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Él solo me abrazó, y aparte de sentirme protegida en sus brazos, me sentía muy pequeña. Me sentó en su regazo y yo apoyé la cabeza en su hombro.

-Eres una desgraciada, jugando con mi hijo. – la madre de Juan entró hecha una furia.

-Señora – el Rey la interrumpió y ella al reconocerlo no tuvo más remedio que inclinarse.

-Mi Rey, quiero denunciar ante usted la poca palabra que esta niñata tiene. Se iba a casar con mi hijo la siguiente luna llena y solo faltaba su vestido, pero lo ha abandonado.

-Señora – después de resoplar se acercó a ella – Ibeth debe cumplir el trato que su difunto padre y el mio firmaron hace muchos años.

-Lo, lo siento Majestad – comenzó a balbucear y después de pedirme perdón a mi se retiró.

-No tienes vestido de novia? – negué con la cabeza – entonces no estabas muy ilusionada con la boda, que digamos.

-No. Le quiero, es un buen muchacho pero dejé el vestido para el último momento, no sé el porqué.

-Eres consciente de que ahora deberás hacerte uno, no? – yo asentí – como quieres que sea tú boda?

-No quiero formalismos ni protocolo.

-Cierto, ya tendremos tiempo de eso cuando volvamos al castillo. Te parece bien invitar a toda la aldea y cenar fuera junto a ellos?

-Si, lo veo bien. Gracias

No sé el por qué le dí un abrazo, en ese momento mi cuerpo necesitaba dárselo y no lo ignoré.Puse mi cabeza en su hombro y un brazo suyo rodeó mi cintura y la otra mano la apoyó en mi cabeza.

-Que bonita estampa – Paula interrumpió este momento – hermanita, aquí están las costureras.

-De qué color será el vestido? – pregunté yo

-No se puede hablar de él delante del novio.

Pasaron dos semanas que se volvieron totalmente una locura.Utilicé el vestido de mi madre pero adaptándolo a mi cuerpo y a mis gustos. Era blanco y palabra de honor pero yo le añadí unas mangas blancas transparentes. Solo tuvieron que meter un poco los bajos de la enorme falda y les dejé bien claro que el cinturón de pedrería añadido al vestido que separaba la falda, no se tocaba.

No me puse velo, no soportaría ir con algo más grande que sobresalga del vestido y piense que me lo han pisado, aparte de lo que pesaba en mi cabeza. Solo cogí la tiara que mi madre utilizó en su boda y me la puse.

-Te están esperando fuera – el humor de Paula empeoró por días.

Junto a ella bajé las escaleras y ahí se encontraba Henry.

-No me va a llevar al altar.

-Ibeth, un hombre debe entregarte.

-El único hombre que me entregaría sería nuestro padre.

-Pero nuestro padre está muerto – alzó la voz

-Pues iré sola.

Seguí escuchando sus gritos pero decidí ignorarlos. Siempre soñé con el día de mi boda pero sobre todo con el momento junto a mi padre. Yo no fui nunca su ojito derecho, esa era Paula pero ahora entiendo el por qué, ella sería la Reina. Cuando fue rechazada, el carácter de mi padre cambió hacia ella, para mi siguió siendo el mismo, supongo que en el fondo la culpaba a ella por fracasar la unión con la familia real. En cambio yo fui el ojito derecho de mi madre y ella era distante y fría con Paula, aunque nunca sabré el por qué o eso pienso yo.

IBETH. Saga BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora