acabe tarde...- Dijo un Alfred ligeramente nervioso.- Pero te prometo que mañana no te libras de mi que también te echo mucho de menos.-

-Bueeeno vaaaale.- Contestó alargando levemente las vocales.- Nos vemos mañana Al, te quiero.

- Nos vemos mañana Amaix, t'estimo.

No iba a mentirse a si misma, le había molestado, más bien le había puesto triste que Alfred le dijese que no aparecería por su casa hoy. Llevaban casi dos semanas sin verse y esperaba poder disfrutar un ratito de él en su nueva casa. Pero Amaia sabía perfectamente que cuando el estudio estaba de por medio no se le podía hacer nada. Así que no le dio más vueltas, le puso un mensaje a Aitana avisándole de que había llegado sana y salva a su piso, se comió el tupper que Javiera le había preparado de lasaña y se dispuso a intentar poner algo de orden en aquella odisea.

2 horas después había despejado ya gran parte del salón y decidió que era un buen momento para continuar con aquella canción que llevaba días rondándole en la cabeza. Le gustaba componer, le gustaba sentarse al piano y que la melodía saliese sola, casi sin pensar.

Estaba enfrascada en uno de los últimos versos que acababa de escribir cuando el timbre de su casa sonó. Dio un brinco del susto y sonrió al ver la sombra que se dibujaba en el telefonillo.

Alfred

Se encontraba feliz, que feliz, se encontraba pletórico al saber que su chica estaba ya por tierras catalanas organizando su nueva casa. Tenia una reunión en el estudio para poder terminar de revisar alguna maqueta que no le acababa de convencer. Él sabía tanto como sus padres que cuando iba al estudio entraba en un mundo aparte y que a veces incluso llegaba a altas horas de la madrugada a su casa. Ese día en principio no iba a ser la excepción, tenia que revisar las maquetas, tenía que estar todo en marcha, pero había notado perfectamente la desilusión en la voz de Amaia cuando le dijo que no pasaba nada, que ya se verían mañana. Maldita sea, el también tenía ganas de verla, de comérsela a besos después de esos días sin verse y de entrar por la puerta de aquel piso en el que pasaría muchas noches.

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