Tametzona

626 115 24
                                    


Capítulo IV

SeungCheol siguió a JiHoon río arriba, sus caballos hacían la senda que en realidad era un camino vasto y con mucha vegetación. Cada tanto, SeungCheol debía agacharse por las ramas bajas que atentantaban cerca de su cuello y cabeza pero por más que sus sentidos estuvieran alertas, llevaba medio día con los ojos puestos en la espalda de JiHoon. Miles de pensamientos cruzaban por su mente y giraban como un trompo infinito para volver a repetirse ya que era aquello que no entendía de JiHoon lo que más atormentaba su mente. El arquero había cruzado por frente el castillo y SeungCheol había jurado por la vida del rey de que, JiHoon, estaba haciendo todo lo posible para contenerse y no encerrarse detrás de las viejas y chirriantes puertas del lugar. Sus sirvientes, habían partido al palacio para asegurarse de que tanto WonWoo como sus hermanos se sintieran como en casa. Ayudaban con sus almuerzos, la boda del príncipe y los caballos, la señora Smucker se negaba a dejarlos.
De nuevo al mundo real, una rama crujió bajo los cascos del caballo para traer a SeungCheol de nuevo al verde pero frondoso bosque alrededor del río. Desde la otra orilla, los pájaros eran la única amenaza que podía distinguir, y dudaba, que ellos mismos fuera vistos gracias a la maleza pero si algo crujía rompiendo con la armonía natural del lugar, era suficiente para que los detectaran.
JiHoon observó el cielo por debajo de la capucha blanca que llevaba, no parecía que fuese a llover pero las dos pequeñas aves que salieron huyendo de los árboles alertaron sus sentidos. Detuvo su caballo para esperar a SeungCheol y evitar hablar más fuerte de los necesario, el caballero llegó a su lado no muy tarde, pero demasiado cerca para que sus rodillas se tocaran. El contacto fue una ola de calor que casi hizo que JiHoon se olvidara de su objetivo y si no fuera por el mismo causante de ello, aún estaría tratando de llenar su mente con las palabras que debía decir.

—¿Qué sucede? ¿Has visto algo?

—Dos pájaros salieron de este lado de la ribera y se dirigen al Este. Pudieron cruzar al otro lado pero evitaron aquella zona.

—¿Crees que deba sacar una espada? —SeungCheol tomó la empuñadura donde la piedra roja descansaba y JiHoon, luego de ver la acción, negó con la cabeza suavemente.

—No. Caminaremos hasta el sendero esta noche y compraremos otras ropas a mercantes viajeros para evitar llamar la atención.

SeungCheol juntó sus pobladas cejas y dejó lentamente el arma en su lugar inicial ante el comentario. ¿Por qué necesitaban comprar algo? Para su suerte, o no, JiHoon a veces tenía el don de ver más allá de sus expresiones y supiró cambiando la dirección del viaje, un poco más alejado del río. SeungCheol lo siguió en el instante.

—Esta ropa y estas insignias nos hacen llamativos, un blanco fácil y además corremos el riesgo de terminar como el Capitan Chwe. Mis ropas son tan blancas que no me extraña que me reconocieran a través del follaje y no creo que quieras meterte más allá de las tierras rebeldes llevando el porte de un General del rey.

—No lo había pensado. —SeungCheol creyó en ese mismo instante que había quedado como un tonto bufón y no con un estratega militar con un título; la idea de que lo que JiHoon pensara, le aterraba de una manera que tampoco pudo comprender.

Vio una sonrisa genuina en los labios ajenos, aquellas que solo dejan marcas en las mejillas. Nunca supo que lo que JiHoon le declaró a continuación, sería algo que significaría tanto en el futuro.

—Sea lo que nuble la mente de un General en una misión como esta, detenlo, o te costará la vida después.

El bosque negro, los absorbió como la sombra de la noche en ese momento.

Caía la noche. A penas pudieron seguir debido a que la luz de la luna, era incapaz de filtrarse entre las ramas y las distancia entre los troncos de los árboles era casi de un metro. SeungCheol, envió a JiHoon para que los guiara y él se dedicaría a cuidar las espaldas de ambos. Caminaron en línea recta varias horas, hasta que el silencio se convirtió en risas, flautas y rabés acompañando a las panderetas y los cascabeles. JiHoon siguió sin dudarlo, apareciendo ambos por la parte trasera del campamento. Una gran fogata en medio de un claro pequeño, las carretas y carpas estaban tan juntos que los músicos danzaban tan cerca del fuego que SeungCheol dudó en que a ellos le importara arder en llamas. No detuvieron sus bailes cuando lograron verlos, lo más jóvenes avivaron sus movimientos con más ímpetu para llamar la atención de claramente, los guerreros del rey en el que vivían, SeungCheol y JiHoon se acercaron a quien parecía ser el líder de esa caravana, un hombre que aplaudía animado mientras se levantaba de la piedra en la que estaba sentado y abría los brazos en bienvenida.

RESILIENCIA [JICHEOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora