El día para ella fue de peor en peor.
Sus ojos, empañados por las lágrimas, se ocultaban debajo de sus gafas.
Caminaba con pasos firmes.
El clima daba asco. Pero para ella era perfecto.
Maldijo internamente cuando un auto a toda velocidad le salpicó agua acumulada de la lluvia.
Preguntó por el nombre de su pareja al guardia de seguridad, que enseguida le indicó donde se encontraba.
Siguiendo las instrucciones dadas, caminó durante un rato hasta su destino.
Se paró enfrente y su llanto se volvió más fuerte y torrencial.
Enfrente de ella, se encontraba el amor de su vida, su todo, su otra mitad. Su razón de vivir.
Recuerda todo, con detalles.
Recuerda los gritos, los disparos como si lo estuviera viviendo de nuevo.
Su padre. Su propio padre había cometido semejante crimen. ¿Cómo se podía ser tan desalmado?
Él la mató.
Por culpa de su pensamiento retorcido y podrido.
Por culpa de su homofobia.
Era esperado la no aceptación de su relación, pero esto nunca lo vio venir.
La mató, sin saber que también mató a su propia hija.
Se paró enfrente de la tumba de su amada.
Acarició suavemente el arma en su bolsillo derecho.- Te prometo conseguir justicia por ti, por nosotras.
Lentamente se alejó del cementerio, dirigiéndose a un destino oscuro. Pero no le importaba.
Total, ya no tenía nada para perder.