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Capítulo uno.

La chica se quitó los auriculares, no sin antes apagar la música, cuando el auto frenó. Levantó la vista de su e-book y se encontró con las montañas rodeándola. Suspiró, cansada. Había estado viajando con su madre durante dos días, haciendo una parada para dormir en un hotel por la noche. Guardó su celular en su mochila, junto con el e-book antes de abrir la puerta y salir del auto. Estaba a una semana de empezar su último año de colegio en un lugar completamente extraño para ella.

Hacía dos años y medio su padre y hermana mayor habían tenido un accidente de autos, ninguno había sobrevivido. Su madre había podido seguir adelante. En uno de sus tantos viajes de trabajo se había enamorado de un tal William Johnson y se casó. Ahora se estaban yendo a vivir a un pueblo a diecisiete horas en auto de la gran ciudad donde Eleonore y su madre solían vivir.

Cuando salió del auto, el aire fresco de las montañas y vegetación inundó las fosas nasales de la chica de 17 años. Al menos habría tranquilidad. El sol se estaba empezando a poner, ya que casi eran las siete de la noche. Acomodó sus lentes.

William había salido a la puerta a recibirlas con una gran sonrisa. Las ayudó a descargar todo lo que habían podido llevar en el auto. La casa era grande, espaciosa y con varias habitaciones, las cuales Eli decidió que quizá investigaría en otro momento. Todo parecía hecho de madera y piedras. Encantador. Muchas ventanas, una gran chimenea para los inviernos fríos y una gran televisión a la entrada. Subió los peldaños de las escaleras y entró en la habitación que William le había indicado. Ésta tenía las paredes blancas, una cama en el centro, un gran ventanal que daba a la montaña de enfrente, un espejo colgado, un gran armario y un escritorio. Tenía que admitir que le agradaba el lugar.

Ordenó su nueva habitación, lo que le tomó más de una hora. Pero ella ni se preocupó, estaba escuchando música con sus auriculares, balanceándose al ritmo de las canciones, y ordenando como a ella le gustaba. Cuando decidió que ya estaba todo listo, decidió que era hora de darse un baño. Abrió una puerta y descubrió que tenía un baño para ella sola. Se dio un baño rápido y se puso su pijama.

Decidió que lo que mejor podía hacer en aquel momento era bajar y preguntar si la comida ya estaba lista. Bajó los peldaños uno a uno y entró en la cocina.

La escena que encontró allí provocó que su corazón se estrujase. Su madre estaba cocinando, junto con William, riendo y ensuciándose a la vez. Una lágrima cayó por la mejilla izquierda de Eli y ella se la limpió rápidamente. Eso era lo que solía hacer su madre con su padre todos los sábados por la noche. Ella amaba observarlos con su hermana. Pero ahora... le dolía que no sea su padre quien esté allí. William se dio vuelta para buscar algo y la divisó en la puerta, le sonrió.

— ¡Eli! –Exclamó, sonriendo, a lo que su madre se dio vuelta-. ¡Rachel! Eli ha bajado, eso es muy bueno.

—Si... -dijo su madre, sonriendo-. Me alegra que hayas bajado, Eli. ¿Te has acomodado bien? ¿Te ha gustado la habitación?

—Si... -contestó Eli, llevándose un mechón de su flequillo detrás de su oreja, gesto que hacía cuando estaba incómoda-. La habitación es muy hermosa, gracias William.

—Me alegra que te haya gustado. –Dijo él, con una sonrisa-. Lamento que las paredes estén blancas, es que no sabía que color pintarlas. Pensé que quizá podríamos ir juntos a comprar la pintura. ¿Qué te parece?

Ella observó a su madre, luego a William, luego a su madre de nuevo.

La madre de Eleonore, Rachel, tenía 47 años, aunque si no lo sabías pensabas que tenía menos. Tenía el cabello negro y sedoso, que le llegaba a un poco más debajo de sus hombros. Sus ojos eran verdes esmeralda, y hacían que se contrarresten contra su piel blanca, llena de pequeñas pecas que decoraban su nariz y pómulos. Era una mujer esbelta, y de estatura media.

5 Cosas que Amo de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora