≫ Capítulo #7 ≪

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(°᷄°᷅)(>؂•̀)テヘ

Después de callar al estómago con un delicioso desayuno en compañía de una plática trivial y uno que otro gruñido por parte del as; Oikawa había partido hacía el baño mientras el moreno se encargaba de arreglar la mesa y la cocina.

El gran rey se negó en salir con esas fachas y aunque no tuviera ropa acorde a su edad, estaba dispuesto a arreglarse; sin embargo, era todo un reto.

Su estatura y años no ayudaban de mucho pero mínimo tenía el mismo cerebro de un joven de dieciocho.

Se metió debajo de la regadera y la abrió, al instante el chorro de agua salió disparado hacia su cuerpo.

Enjabonó su cabello una vez que estaba completamente mojado, la espuma no tardó en aparecer y después cubrió de jabón el resto de su organismo para finalizar con el agua limpiando su cuerpo.

Al terminar, se envolvió en la toalla y salió de la bañera; secó su cuerpo y empezó a vestirse con lo que Iwaizumi trajo. Desafortunadamente, todo era para el Oikawa adulto y en estos momentos, le quedaba grande; tuvo que solucionarlo.

Hizo nudo el extremo de la tela para evitar y ocultar la grandeza de las prendas; cuando estuvo listo, salió del cuarto encontrándose con su amigo, el cual se burló al verlo.

—¿Nos vamos? —fue todo lo que dijo mientras se dirigía hacia la puerta.
—Espera. —lo detuvo del hombro y empezó a secar su cabello— Te volverás a resfriar.

Iwaizumi secaba la cabeza del niño aplicando leve fuerza en su acción mientras que el chico en estatura cerraba los ojos por los movimientos repentinos.
—Ahora si, sólo que no traes zapatos. —tendió la toalla en la silla, regresando la cambiaría de lugar.

—Saldré con calcetines.
—Eso tengo que grabarlo. —sonrió.
—¿A Iwa-chan le divierte verme de esta forma? —suspiró y fue tras dicha prenda.

—Mmhh. —talló su nuca— Es divertido hasta cierto punto. —Oikawa ya estaba de vuelta, esperando impaciente a su acompañante en la puerta.

—Pues disfruta mientras dure, porque hoy mismo regreso a la normalidad.

El vice capitán tomó lo necesario y salieron del departamento.
Se dirigieron hasta el elevador, no habían avanzado mucho e Iwaizumi perdió la paciencia.

—Eres lento. —bufó.

No dio tiempo de responder al gran rey, en unos instantes sus cortas piernas caminaban y a los otros ya estaba sentando en los hombros del moreno.

—¿Me llevarás? —parpadeó sorprendido por su acción.
—A menos que quieras durar horas y caminar, si. —afirmó.
El contrario sólo sonrió.

No tardó mucho la caja metálica e ingresaron a ella una vez que las puertas se abrieron.
El elevador hizo su función y paró dos plantas antes de llegar a la recepción; las puertas se abrieron y entró gente por lo que el as tuvo que retroceder.

Algunas personas se les quedaban viendo, primero a Iwaizumi y después al niño. Solo ellos sabrían sus pensamientos y eso intrigó al capitán.

Pequeño DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora