uno

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Un gruñido ronco seguido de un ronquido logra devolverme al mundo real y despertarme. Abro los ojos, pero sigo sin ver una mierda. Rápidamente logro entender que el culpable de mi falta de visión es mi cabello que me está estorbando.

Me quito el cabello de la cara con ayuda de mis dedos y un dolor punzante logra deslizarse por uno de mis dedos, bajo la mirada. Joder. Me he roto una uña durante la noche.

Escaneo la habitación en la que me encuentro con la vista aún borrosa. Me coloco sobre mis codos en la cama con dificultad ya que, las cubiertas en esta cama son mucho más pesadas de lo que estoy acostumbrada.

El dormitorio está pintado con colores grises y plateados suaves, relajantes que crean una sensación brillante y lujosa, pero también de tranquilidad. Miro por encima de mí para admirar un candelabro ultra moderno que cuelga sobre la cama y en el suelo, una alfombra gris plateada que prácticamente me ruega que camine sobre ella con los pies descalzos; siento como si me hubiese despertado encima de una nube de tormenta cálida. A mi izquierda, me encuentro con un gran espejo. No, me equivoco. Esa es la pared de la habitación. En vez de concreto han utilizado el cristal de un espejo. Impresionante arquitectura.

Jadeo ante el horror de mujer con ojos oscuros que me mira devuelta.

¡Por Dios, que asquerosa me veo y no quiero ni oler mi aliento!

Intento mover mi cuerpo para salir de debajo de la colcha, pero otro dolor punzante me golpea nuevamente, solo que esta vez, lo siento en una parte más... íntima de mi cuerpo, junto con mi trasero, espalda y muslos. Todo lo que forma parte del sistema muscular duele.

¿Dónde diablos estoy y que coño hice para que me duela todo el maldito cuerpo?

No me había sentido así desde la última vez que levante pesas en el gimnasio de mi apartamento.

Cierro los muslos para callar el dolor, pero es ese movimiento que me da la respuesta ...

Recuerdo haberlos utilizado bastante anoche, o, mejor dicho, ¿hace tan solo unas horas?

Joder.

Sin importarme el dolor, miro hacia mi derecha para ver a un Ray inconsciente. Su respiración calmada hace que su enorme cuerpo se vea mucho menos peligroso y fuerte de lo que realmente es. Suspiro por un segundo o un minuto entero, no lo sé. Parece que pierdo la noción del tiempo cada vez que lo miro.

Mierda... Nunca tuve oportunidad contra él.

La gran ventana del dormitorio está delante de nosotros. Las cortinas están cerradas, pero puedo ver la tenue luz de un sol recién levantado tratando de escurrirse dentro.

Joder, joder. No, no, no. Mi vuelo sale en horas.

Salto fuera de la cama y me arrepiento al instante cuando escucho un pequeño gemido salir de la garganta de Ray, junto con varios movimientos de su cuerpo. Cierro los ojos y me quedo tan quieta como un maniquí. Esperando a que, uno: se despierte y me encadene a su cama o dos: siga durmiendo. De verdad me gustaría mucho que fuera la opción a, pero tengo responsabilidades.

Se acaba de mover de la posición en la que estaba durmiendo y la sábana de la cama está posada cómodamente sobre sus caderas. Sin importar cuantas veces lo intento, no puedo evitar que mis piernas se dirijan hacia su lado de la cama y ni si quiera intento no apreciar su cuerpo con mis ojos. Nunca, ni una sola vez en mis veintiocho años le he agradecido a Dios por el don de la vista hasta que conocí a este hombre.

Un escalofrió recorre mi espalda y mis brazos, levantando el bello que allí se encuentra. Culpo al gélido aire acondicionado de eso, en especial, porque estoy desnuda, pero mi cuerpo sabe. Mis manos toman forma propia y se ponen de rodillas, rogándome que le toque por última vez dentro de mi mente. Que toque algo, lo que sea, pero yo sé muy bien lo que ellas quieren que toque.

Veo un pequeño tatuaje en su costilla, un escorpión.

Odio a los escorpiones más que cualquier otro insecto. Incluso más que las arañas, pero eso pareció no importarme cuando lamí ese mismo escorpión hace unas horas. El recuerdo hace que sienta hormigueos en varias partes del cuerpo y tengo que cerrar mis muslos un poco más para calmar los latidos en mi clítoris.

Su barba es más larga ahora de lo que era anoche y eso solo lo hace lucir aún más sexy, si es que eso es posible. Sus labios carnosos están tan hinchados como los míos, la única diferencia es que, yo lo mordí lo suficientemente fuerte como para sacarle sangre.

Sonrío.

Pagué por hacer eso, recuerdo acariciándome el trasero.

Su nariz puntiaguda parecía falsa entonces y parece falsa ahora. Tiene un arco perfecto y es afilada, pero pequeña. Lo que más me molestó de su estúpido rostro perfecto, fueron sus largas cejas y sus pestañas. ¿Para qué necesitan los hombres pestañas y cejas largas y gruesas? ¡Ni siquiera las usan de manera correcta o las aprecian! Mientras tanto, yo estoy atascada con pestañas falsas y cejas pintadas.

Su cuerpo es la única cosa sobre él —además de su boca—, que me hace temblar otra vez; su abdomen tiene un paquete perfecto de seis y puedo ver dos pequeños chupetones cerca de sus caderas. Continúo mi viaje con los ojos a través del cuerpo de este dios griego y encuentro una erección bajo su sábana. Jesús, está bien, podría estar a punto de despertar. Tengo que irme ahora.

Me agacho, maldiciendo en silencio, para recoger mi vestido del suelo y, como no puedo ver mi ropa interior, decido dejársela como un recuerdo porque seguro un hombre como él debe tener muchas noches como esta, aunque haya dicho que no es así. Corro fuera de la habitación y en el camino encuentro mi liga de cabello.

Bien, porque voy a necesitarla para tratar de arreglar este desastre que tengo encima de la cabeza.

En el living de la suite, encuentro mi chaqueta, mis zapatos y luego de amarrarme el pelo, coloco la chaqueta sobre mi cabeza para que nadie vea el desastre que ha dejado el maquillaje en mi rostro.

Tengo el rímel corrido y el delineador de ojos en todos lados menos en el parpado. Las pestañas postizas han ido a parar a quien sabe dónde, pero he dejado las marcas de las pestañas en una de las almohadas, eso lo he visto antes de salir de su habitación como alma que lleva el diablo.

¿Qué tan duro tienes que haber follado a alguien para que deje la huella del maquillaje en una almohada?

Abro la puerta y la cierro detrás de mí tan pronto como salgo, pero luego recuerdo mi móvil.

¡Mierda! Mi teléfono.

He dejado mi teléfono dentro. Este es un hotel de lujo, estoy segura, tanto como que me llamo Leah Van De Plasse que las puertas no se abren sin una tarjeta electrónica, pero de igual manera intento hacerlo solo para encontrarla cerrada.

Mierda. Está bien, está bien. Puedo comprar otro tan pronto llegue a mi hotel.

Lo importante de todo esto es que obtuve lo que quería. Una noche lejos de la enfermedad de mi padre, de la compañía y de mi falso matrimonio. Ray logró alejarme de este mundo lleno de mortales y me elevo a un cielo terrenal y pecaminoso en el que solo existen los orgasmos. No es lo que el médico recomendó, pero es con exactitud lo yo que necesitaba.

Lo bueno de los ligues de una noche en una ciudad extrajera es que, no tienes que pasar por ese incomodo momento al volver a ver a tus compañeros de orgasmos otra vez y que ni siquiera tienen que conocerse o ''construir'' una relación para que haya química al tener sexo. Saber que no volveré a ver a Ray me decepciona un poco... me encantaría repetir. Amaría repetir, pero tengo obligaciones, una compañía y un padre que me necesita.

Tengo que regresar a mi vida.

Con élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora