Yugen

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Capítulo VI

Sus huesos estaban helados. El gélido viento de las montañas regresaba para hacerlo sentir como un perdedor, pero cuando los hombres de su ejército comenzaron a hacer el suficiente ruido en su apoyo, sintió el fuego en su interior. Un calor inconfundible, mezcla del valor y de la venganza corriendo por sus venas. Solo le dieron agua, no podía llamar comida a las migas de pan que los pájaros se empeñaban en robarle.
Sus hombres cantaron canciones del reino azul mientras los guardias Járnvid los hacían callar, sabían que estaba su general entre ellos y cuando los amenazaron con matarlos, solo callaron porque el escudero de HanSol logró ver la orden con la mirada. Los ojos oscuros de SeungCheol ardían en determinación mientras sus manos sentían la gruesa cuerda que las unía en su espalda y lo ataron al mástil de madera gruesa en medio de la plazoleta. No había visto a JiHoon y esperaba no verlo o sabe Dios qué haría cuando lo tuviese enfrente. Cuando la noche caía, SeungCheol observó cómo los hombres de Hoor, salían de la aldea en un pequeño grupo, al parecer, el cambio de guardia entre las montañas era dos veces por día, algo suficiente para que los hombres nuevos se quedaran dormidos al final del día. Lo confirmó como una hora después, con la luna casi sobre sus hombros, los hombres volvieron directo a sus casas y sin un toque cordial de despedirse de quien los comandaba. Al parecer, el hombre barbudo y enorme tampoco le importó, se metió en uno de los edificios y los ruidos de la noche Járnvidana se hicieron presentes. Hoor, le sonrió aquella noche, él y sus hombres de confianza, salieron de la tienda de campaña instalada justo enfrente de SeungCheol y pronto, dió la orden de repartir vino y comida para todos. La música, los miembros de ejército borracho, todo se redujo en un gran estruendo y SeungCheol, pronto fue tomado por ambos brazos y arrastrado al interior de la carpa dónde habitaban esos malditos. Sus ojos ardieron ante la luz de las velas cuando frente a él, JiHoon ordenó a los guardias para que se retiraran.

—Antes que desees o si quiera pruebes lanzarte sobre mí para matarme, te avisaré General, que no es conveniente. —JiHoon sirvió dos cuencos de un licor fuerte y como queriendo burlarse fue a parar delante de SeungCheol arrodillado y furioso.

—Eres un traidor y la traición se paga con la muerte. —SeungCheol estaba haciendo un gran pero gran esfuerzo en controlarse. Como el fuego y el hielo, dos sensaciones danzaban en su pecho y era tan opuestas que lo cegaban completamente.

—No sabes que es el Fenrir ¿verdad? — sus manos se apretaron en la vasija de cerámica que contenía el resto del líquido. —Es un guerrero, el mejor de todos. En su religión, quien lleve el espíritu del lobo guerrero es quien debe capturarse y quemar su sangre para tener suerte en lo que vendrá.

JiHoon lo miró como si estuviera en las alturas, levantando un poco la barbilla para tener un poco mejor de visión de lo que tenía enfrente. SeungCheol era un lobo atado, salvaje y enojado frente a él. La camisa humilde que llevaba puesta se abría justamente en su pecho y dejaba ver sombras entre sus musculosos y armados pectorales. Luego, sus ojos viajaron por los fuertes brazos atados en la espalda, SeungCheol lo rompería como una rama seca si llegara a soltarse y quisiera matarlo mientras gruñía; siendo la peor parte de JiHoon, aquella que gimió internamente ante el pensamiento de ser tocado por el General quien había cambiado sus ojos dulces y amables por los de una fiera en plena batalla. SeungCheol rugió miles de palabras más que JiHoon no alcanzó a escuchar, algo que tenía que ver con la muerte y que lo soltara a la vez que se enfrentaba a un campamento de enemigos por sí solo pero, la mente de JiHoon parecía estar en otro barco, hacia otro lugar y en medio de una niebla tan densa que manejaba su propio cuerpo y lo arrodillaba a la altura de ese hombre y frente a su presencia. Tal vez fue ese licor cristalino que los Járnivd hicieron de la salvia de una planta en las montañas, no supo en realidad de qué o quién fue la culpa para que en ese momento, toda la tensión acumulada en lo que parecieron años de hambre y guerra se colocaran dentro de su cuerpo. La única liberación, la única forma de silenciar a la fiera que seguía gruñendo dentro de ese General, fue de esa forma. Sin pensarlo demasiado, sin dejar esos ojos como el fuego, tomó ambos pedazos de tela que se dividían en el cuello de la camisa de SeungCheol y presionó fuerte su agarre. Él era furia, sus músculos eran rocas bajo las manos de JiHoon que fue ciego a buscar la boca de SeungCheol. Al principio, él tardó en responder y luego, sus labios gruesos devoraron a JiHoon sin piedad. Un beso húmedo, fuerte y caliente inundó sus bocas haciendo gemir al arquero en busca de aire pero, SeungCheol era un buen soldado. Tan rápido como el aire quiso entrar a los pulmones de JiHoon, SeungCheol volvió a sacarlo una y otra vez hasta que JiHoon recordó que el general estaba atado de manos y podía empujarlo para librarse de él. Sus extremidades respondieron, sacando el fuerte cuerpo del General que ardía pegado al suyo y, sus pulmones se abrieron en urgencia de tomar el aire.

RESILIENCIA [JICHEOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora