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-¿A dónde vas? La cancha de tenis en por allá.

-Voy a la oficina de la directora, verdulera.

-Ah si, me olvide que anoche te encontraron con seis chicos semidesnudos en una habitación.

-Y a ti te van a encontrar con una docena de plátanos verdes atravezados.

-¡Eres una estúpida! no dejo que nadie me hable así.

-Si...ajá...mejor me voy, aca huele a apio podrido...¡Ah no! Es tu entrepierna, adiós.

Casandra me agarro del cabello, yo la aventé.

-Tu a mí no me vuelves a tocar. A ti lo que te falta adentro es carne pero lamentablemente no te entra nada más que verduras- dí una carcajada y me fui.

Subí hasta la habitación, antes tomé dos sogas que había en un cuarto de mantenimiento, una la até a la ventana y la dejé caer fuera del edificio, bajé por ella y llegué al campo, quedé frente al enorme árbol.

Luego de varios intentos atravecé la otra soga por una rama, até la otra soga que estaba amarrada a mi cintura para no perderla y comencé a escalar con los pies en el árbol y mis manos tirando por la soga de la rama. Me costaba mucho subir, a la mitad de la soga no aguante y me solté hasta que fui atrapada por unos brazos.

-¿Vas a algún lado?-Era Sofia.

-¡Sofi!

-Supuse que necesitarías ayuda.

-¿Te dejaron salir de la clase de tenis?-Pregunto. Era raro, la profesora jamas dejaba salir a las chicas sin su permiso al menos que se sientan mal.

-Le dije a la profesora que me había lastimado el tobillo y me dejó ir a descansar a la habitación sola ¡Error!

-Sos una genia. Bueno, ayúdame.

-Mira, te muestro como es mas fácil- Agarro la soga y la dejo caer al suelo.

-¿Qué haces? ¡Me costó subirla!

Sofia le hizo nudos cada medio metro, la tiró y de un sólo intento la atravezó al otro lado de la rama.

-Así es mejor- sonrió.

-No me imagino cuantas veces hiciste esto para salir de tu casa e irte a los clubes.-Digo

-Incontables veces-reímos.

Sofia sostuvo de un lado la soga mientras yo subía por el otro, era sorprendente la fuerza que tenía esa chica.

-¡Qué fuerte eres!-Digo.

-Hay que serlo para sostenerse de los tubos.

Al fin subí al muro y amarré la otra soga al árbol.

-Ahora sube a la habitación, cerra la ventana y pásale la cortina por si se le ocurre llegar a alguien, mantenete pendiente de la ventana para darte la señal- dije desde arriba.

-Las traes bien frías.

-A punto de congelar- bromeé.

Amarré la otra soga al árbol y me bajé por los mismos nudos, estaba en un cancha vacía y corrí hasta cansarme, caminé un poco más y llegué a la carretera, este iba a ser una de esas veces igual a la que tuve con Abril la noche antes de venirme.

Detuve una camioneta, ahí venían unas monjitas.

-Disculpen hermanas, me perdí y no sé como regresar.

-Sube, te llevamos-Me dice una monja.

-¡Un hurra por las monjas!- subí a la camioneta.

Todo el camino pasé inventándoles mil y una historias hasta que llegamos al centro de Palermo, me bajé y entré en un supermercado.

niña mal -Christopher velez- ADAPTACIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora