niña mal -Christopher velez- ADAPTACION

~34~

-Hoy ando con el alma noble así que no, que no sean venenosas. Que ni mate pero que duela.

-¿Algo más?

-Creo que es todo...¡Espera!

-¿Si?

-¿Recuerdas a Johann?

-¿El que moría por ti, se te ponía de alfombra y comía los restos de comida que caían de tu mesa?

-Si, ese mismo inútil. Encuéntralo y lo traes, dile que estoy ansiosa por verlo.

-O estas loca o quieres darle celos a alguien porque tú aborreces los chicos que mueren por servirte.

-¡Eso no te importa, transexual idiota!

-Ya, relájate. No me hables así.

-¡Es que es lo mismo siempre! Metes las narices donde no te llaman. Ahora ¿lo harás o no? Para buscar a alguien más.

-No no, yo lo haré con mucho gusto ¿A qué hora lo quieres?

-Las puertas estarán abiertas para los donantes, así que necesito a todos vestidos formalmente pero nadie con ropa interior. Cuando entren se tendrán que colar entre los demás, cuando yo de la señal todos se desnudan y comienza la fiesta.

-¿Y cómo introduciremos el alcohol y la espuma?

-Al costado izquierdo de la entrada verás un árbol con una soga colgando de él. Ahí sujetas las cajas y el polvo para la espuma, el resto lo hago yo ¿comprendiste?

-Si ¿a qué hora es la cena?

-A las 7:30 p.m. pero no deben venir todos juntos, si no que de pocos, el resto lo hablares aquí ¿Bien? (Suena la puerta)

-Si ya entiendo.

-Te dejo nos vemos mañana. No fajes tan duro que te sofocas- colgué.

-_______ ¿Estás bien?

-Si, pasa.

Se abrió la puerta y Christopher entró.

-¿Todo bien?

-¡Ya dije que si!

-Ya puedes bajar.

-¿Me estas corriendo?

-¿Por qué todo lo tomas mal?

-Porque todo lo dices mal.

-______- se acercó.

-No te acerques, no le pongas los cuernos a tu prometida.

-Aún no lo es. Hasta mañana.

-¿Osea que te quieres divertir conmigo mientas tanto?

-Sólo quiero tenerte por última vez. Me duele saber que nunca más podré estar contigo, te necesito.

Unió sus labios a los míos y yo lo correspondí, me besaba con desesperación y ansiedad, como si el mundo fuese a acabarse en unos instantes. No podía rechazar el sabor de su labios y con mi beso aceptaba cualquier trato que me propusiera con tal de tenerlo una vez más. Me empujó hasta mi cama y dejó caer su peso sobre mi haciéndome sentir el latido de su corazón a través de su camisa; este se aceleraba cada vez más, pero al unirse con el mío era un zumbido sincronizado que parecían encontrarse y amarse con desesperación. Christopher no dudó en arrancarme la ropa sin piedad, y no lo culpaba pues yo hice lo mismo. Moría de rabia de saber que esa piel que adoraba tanto iba a estar en las manos de la estúpida de Casandra. Ella ni se merecía carne tan exquisita y placer tan paradisiaco. El clima en Ecuador era templado comúnmente pero en nuestros cuerpos hervía la sangre y la pasión lo que provocó que sedáramos y nuestros poros absorbían la esencia del otro. No dudé en arañar toda su espalda sin piedad, no escuché quejidos, más bien gemidos de placer. Él mordía cada centímetro de mi cuerpo ligeramente brusco. Yo no paraba de lamer cada centímetro de su perfecto cuerpo. Nuestras respiraciones agitadas sólo nos hacían apresurar el paso hacia el placer.