Cap 1

9K 254 39
                                    

Lucy acababa de llegar a la barandilla cuando oyó las pisadas detrás de ella. Se dio la vuelta apresuradamente y se sentó en el banco entre las sombras, con la esperanza de no ser vista y de poder tener cinco minutos para calmarse.
Observó la figura que se aproximaba, sabiendo perfectamente que no era invisible y que se dirigía directamente a ella. No lo reconoció.

Llevaba en Fairy tail  and Company tan sólo cinco meses y conocía a todo el mundo. Aquel hombre caminaba con unas piernas largas envueltas en un vaquero oscuro con la naturalidad de un atleta. Era alto y tenía el pelo de color rosa salmón . La única iluminación en el balcón provenía de las rendijas de las ventanas de la sala de juntas, de modo que no podía ver mucho más. Suspiró y sintió un vuelco en el corazón. Levy debía de haber enviado a su amigo Gajeel a buscarla. ¿Por qué la gente pensaba que los casamenteros eran una buena idea?

Incapaz de quitarle los ojos de encima, Lucy decidió ignorar la tensión en el estómago y la promesa que le había hecho a Levy de estar «abierta a las posibilidades». Se enfrentaría a la situación. Se lo diría claramente y podría tener su espacio de nuevo.

—¿Levy te ha dicho que estaba aquí fuera? —preguntó con su tono más decisivo.
—No —contestó él con una sonrisa radiante que destacaba en la oscuridad. Se sentó junto a ella y dejó su copa a un lado. Se había sentado de lado, mirándola. Su cara estaba a oscuras, pero se encontraba cerca, demasiado cerca. Su presencia irradiaba calor, y desprendía cierto aroma a cítrico. Limón fresco y suave.

—Mira, perdona —comenzó ella, tratando de sonar amable, aunque firme—. No sé lo que te ha dicho Levy, pero no estoy interesada.
—Oh. ¿De verdad? —pareció sorprendido.
Lucy respiró profundamente y siguió hablando apresuradamente.
—Puede parecer difícil de creer, cuando todo el mundo, está ansioso por conocer gente, pero realmente yo no busco diversión. Estoy segura de que eres un gran tipo y de que no tendrás problemas a la hora de encontrar a alguien. Sobre todo ahí dentro —dijo señalando hacia la ventana—. Después de todo, Levy dice que seduces muy bien.

Sus carcajadas le sorprendieron. Pero más sorprendente aún fue el modo en que resonaron dentro de ella. Fue un sonido profundo, cálido y seco.
—¿De verdad? Qué amable por su parte —dijo antes de dar un trago a su copa—. Pero creo que no deseo a cualquier otra persona. Sobre todo no «ahí dentro» —añadió imitando su tono.

Lucy agarró su copa con fuerza. Aún se sentía molesta, y aquella interrupción no le estaba sirviendo de ayuda.
—Muy bien —dijo con resignación—. Pero dejemos una cosa clara. No va a ocurrir, así que simplemente nos congelaremos, ¿de acuerdo? —lamentó ligeramente su sequedad, pues no había pretendido sonar tan directa.

Respiró profundamente, tratando de controlarse, pero respirar correctamente le parecía más difícil de lo normal sentada al lado de ese hombre.
—Me parece bien —convino él—. ¿Siempre eres tan directa?
Lucy frunció el ceño y sintió cómo se le sonrojaban las mejillas.
—Mmm. Lo siento si piensas que soy desagradable. No era mi intención, pero no quiero que haya malentendidos.
—De acuerdo —entonces se rió, demasiado intensamente para su gusto.

Lucy lo miró, pensando que parecía bastante relajado para haber sido rechazado de entrada. Observó su sonrisa; una sonrisa cálida. Era el tipo de sonrisa que daba ganas de sonreír también y acercarse más. Miró de nuevo hacia las ventanas y observó el cinismo de la fiesta mientras dos consultores luchaban por conseguir la atención de Levy.
Lucy miró de reojo a Gajeel, deseando que Levy le hubiese advertido que era el hombre más físicamente atractivo del planeta, y no sólo alguien al que se le diera bien la seducción.

—Ahora que hemos aclarado eso —dijo él—, ¿por qué no me cuentas algo de ti?
—¿Qué quieres saber? —preguntó Lucy. Ya había rechazado al tipo antes de que tuviera ocasión de empezar, de modo que no tenía por qué ser totalmente grosera.
—No sé —estiró una pierna, colocándola entre la puerta y ella como una barrera—. ¿De qué parte de Australia eres?
—Soy de Nueva Zelanda —contestó ella con frialdad, tratando de no admirar la larga pierna ante sus ojos.
—Lo siento —dijo él riéndose. Una vez más, el sonido reverberó en su interior, produciéndole un escalofrío—. ¿Podrás perdonarme alguna vez?
—No pasa nada. No soy una de esas neozelandesas que se enfadan si las confunden con australianas —contestó Lucy antes de dar un trago a su copa. A pesar del aire frío, no lograba enfriarse. Se quedó quieta durante un minuto y luego se inclinó hacia él con una sonrisa conspiradora—. A decir verdad, yo aún no distingo la diferencia entre los acentos irlandés y escocés.

Toda la noche con el jefe-(NALU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora